Entiendo que esteis hartos de la Visión y la Bruja Escarlata, de Wandavision, de Billy y Tommy, de M’Rabo en particular y de sus posts en general. Lo comprendo perfectamente, es hasta normal, y te puedo asegurar que ya en los 80, cuando Englehart y Howell perpetraron la astracanada que era su miniserie, muchos queríamos ver su mundo arder. Sobre todo porque, aun siendo aquel mundo ideal de Mark Gruenwald velando por la continuidad, aquella miniserie no tenía ni pies ni cabeza y jamás debió ser escrita, dibujada y mucho menos publicada, porque la Visión era un monstruo y un tirano. ¿No me creéis? Acompañadme a mediados de los ochenta…
No os digo nada nuevo al decir que John Byrne era la superestrella de la época -que luego Alan Moore haya envejecido mejor ya es otra cosa, desde la óptica de aquellos tiempos era lo que había- y que es un animal territorial. Tanto en su obra como guionista en Marvel como en DC hay una fuerte motivación de «poner las cosas en su sitio» y hacer suyos los personajes de la editorial. Su proceso suele consistir en tomar a un personaje y redefinirlo hasta convertirlo en algo a su gusto. Ésto solía hacerlo en un principio con personajes como Lobezno en X-Men, aunque de vez en cuando se dejaba llevar por sus propias pasiones y se volvía loco por Ben Grimm, aunque si la etapa era lo suficientemente larga no tardaba en ir moviendo el foco sobre otros personajes como la Chica/Mujer Invisible, la Antorcha Humana o el propio Reed Richards. En el caso de los Vengadores y ya en su etapa como dibujante en los 70, el personaje que había picado su interés era nada más y nada menos que Wanda Maximoff, la Bruja Escarlata; para Byrne Wanda era un personaje con un potencial tremendo con el que básicamente se habían hecho muchas mamarrachadas, esto es, lo habían casado con una tostadora. Sin embargo y por otros compromisos, Byrne no pudo quedarse en Vengadores el tiempo suficiente para desfacer tamaño entuerto, con lo que el tiempo fue pasando…
Decíamos que estábamos en mediados de los ochenta y es el momento en el que John Byrne está escribiendo los 4 Fantásticos y su amigo Roger Stern Los Vengadores. Stern, que había compartido bastantes conversaciones sobre el tema con Byrne, compartía algunas de sus opiniones y tenía una extensísima hoja de ruta para los personajes en la que la Visión y la Bruja Escarlata eran tremendamente importantes. De hecho, aquella historia empezó en Avengers #238 cuando, tras una miniserie a cargo de Bill Mantlo que lo deja un tanto perjudicado -y a quién no- la Visión comienza un sofisticado proceso de reparación en Titán a cargo de la supuestamente benevolente IA que controla el planeta, Isaac. Ya fuera porque Isaac era un desastre responsable de la creación de Thanos (que digo yo que alguna culpa tendrá en ello, por mucho que digan que el chaval nació siendo malvado) o porque al juntarse con una máquina que se cree humano como es la Visión el pobre Isaac se volvió un poco reloco, la Visión empieza a tener unas tendencias Gran Hermano realmente preocupantes, proyectando una versión holográfica de si mismo por todos lados, volviéndose un maniaco de la vigilancia a todas horas y provocando la suspicacia de los demás Vengadores. Pero antes de que puedan hacer algo al respecto y reinstalarle el Windows, casi todos los Vengadores son exiliados por el Todopoderoso al planeta de las Secret Wars y la Visión se convierte en el líder de los restos del grupo durante todo un año. Y no, eso no es bueno.
Pronto nos enteramos de que, aun estando a casi mil millones de kilómetros de distancia, Isaac y Visión siguen en contacto, compartiendo banco de datos y planes para los Vengadores, planes que conllevan el crear el pánico sobre una amenaza absurda -los fantasmas del espacio, ya ves tú- en una lucha que solo los Vengadores deben liderar (ni SHIELD ni gaitas, que se esfuerza mucho en que él mismo sea la máxima autoridad en el asunto). Así, para cuando Los Vengadores vuelven de su exilio y al ver «lo bien» que se lo ha montado su amigo Vis, el sintozoide es nombrado líder del grupo -con una pequeña manipulación mental de nada, una tontería por el bien común- y se entregan alegremente a luchar contra los dichosos fantasmas, sin saber que su «amigo» en todo momento conspira para hacer algo mucho más grande, algo terrible, y para ello va amasando el máximo de miembros del grupo posible. Y por aquellos siniestros derroteros iba la serie de los Vengadores cuando, aprovechando la situación y como Mark Gruenwald le pedía insistentemente una miniserie sobre los Vengadores, Roger Stern aprovecha para escribir como los ambiciosos planes de la Visión le hacen crear una sucursal de Los Vengadores en la costa oeste de EEUU, y así es como se crean los malamente traducidos por estos lares como Los Nuevos Vengadores.
Los Nuevos Vengadores no iban a ser una serie regular ni mucho menos, la idea de Stern -que llevaba ya casi 5 años en la serie- era hacer la serie limitada para sacar a ciertos personajes de la serie regular y poder darle a cada uno de ellos el tiempo que merecían, para recuperarlos más tarde en la serie principal. Sus planes, como decía, llevaban cosa de un año de adelanto y la idea era tener un plantel rotatorio según las necesidades de cada historia y de cada personaje; a su manera, los planes de Stern eran tan ambiciosos como los de la Visión, y así es como el éxito de West Coast Avengers y el regreso de Steve Englehart a Marvel le pilla completamente con el pie cambiado; aunque estaban contentos con el trabajo de Stern en la serie, en Marvel eran conscientes de que Englehart era el gran guionista de los Vengadores, por lo que deciden unilateralmente y a traición darle a Englehart una serie regular del grupo. Stern no pensaba que los WCA fueran algo permanente, para él eran un apaño temporal, una historia concreta con un principio y un final, una muestra más de la paranoia y obsesiva vigilancia megalómana de la Visión. Y de repente se quedaba sin Iron Man, sin Ojo de Halcón, sin Tigra y sin tantos personajes…
Si Roger Stern hubiera sido su amigo John Byrne, habría pegado la espantada. Y no nos engañemos, es probable que el trato a su amigo fuera una de las razones de la espantada posterior del propio Byrne. Sin embargo, Stern siguió como pudo con sus planes, y la locura y engaños de la Visión fue en aumento hasta el número 252 de la serie en el que pierde del todo la cabeza. Por supuesto y siendo Stern un tipo cabal y gran profesional, no os creáis ni por un momento que la transformación de Visión en tarado fue directa a pesar de la influencia de Isaac, el personaje tiene dudas en todo momento y sufre por las decisiones que va tomando, siendo el detonante final de su megalomanía la histeria antimutante contra su esposa y la destrucción de la casa de ambos en Leonia por parte de gentuza intolerante que, curiosamente, el mayor problema que tienen es que Wanda sea mutante y no el que Visión fuera una cafetera. En fin, tanto da, lo importante es que para el final del cómic Visión ya pierde la chaveta del todo, envía a los Vengadores en una misión de distracción para que le dejen llevar a cabo su plan y para el número 253 se convierte en un ser incorpóreo que con la inestimable colaboración de Isaac toma el control de todos los sistemas militares del mundo. Para asegurar la paz mundial, dice el hijobatidora.
Por supuesto, para el número siguiente los Vengadores hacen entrar en razón a la tostadora confusa, y Visión renuncia a su control mundial y al liderazgo de los Vengadores, entregándose por completo a las autoridades como único responsable del «breve apagón» de los sistemas de defensa de todo el planeta. Sin embargo y más allá de un general pidiendo sangre de androide en el número siguiente, las consecuencias para la Visión no acaban de verse, y el arranque de la segunda miniserie de La Visión y la Bruja Escarlata manda al traste con todos los planes de Stern, porque también le arrebatan a dichos personajes. Así, la miniserie de Englehart y Howell desprecia por completo la situación anterior, no explorando el daño moral que haya podido sufrir Wanda al ver como su esposo la traicionaba, las consecuencias para Visión (vamos, ningunas) y mostrándolos queriéndose mucho como si no tuvieran el menor problema en el mundo. Un esperpento que muchos en su día ya quisimos ver arder, pero solo uno entre todos nosotros tuvo el poder de hacerlo y solo él lo hizo. Su nombre es, como no, John Byrne.
Y vaya si tenía razones Byrne para querer sangre, porque si bien sus propias espantadas no tenían mucho sentido, el daño a su amigo Rog lo justificaba todo, ya que no solo había sufrido interferencias en su trabajo en Vengadores, si no en Spiderman también y hasta en una miniserie torticera que se montó en la que se pegaban Vengadores y X-Men cuyo último número se lo cambiaron de arriba a abajo y sin avisar. Harto de la situación, Stern y Byrne pegaron la espantada un año después, y los dos recalaron en DC Comics. revitalizando sus personajes como buenamente pudieron. A la larga, Marvel perdía más con la marcha de Stern que con la de Byrne, porque aunque éste último volvió según se enteró de que Jim Shooter había sido despedido, Stern tardó muchísimo más en hacerlo y solo de forma puntual. Pero eso ahora mismo nos da igual, lo importante es que John Byrne volvió a Marvel y la venganza estaba a punto de comenzar…