La semana pasada por fin terminó la larga espera (que se me estaba haciendo eterna) y Stranger Things volvió a televisión de la mano de Netflix. Pero aunque para mi esta serie había sido sin duda la mejor serie de todo el 2016 (y una de las mejores de las ultimas décadas) había dejado el listón tan alto que me preocupaba mucho que los hermanos Duffer no fuesen capaces de superarse a si mismos y este regreso fuese en mayor o menor medida una decepción. Por suerte esto no ha sido así y aunque la serie ha perdido el impacto de la sorpresa inicial, esta segunda temporada ha satisfecho con creces todas mis expectativas y de nuevo me ha dejado con ganas de mas. Y aunque tratare de soltar el menor numero de SPOILERS posibles (que esta es de esas series que es mejor ver sin saber nada) inevitablemente caerá alguno que otro, así que cuidado.
Ha transcurrido un año desde que el pequeño pueblo de Hawkins en Indiana sufrió la invasión de un monstruoso ser de otra dimensión, un niño del pueblo quedase atrapado en aquel lugar infernal y todos fuesen salvados (la mayoría ignorando ese hecho) por una niña inocente, victima de un despiadado experimento gubernamental, que se sacrifico por ellos. Unos eventos que aunque pasaron desapercibidos pro la mayoría de la población, gracias en parte a la ocultación por parte del gobierno, han dejado profundas heridas que aun no han cicatrizado del todo en algunos de ellos. Pero las fronteras entre ambas realidades se han debilitado de nuevo y la humanidad esta en peligro una vez mas, solo que esta vez quizás no haya nadie capaz de detener la invasión…
Con lo mucho que había disfrutado de la primera temporada de Stranger Things, me daba pánico enfrentarme a su continuación, ya que no había forma de saber si Matt y Ross Duffer serian capaces de continuar con los buenos resultados de su propia creación y no ofrecernos un simple refrito de lo que ya habíamos visto. Por suerte lo suyo ha resultado no ser producto de la suerte sino de mucho talento y esta segunda temporada, pese a algún pequeño bache que otro, ha estado a la altura de lo que yo y muchos otros esperábamos de de ella.
La serie ha retomado los cabos sueltos que quedaron de la temporada anterior y los han ampliado para mostrarnos una amenaza mucho mas terrorífica aun que el Demogorgon, la evolución de unos personajes que casi parecen reales, seguir jugando con las expectativas del espectador a base de subvertir estereotipos, incontables guiños y homenajes a la cultura popular de la década de los 80, incluyendo algún que otro pequeño papel interpretado por clásicos del cine de aquellos años y algunas canciones que difícilmente podrían ser mas adecuadas para los momentos a los que acompañan (la ultima canción que suena en el ultimo episodio ES perfecta) y pos supuesto muchísima nostalgia. Y todo perfectamente integrado en la trama sin que de la impresión de que nos encontremos ante un collage armado de cualquier manera.
Pero el punto fuerte de esta serie sigue siendo su impresionante casting. Los ya algo menos niños siguen siendo lo mejor de la serie, destacando sobre todos ellos una impresionante Millie Bobby Brown que en su papel de Eleven sigue demostrando un talento increíble para su edad y a la que vemos aquí hacer evolucionar a un personaje tremendamente trágico que lo único que quiere es que la dejen ser una niña normal. Y sin querer desvelar demasiado de la trama, la nueva relación que se ha establecido entre ella y otro personaje de la serie ha sido oro puro.
Y aunque a su lado es fácil quedar eclipsado, sus compañeros de reparto Finn Wolfhard (Mike), Gaten Matarazzo (Dustin) o Caleb McLaughlin (Lucas) quienes pese a todo saben aguantar el tipo y hacen que nos replanteemos mucho ese viejo tópico del cine de que no se puede trabajar con niños. Un reparto del que no podemos olvidar a Noah Schnapp como Will Byers, quien en esta temporada por fin tiene un papel mas relevante que en la anterior y compartir protagonismo con sus compañeros (el pobre no tuvo tiempo de lucirse mucho) teniendo en esta segunda temporada un par de escenas de esas de quitarse el sombrero.
Pero aunque los niños se llevan buena parte del protagonismo y de forma mas que merecida, seria muy injusto no destacar a los dos adultos que a efectos prácticos son casi los “padres” del grupo, el Sheriff Hopper (David Harbour) y Joyce Byers (Winona Ryder). Dos personajes rotos por la tragedia que han ido recomponiéndose poco a poco y que son el mejor ejemplo de “padres coraje” que he visto en mucho tiempo en la ficción, dispuestos a bajar al infierno si es necesario con tal de proteger a los “suyos”. Dos personajes que han lanzado al estrellato a David Harbour (me muero de ganas por verle en la piel del nuevo Hellboy) y relanzado la de Winona Ryder, quien nos ha dejado claro aquí que aun le queda cuerda para rato.
Tampoco no podemos olvidar la introducción de dos nuevos personajes, el Doctor Owens de los Laboratorios Hawkins, interpretado por Paul Raiser al que muchos recordaran mejor como Burke en Aliens y Sean Astin, como Bob, quien por mucho que algunos se empeñen en las redes sociales por recordarle solo como Samsagaz Gamyi, teniendo en cuenta el contexto de la serie me he tomado casi como un insulto que no se diga mas alto que es Mickey Walsh, líder de los Goonies y aquel que encontró el tesoro de Willy el Tuerto. Dos personajes que reflejan a la perfección ese afán de los hermanos Duffer de jugar con nuestras expectativas y que son mucho mas de lo que parecen a primera vista.
Y aunque esta serie tiene abundancia de personajes entre los que escoger, no puedo evitar destacar lo muchísimo que he disfrutado con la evolución de Steve Harington (Joe Keery) a lo largo de estas dos temporadas. Cuando lo vimos por primera vez no era mas que el típico “chulo” de instituto, un tipo chulo y superficial que parecía que no era mas que otro estereotipo con patas sacado del cine ochentero. Pero ya en la primera temporada vimos como era mucho mas que eso, alguien tremendamente valiente y desprendido que ahora se ha ganado con creces el que le consideremos un héroe. Un personaje del que ademas es genial esa relación fraternal que se ha desarrollado entre el y Dustin, los únicos hijos únicos del reparto juvenil de la serie, y que ha sido uno de mis elementos favoritos de la temporada.
Pero ha sido una temporada que pese a todo ha tenido algún pequeño bache que otro, ese séptimo episodio que ha dejado descontento a tanta gente. Un episodio que aunque no es malo por si solo, y no solo sirve para hacer avanzar la evolución de uno de los personajes principales, sino que planta las semillas de lo que probablemente sea la trama de la tercera temporada, rompe en cierto modo el ritmo de la serie al contarnos una historia aislada del resto de la trama y personajes, algo que ha provocado el rechazo de muchos espectadores. Y aunque a mi no me ha molestado tanto como a otros, no puedo evitar pensar que quizás hubiese funcionado mejor repartiendo esta trama en dos o tres episodios alternándolos con la trama general de la serie. Pero sinceramente, una serie de la que lo peor que puedo decir es esto sigue siendo una grandísima serie.
Y podría decir muchísimo mas de esta temporada, casi dedicarle una semana temática, pero nada de lo que yo pueda escribir estaría a la altura, así que lo mejor es dejarlo todo a un lado un par de días y viciarse a ver los nueve episodios de esta nueva temporada (no como Diógenes que como es algo inhumano y sin corazón como si hubiese nacido en el Upside Down aun no se ha puesto a verla) un visionado que nos dejara con un vacío por dentro que no se llenara hasta que Netflix estrene la que probablemente sea mi serie favorita de 2018…(¡¡¡allá vamos, 1985!!!)