Hay gente a la que en realidad no le gustan los videojuegos pero que los juega para implicarse más en la historia. Es la misma gente que disfrutaría con la sinestesia de algunos poetas y novelistas, los que buscan sumergirse en la trama como un personaje más y… En definitiva, hablamos de los flipaos de Star Wars que juegan a Jedi Fallen Order no porque les interese el juego en sí, si no porque es Star Wars y quieren sentirse como un caballero jedi. Y quién los puede culpar…
Me vais a perdonar si os esperáis una reseña o una crítica del juego, pero entenderéis que, a diferencia de otros que supuestamente se dicen críticos y te cuentan su vida, yo intento ser honesto y deciros que siendo esta como es mi esquina, tengo derecho a hablar de lo que me de la gana, y jugando como he estado jugando a Star Wars Jedi Fallen Order, me he inspirado tela y me he puesto metafísico -y de alguna sustancia exógena hasta las cejas igual también, aunque mi cuerpo es un templo jedi y suele generar estas cosas endógenamente, desequilibrios químicos que tiene uno-, llegando a la conclusión de que los videojuegos de Star Wars respecto a los demás tienen como única característica destacable la de arrancarnos de nuestra propia mortalidad -y nuestra razón- para llevarnos a ese estado intermedio entre la infancia y la madurez que algunos llamarían síndrome de Peter Pan pero que yo llamo haberse quedado en la adolescencia varado y no querer salir de ahí. Y mira, meterse ahí de vez en cuando es bueno, porque en el fondo nos hace ver las cosas con perspectiva y nos sirve para limpiarnos los chackras sin creernos ninguna mamarrachada mística sacacuartos -aunque sí, es cierto, hay una religión jedi y Star Wars en su conjunto es todo un sacacuartos, para que engañarnos-.
Jedi Fallen Order es un videojuego de Star Wars que si hubiera aparecido hace quince años lo habría echado a los perros, y hace veinticinco no veas. Habría dicho «joder, este juego es pa flipaos, lo que mola es Jedi Knight» y no me habría equivocado. Jedi Knight (el Dark Forces II de 1997, que no el Jedi Outcast que ya vino después) tenía 16 niveles enormes en los que te podías perder, 9 armas a tu disposición más sable láser a los que se sumaban los poderes de la fuerza del lado luminoso y el lado oscuro, dos finales diferentes que cambiaban los últimos niveles del juego según te fueras al lado oscuro o al luminoso, un porrón de secuencias de video con actores reales que daban un poco de grimita pero que cuando llevas catorce años sin que se estrene una película de La Guerra de las Galaxias sabían a gloria bendita… Mientras que Jedi Fallen Order tiene cinco planetas (tres grandes en los que te puedes perder y dos chiquitajos más bien lineales, más otros dos que son un pasillo completamente lineal) y el único arma que puedes usar es el sable láser y varios poderes de la fuerza que vas desbloqueando sin posibilidad de irse a un lado o al otro. Vamos, que sobre el papel es peor juego.
Y sin embargo pasa como con las secuencias de video del Jedi Knight original, que nos damos con un canto en los dientes porque llevábamos 14 años sin un juego decente de Star Wars que llevarnos a la boca, y ojo que la decencia de ese juego ya se puso en duda en su día porque al fin y al cabo Republic Commando era bastante cortito y lineal (que ojo, a posteriori salieron The Force Unleashed 1 y 2, pero la decencia de ese juego no solo la cuestiono, la niego rotundamente). Ha sido la sequía tan grande que hemos aceptado sin ninguna pega la campaña de Battlefront II (mea culpa, sí) y hasta Empire at War nos parecía un gran RTS cuando en realidad no era para tanto. Jedi Fallen Order llega inspirándose ampliamente en los Dark Souls y endosándole al jedi un estilo de combate que no le pega en nada -los poderes de la fuerza se recargan matando enemigos, algo mucho más sith que jedi- y jugablemente en eso no tiene nada reprochable, con gráficos al nivel de lo que se ve en las consolas de hoy en día y una trama y personajes que si bien no son para echar cohetes, funciona. No es un KOTOR, no es un Dark Forces ni un X-Wing, es un juego de Star Wars que está bien, que nos satisface esa necesidad peterpaniana y cuando lo acabamos seguramente pasaremos a otra cosa sin que nos haya parecido el juego de nuestra vida.
Porque claro, la sombra de la LucasArts de los 90 es muy alargada. Star Wars, a diferencia de otras licencias cinematográficas, tiene en su haber una de las mejores recreativas vectoriales de los 80 -pionera en muchos aspectos- y otras dos en los 90 realizadas por Sega, más la serie Xwing, la ya mencionada Dark Forces y hasta marcianadas como Rebellion que me encantaron en su día. Y sin embargo y según llegó el siglo XXI, todo eso se acabó. Lucasfilm entró en franca decadencia y los juegos de Star Wars empezaron a ser realizados por terceros como Raven, Bioware u Obsidian en el mejor de los casos. En el peor… Mejor no hablar.
Tampoco quiero que nadie se lleve a engaño, Jedi Fallen Order es un buen juego para lo que hay hoy en día en el mercado, pero es uno de esos juegos que te hacen cuestionarte hasta que punto los costes de producción han influido para que los videojuegos triple a, «los de graficazos», se vean obligados a ser más cortos, más lineales, solo para no pasarse del presupuesto ni del tiempo de desarrollo. Si una multinacional como EA, con todo su músculo económico, no puede hacernos un juego tan largo y variado como los juegos de los 90, está claro que jugablemente hemos ido para atrás. Y sí, se que alguno me dirá que el combate de Jedi Knight/Jedi Outcast era arcaico y que prefieren el rollo Souls de Jedi Fallen Order, pero es que el combate a sables de Jedi Outcast era insuperable. ¿La pega? Que se hacía con teclado y ratón, y nunca llegó a adaptarse muy bien a los mandos de consola. ¿Quiere eso decir que no podría adaptarse jamás? No, en absoluto. De hecho creo que podría hacerse, el problema es que nadie quiere gastarse 100 millones para desarrollar un videojuego y jugar a la ruleta rusa con la jugabilidad, con lo que prefieren tomar como referencia el juego de espadazos más popular del momento -Dark Souls- y jugar sobre seguro, renunciando a poner al día lo que funcionó tantos años antes.