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Rogue One (SPOILERS): WITNESS ME!

¿Que le pedimos a una película de La Guerra de las Galaxias? ¿Le pedimos que sea una gran película, que nos entretenga, que sea El Imperio Contraataca? ¿O sólo queremos un baño de nostalgia que no ofenda demasiado a nuestra inteligencia? A estas alturas, cada uno se ha hecho una idea muy distinta de lo que debe ser «Star Wars», con lo cual es complicado convencer a todos. Así que voy a hablar de Pícaro Uno sin pensar en la nostalgia, en los pelos como escarpias cuando suena la Marcha Imperial o cuando los Alas X se colocan en posición para derrotar a un enemigo aparentemente invencible.

Si es que los pobres protagonistas de Rogue One son ninguneados hasta por las críticas que ponen bien la peli, que todos piensan en el Imperio…

Lo primero que debo decir es que todos los que no hayan visto la película se larguen de este post y no vuelvan hasta haberla visto. ¡Fuera, fuera! ¡Fuera de este post, para hablar ya tenéis el otro que no tiene spoilers! ¡Si queréis reventaros la película os vais a wikipedia, pero aquí no quiero angostos comentarios de marisabidillos sin criterio! Bueno, ahora ya podemos sentarnos a hablar tranquilamente y soltar todos los SPOILERS que nos de la gana, como el de los huevos de la gente de Lucasfilm para meter al Gran Moff Tarkin como uno de los antagonistas principales de la película, y para colmo hacer que su presencia sea fundamental en ella. Cuando aparece por primera vez en la película está de espaldas a la cámara y parece que sólo va a tener un pequeño cameo de su nuca, pero entonces empieza a hablar, y a hablar, y a hablar y de repente se da la vuelta y… Bueno, digamos que los que no notaron el cgi pudieron disfrutar de la resurrección del gran Peter Cushing mientras que los que lo notaron tuvieron que hacer un esfuerzo en no hacerlo y en no pensar que Peter Cushing lo habría hecho mucho mejor. Pero lo cierto es que Tarkin es necesario para contar esta historia, y aunque tal vez habría sido mejor el contratar a otro actor y jamesbondizar la serie tal y como están haciendo ya con Han Solo, lo cierto es que hay tanto esfuerzo en «compatibilizar» Rogue One con la película de 1977 que uno no deja de comprender que se haya optado por esta opción.

«-El MVP de la peli soy yo. -No, soy yo. -Cállate que tu lo único que hiciste fue vacilar de sable láser y mierdas. -Jo, vas a ir a Palpa.»

Y es que siendo como es uno de los temas de la película dirigida por Gareth Edwards el del sacrificio, lo cierto es que Rogue One se sacrifica en favor de la película ahora conocida como «Episodio IV». Toda la trama se vuelca en mejorar el guión original de Lucas, tratando de enriquecer a los personajes de Vader y Tarkin, explicándonos cómo llegó la Rebelión a la situación en la que empieza la trilogía y dejándonos claro que el revulsivo que supuso la irrupción de Luke Skywalker era muy necesaria. Rogue One no es una historia de héroes carismáticos con una sonrisa profiden, porque es una película de guerra y como tal habla de los machacas, de los soldados anónimos que se sacrifican por un bien mayor. De gente que se ve contra la espada y la pared, que preferiría estar haciendo otra cosa pero a la que la opresión del Imperio le está forzando constantemente a actuar de una u otra manera. Esa claustrofobia del régimen se nota en todos los personajes, desde los líderes rebeldes que no se acobardan ante la Estrella de la Muerte hasta los líderes imperiales como Krennic que machacan y son machacados por un sistema que no cree en nada ni en nadie más que en el Emperador.

«-Ha dicho el Emperador que no le deprima al Ani, que todavía le dura la depresión por las precuelas.»

Cassian Andor lleva más de veinte años luchando contra el Imperio, recibiendo órdenes de la Rebelión sin cuestionar y hace mucho que ha dejado de fiarse de nadie. Imwe y Malbus, los whills, son reliquias con una fé ciega en la fuerza que Imwe mantiene contra viento y marea a pesar de que Malbus ya es más partidario de crear sus propios milagros. Saw Guerrera va un paso más allá en la deshumanización que ha sufrido Cassian y se ha convertido poco a poco en el monstruo contra el que lleva luchando, llegando a necesitar respiración asistida al más puro estilo Darth Vader. Y luego está la propia Jyn Erso, una niña a la que todos sus padres abandonan y que lo único que impulsa a meterse en todo este fregado no es el reencontrarse con su padre biológico o su padre adoptivo, si no el conseguir empezar de cero en otro lado y así escapar de su propia vida.

«-¡Yo también salí en las precuelas y no me quejo ni la mitad! ¡Si es que no me dieron ni una miserable línea! ¡A mí!»

Los Imperiales no lo tienen mucho mejor, porque Krennic trata desesperadamente de mantener el control de una Estrella de la Muerte para la que lleva años trabajando y que sabe que Tarkin se la va a arrebatar, el propio Tarkin busca constantemente una forma de aniquilar a Krennic porque no quiere competencia posible y Darth Vader lleva más de veinte años siendo un esclavo de un Emperador al que odia. El mismo Bodhi Rook, el piloto imperial que decide desertar para entregar el mensaje de Galen Erso a los rebeldes, no deja de hacerlo porque su propia conciencia le impide seguir formando parte de semejante obscenidad y porque probablemente sepa que para el Imperio su vida vale menos que el secreto de la creación de la Estrella de la Muerte. Y luego está Galen Erso, el padre de Jyn, que es consciente de que en el momento en el que Krennic sepa que ya no le es necesario, también se lo quitarán de en medio, por lo que decide sacrificar más de diez años de su vida para crear una vulnerabilidad en la estación que los rebeldes puedan explotar en la siguiente película.

«-Vale, estoy dispuesto a que seas el MVP, pero que conste que es sólo porque dudo que vayas a salir en otra peli y a mi me van a dar una para mi solo fijo.»

A medida que avanza la película vamos viendo como se pasa lentamente de ese «realismo duro» a la fantasía de la película de Lucas, con Jyn haciendo que Saw recupere la cordura y se de cuenta de hasta donde ha llegado su locura, con Cassian desobedeciendo la orden de sus jefes de matar a Galen Erso y con la propia Jyn reencontrándose con su padre y dándose cuenta de que, joder, el hijo de puta de Krennic -y el Imperio- han destruido sus vidas sólo para crear esa abominable estación espacial y si no hace algo todo el sufrimiento de sus seres queridos no habrá servido de nada. Y de repente se ve necesitando dar un discurso ante los líderes rebeldes más inspirado que el de Braveheart, pero a diferencia de Leia o Luke ella es humana y fracasa. Esto es Rogue One, y la gente tiene demasiado miedo, y algunos líderes rebeldes no confían en la historia de Jyn y deciden no asaltar la base imperial que guarda los planos de la Estrella de la Muerte. «La Rebelión se ha acabado» dice alguno, y todo parece irse al cuerno. Muchos espectadores dan en ese momento la película por fracasada, porque ni Jyn ni los whills ni Cassian o siquiera el droide K-2SO llegan a tener el carisma de los protagonistas de la trilogía o de los de REBELS. Pero es en ese momento en el que Rogue One se transforma en una historia de héroes.

«-No, si encima el idiota de Ani tendrá razón, que a mí solo me han dado una novela mugrosa con una trama parecida a Colega, ¿dónde está mi coche?»

Porque el tramo final de la película saca lo mejor de cada uno y esto se convierte en la Star Wars que todos conocemos. Y es que hasta ahora los personajes han sido «muertos en vida» que se arrastran por la trama como el Rick de Humphrey Bogart en Casablanca, gente derrotada y cansada de luchar. Pero Cassian Andor y algunos rebeldes han descubierto que desobedecer órdenes a veces es lo correcto -si soy un rebelde, yo me rebelo- y deciden infiltrarse ellos solos en el centro de datos imperial de Scarif, donde justo acaba de llegar un Krennic al que acaban de arrebatar para siempre la Estrella de la Muerte y cuya única esperanza de recobrar su status yace en terminar con todas las filtraciones de Galen Erso. Y entonces llegan las tortas, y todo ya es espectacular. Porque, decía, esto ya es Star Wars, y la banda sonora de Michael Giaccino empieza a recuperar cada vez más y más los temas originales de John Williams. Y mientras Jyn Erso y Cassian empiezan a robar el disco duro con los planos de la Estrella de la Muerte y una flota rebelde al completo desoye al consejo y empieza a atacar Scarif inspirada por el ataque de Rogue One, de repente la película se para y te recuerda que Star Wars no es la historia de Jyn, de Cassian o del droide K-2SO. Y los héroes empiezan a morir, uno tras otro. Primero se sacrifica el droide, el único recurso cómico de la película, el personaje que «se puede reparar y quedar perfectamente para una secuela». Luego muere Chirrut Îmwe, el de la fe inquebrantable en la fuerza. Cae Bodhi Rook, el piloto arrepentido, y Baze Malbus, el otro whills. Pilotos rebeldes siguen muriendo, tropas de ambos bandos caen una tras otra y hasta volvemos a ver viejos conocidos como al Líder Rojo, el que luego liderará el asalto final a la Estrella de la Muerte.

«-Puto James Luceno, y encima está en la continuidad nueva…»

Pero entonces llega la Estrella de la Muerte, llega Tarkin. Y cuando Jyn Erso ha conseguido robar los planos, transmitírselos a la flota rebelde y hasta se ha enfrentado a un Krennic desesperado que comete su última estupidez al tratar de encargarse de Jyn personalmente, el Gobernador Tarkin le dice a sus subordinados que disparen cuando estén listos, borrando por completo del mapa a Krennic, a Jyn, a Cassian Andor y -hipotéticamente- toda posibilidad de que los rebeldes consigan huir con los planos. Porque esto es Rogue One, y la fantasía y el final feliz está reservado para otros. Porque los rebeldes supervivientes tratan de huir como pueden del ataque de la Estrella, pero cuando de la nada aparece el Destructor Estelar Devastador y Darth Vader en persona toma conciencia de que los rebeldes siguen teniendo los planos, entra en persona en la nave capital de los rebeldes y empieza a reventar a todos y cada uno de sus tripulantes, en una orgía de destrucción y muerte que nos recuerda que hubo un tiempo en el que Darth Vader era uno de los mayores villanos de la historia del cine. Vader camina por unos pasillos tenebrosos con la única luz de su sable láser, trinchando desapasionadamente a unos aterrorizados rebeldes cuyos gritos consiguen helar la sangre hasta al espectador de neurona más distraida. Y sin embargo fracasa, porque la pequeña corbeta corelliana de la Princesa Leia se lleva los planos en el último momento y la película ya enlaza directamente con la historia que todos conocemos…

«-Pues a mi Luceno me gusta, me hace muy badass. -Tú que sabrás, si no eras nadie hasta El Imperio Contraataca.»

Y esto es Rogue One, una historia de gente completamente anónima, de los reclutados forzosamente para una guerra en la que no quieren tomar parte y de los buscadores de gloria ilusos que no son conscientes de que el sistema está trucado y siempre ganan los mismos. La película se integra perfectamente como prólogo de la trilogía original y sirve como reverso oscuro de ella, tomando como referencia clásicos del cine bélico como Doce del Patíbulo, Los cañones de Navarone o a directores como Spielberg o Peckinpah, pero sin olvidarse de elementos de la saga menos conocidos como los videojuegos de Rogue Squadron, KOTOR o hasta los gloriosos simuladores de Xwing y TIE Fighter (ese pedazo plano del destructor de Darth Vader saliendo de la nada es algo que me ha pasado un millón de veces en esos juegos, ¡lo juro!), todo esto sin olvidar la referencias más que directas a Star Wars Rebels (¡Chopper 4 President!), esa serie de animación todos deberíais estar viendo ya y que se desarrolla en una época muy cercana  a la de esta película.

«¡Y luego vas y palmas en el Retorno del Jedi y hacen las precuelas horrorosas esas, y desde entonces llevas 30 años siendo un puto meme!»

¿Cual es mi conclusión sobre Rogue One? Pues ante todo, que la fotografía de Greig Fraser es acojonante, y consigue entremezclar las referencias a la trilogía original con algunas de las escenas más oscuras que se recuerdan en una una carta de amor sin condiciones al cine de los 70/80 y a La Guerra de las Galaxias en particular, un sentimiento que comparto plenamente y en el que Gareth Edwards se apoya para orquestar toda esta película. Porque aunque Orson Krennic no llegará nunca a ser un villano memorable, el guión de John Knoll y Gary Wittha lo convierte en el perfecto personaje secundario para el ascenso a la gloria del funcionario desapasionado y cruel que interpretaba el inconmensurable Peter Cushing en los años 70, el Gran Moff Tarkin. Porque Rogue One es la historia de los machacas de la Alianza Rebelde y el Imperio Galáctico, y Krennic, por muchos aires que se de, está destinado a ser uno de tantos oficiales incompetentes a los que se le atragantan sus ambiciones a los pies de Darth Vader. Son esos oficiales imperiales estrangulados los que crearon en parte la leyenda del personaje, y son ahora los que borran por completo el mal recuerdo de la arena que era tosca y se metía por doquier. Darth Vader ha vuelto, y su despiadado sentido del humor también. Pero tampoco nos equivoquemos, porque Rogue One no es una película que sólo tenga valor dentro de la serie, y es que el grupo de perdedores y auténtico escuadrón suicida de Jyn Erso logra subvertir nuestra concepción de la franquicia y se atreve a morir en Scarif para hacer que Rogue One sea una película con su propia identidad y mensaje. Porque Rogue One, como decía más arriba, es una historia de gente sin esperanza y muerta en vida que sólo vuelve a sentirse viva cuando está a punto de morir, cuando finalmente hacen lo correcto, y aun así su tragedia es la de ser simples teloneros de los verdaderos protagonistas de una historia que está por llegar.

«-Si es que a mi esto de matar no me va tanto, pero dime si no como voy a acojonar después de perder mi dignidad en las precuelas…»

Pero ojo, que como buenos teloneros, Rogue One se lo pone complicado al acto principal y triunfa. Y triunfa con unos actores que no hacen unas interpretaciones exageradas o excesivas como estamos tan acostumbrados hoy en día, los actores protagonistas construyen unos personajes cansados y que llevan todo el peso del mundo (o de la galaxia) sobre sus hombros. Felicity Jones no se comporta como «la chica» y Diego Luna no es el enésimo héroe/galán, los dos son gente obligada a hacer lo que hace sin saber muy bien que tiene hacer e improvisando a cada paso. Y eso es lo curioso de todo esto, que Gareth Edwards se dió cuenta que la clave de Han Solo estaba en exactamente eso, en colocar a gente normal en situaciones extraordinarias que le sobrepasaban. Es precisamente esa parquedad gestual pero no interpretativa otra de las razones por las que Rogue One es una película que mejora con cada visionado, con un montaje sorprendentemente bueno que hace que la película se te pase volando y redondea esta carta de amor a la obra de George Lucas que creo que vamos a disfrutar a fondo durante muchos años…

¡Chopper es canon!

Y si, al final todos mueren. Por si a alguien se le ocurre decir que Star Wars se ha «disneyficado» y esas soplapolleces sin criterio, vaya.

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