A M’Rabo no le gusta la señora alta, y no entiende que tanta gente sea fan suyo:
-Son unos degenerados -dice, y asiente como los señores de 30 con aspecto de cuarenta que aparecen en las pelis de los años 50. A mí el fenomeno Alcina Dimitrescu me trae sin cuidado, pero claro, que M’Rabo tenga una reacción tan visceral con el personaje -«¡pero si se parece a Rita Barberá!», dice también, porque supongo que no sabe quién es Ana Milán ni vió Camera Café- me parece la mar de interesante. Después de todo, las femme fatale no dejan de ser personajes creados para ser tremendamente atractivos y llevar a la perdición a todo aquel que cae bajo sus encantos, con lo que el que Lady Dimitrescu -mida tres metros o no- le repela tanto a M’Rabo algo debe de querer decir.
La primera femme fatale de la historia de la literatura digo yo que sería Shamhat, una sacerdotisa prostituta de la épica de Gilgamesh que usa sus encantos para seducir al salvaje Enkidú y civilizarlo, algo que el mozo no quiere porque va contra su naturaleza; no es una femme fatale tal cual pero si es una mujer que manipula con sus encantos a un hombre convenciéndole para hacer algo que no quiere hacer. Luego por supuesto tendríamos a la Eva bíblica y a nosecuantas mujeres malas de la mitología que querían hacer algo que no fuera limpiar mierda y ser gallinas ponedoras, pero como son un montonazo prefiero ignorarlas y pasar directamente a las más divertidas de la mitología griega, las sirenas.
Las sirenas (como las ondinas o las lamias) en realidad son monstruos, pero su canto hechiza a los marineros para que estrellen su barco contra los arrecifes o para que directamente salten por la borda y puedan ahogarlos, las muy malas pécoras. Son otra metáfora clara de los encantos de la mujer como perdición del hombre, pero a su vez la mitología griega también tiene otras mujeres divertidas tremendamente peligrosas para los penes: Las amazonas. Las amazonas, ya las conocéis de sobra, mujeres guerreras -¿cómo es posible?- que matan a los hijos varones y se cortan un pecho para disparar con el arco mejor. No, no encantan a los hombres con sus encantos femeninos y no deberían estar en la clasificación de mujeres fatales, pero si son un peligro público para la masculinidad porque la hace total y absolutamente irrelevante al montar una sociedad en la que les sobra. Pero vámonos para Asia, que no es cuestión de que M’Rabo nos diga que somos cortos de miras.
En Asía tenemos a las Visha Kanya, que literalmente son como la Poison Ivy de Batman pero sin plantas; mujeres cuyos fluidos corporales literalmente son venenosos, y que te seducen para ofrecerte alcohol envenenado -que supongo que habrán escupido en la copa, con eso ya les vale- y matarte. Eso sí, están al servicio de los reyes, con lo que no se libran del patriarcado a pesar de ser totalmente ficticias, a diferencia de Daji, una consorte de la dinastía Shang de China de hace tres mil años a la que responsabilizan de arruinar dicha dinastía con sus manipulaciones y encantos de mujer; en cierto modo es parecida a la Dalila bíblica -una cortesana de corazón cruel que es mala mujer, mujer cruel- y su rey se enamora tanto de ella que gasta todos los recursos del país en complacerla, provocando en última instancia una rebelión que derrocaría el rey y acabaría con la cabeza de Daji clavada en un palo, porque la gente no acabó de ver bien que la chica estuviera todo el día montando espectáculos de tortura y reventando el vientre de señoras embarazadas para ver como funcionaba eso de la gestación; ¡que manera de cortarle las alas al interés científico de la muchacha!
Luego ya en la edad media tenemos al Hada Morgana o Morgan Le Fay, que aunque en las primeras crónicas es una hada benigna que cura al Rey Arturo de sus heridas, en el universo expandido (y francés) de siglos posteriores se convierte paulatinamente en un mal bicho tremendo, empezando en un principio como una misteriosa aliada y terminando en su archienemiga incestuosa, mala gente y sin ninguna virtud a su cargo más que la habilidad de engatusar gente para llevárselos a la cama y robarles el mojo, algo que en la literatura de la época les gustaba mucho porque por aquel entonces la mujer o está completamente desvalida y/o es tonta, o es requetemalísima y/o es tonta, sin que haya término medio.
Así, para cuando llega el romanticismo, empiezan a surgir vampiresas terribles por todos lados como Carmilla, las novias de Drácula y demás, con lo que el siglo XX empieza plagado de mujeres fatales que asoman la cabeza por el cine que da gusto, a lo que se suman celebridades de la época como la gran espía Mata Hari; haciendo una pequeña búsqueda vemos como se considera que la primera mala mujer del cine data de 1913 en una adaptación de un poema de Rudyard Kipling -mu buena gente este- llamado «La Vampira». La película nos cuenta como un muchacho conoce a Sybil, una vampiresa que lo engatusa con sus bailes para dejar a su señora hasta que el chaval se da cuenta de todo el pastel y vuelve con su novia y al cuerno con la vampiresa, que esto no dejaba de ser una película de aquellos años en los que no podías hacer una historia demasiado larga porque el celuloide estaba muy caro.
A raíz de esta película empiezan a aparecer mujeres malas o «vamps» por todas partes, convirtiéndose en auténticas sensaciones tanto en el cine, como en el cómic o la radio; todo esto se sumó a la xenofobia rampante de la época y la mujer mala empezó a venir de remotos y misteriosos lugares de europa y más allá, con lo que en plena era del «peligro amarillo» no es de extrañar que acabe creándose la figura de la «Dragon Lady», la trasposición de la «vamp» al racismo chinófobo que aparece por primera vez en Terry y los Piratas para aplicarse rápidamente a mujeres fatales anteriores como la Hija de Fu Manchú.
Sin embargo, la «mujer fatal local» en la cultura estadounidense se explayará lo más grande en el género negro, con Dashell Hammet creando la suya para el Halcón Maltés, al igual que Hemingway en The Killers (Ava Gardner), por no hablar de Lana Turner en El Cartero siempre llama Dos Veces, sin olvidar la quintaesencia de la «mujer mala» que interpretó Rita Hayworth en Gilda. Y sí, cito estos tres ejemplos porque son personajes que están en el centro de sus respectivas películas estrenadas todas ellas el mismo año, en 1946, justo un año después del final de la Segunda Guerra Mundial y con todas las mujeres siendo obligadas a dejar de trabajar en las fábricas para volver a la cocina porque currar -o más bien, ganar dinero- es cosa de jombres. Y la que no quisiera volver a la cocina, pues eso, que es una mala mujer y va a acabar muy mal y el que les haga caso terminará peor todavía.
Y así es como llegamos a la señora Alcina Dimitrescu de Resident Evil 8, un personaje que destaca por ser a) Mujer, b) Enorme c) Vampira, d) Muy Fuerte, e) Atractiva (diga lo que diga M’Rabo) y f) Buscarle la ruina al protagonista masculino del juego, Ethan Winters. Es un arquetipo de mujer fatal que, aunque no trata de seducir a nadie porque midiendo tres metros ni falta que hace, le busca la ruina sin ningún reparo; aún así, hemos asistido a una auténtica «dimitrescumanía» durante las últimas semanas, a pesar de que, aparente lo que aparente, el personaje no es ni mucho menos la principal antagonista del juego. Pero es que la señora es una mujer fatal con sombrero enorme y escote generoso que ha conseguido engatusar a la chavalería, llevándolo por el mal camino de jugar a un juego que de otra forma no jugarían porque joder, es un juego de miedo y en esos juegos uno lo pasa mal.
-¡Vampirella si que era una vampira sexy! -dice M’Rabo, porque no le gusta que las mujeres midan tres metros, o que tengan tetas más grandes que su cabeza. Una cosa está clara, si a M’Rabo la Dimitrescu no lo va a engatusar, igual es que sus gustos van más por el Señor X, Némesis o Albert Wesker…