Voy a ser directo: la gente es imbécil. Bueno, no toda. Alguna. Afortunadamente, no hay tantos imbéciles. Siempre nos parece que hay demasiado imbécil porque son los que hacen más ruido, pero la mayor parte de la gente no se levanta por la mañana y piensa en que el Increíble Hulk debería ser ortopedista como el, porque no hay ortopedistas en el mundo del cómic. O que Tornado Rojo tiene que tener relaciones sexuales con una planta porque a él le pone cachondo el ficus de la oficina. Esa estupidez tiene una raíz sencilla basada en confundir los conceptos de identificación y empatía. Vamos a explicar que es identificarse y luego vamos con la empatía…
Identificarse es lo que hacía Rafael Martín (nombre totalmente elegido al azar, lo juro) con Spiderman; el hombre de crío leía los cómics de Lee y Ditko que Vertice mancilló con sus perversas ediciones, y como el Peter Parker de aquellas historias tenía más o menos su edad, sentía una afinidad tremenda con el personaje y sentía como suyos muchos de sus traumas. A medida que fueron pasando los años y Peter pasó del instituto a la universidad, la ilusión de que Spiderman era el alter ego de Rafa se mantuvo, hasta que llegados los ochenta la realidad se impuso y el pobre lector se dio cuenta de que Peter Parker tenía más de Peter Pan que de Rafa, porque el personaje no envejecía y eso de que se casara con una supermodelo pelirroja no era algo de «chico normal de la calle, eterno perdedor» -aunque a buenas horas se enteró el hombre, que para entonces Peter ya se había zumbado a montones de chavalas con un tipazo estupendo-. Daba igual que a Peter Parker le hubiera matado la novia el Duende Verde y a Rafa no, había una identificación de él con el personaje hasta tal punto que a Rafa le jodía cualquier separación de Spiderman respecto a la imagen que tenía de si mismo. El hecho de que Peter tuviera poderes podía ser algo que no tuviera el lector, pero era algo totalmente perdonable porque muchos sentían eso como una fantasía personal cumplida.
La empatía es algo más sano porque, aunque literalmente es un sentimiento de identificación, se basa más en entender al prójimo y sus emociones y no tanto en asumir que es como nosotros o que directamente es nosotros mismos. Pongamos que Cristiano Ronaldo (o Lionel Messi, no soy de ninguno de esos dos equipos de millonarios) se pone a leer Wonder Woman, por sorprendente que parezca. El caso es que nuestro lector empieza a conocer la historia del personaje, su trasfondo y sus emociones, y las entiende porque el personaje esta bien escrito y tiene coherencia respecto al mundo que le rodea (lo sé, es algo complicado de ver en Wonder Woman, pero haced un esfuerzo). Estamos hablando de que las motivaciones de Diana para ir al «mundo de los hombres» tienen sentido y las reacciones del entorno al que se enfrenta son lógicas, con lo que el lector es capaz de percibir las emociones del personaje y disfrutarlas. Puede que hasta nuestro lector sea demasiado empático y llore cuando Wonder Woman muere en Crisis -porque muere para siempre y no resucitará jamás, os pongais como os pongais-, pero lo que nuestro lector nunca hará será pedir que Wonder Woman sea futbolista porque CR7 es futbolista. CR7 empatiza con Diana y no necesita identificarse con ella, porque para eso ya tiene un espejo.
Llegados a este punto, hay que dejar claro que aunque Rafael Martín se identificó con Peter Parker, el hombre se hizo mayor y se dió cuenta de que el personaje debía ir por su lado y el lector por el suyo. Sin embargo, Rafa podría haberse enajenado cosa mala. Rafa podría haber tenido internet en los 80 y, en vez de hackear el pentágono para jugar a las damas, se podía haber puesto a escribir fanfics en los que él era Spiderman. O en los que Peter Parker era de su barrio, cualquier cosa. La cuestión es que cuando te identificas con un personaje te estás creando una imagen del mismo que no es la real, es «lo que te cuenta el cómic» más todo lo que tú y solo tú le atribuyes al personaje porque te identificas con el. Y ahí está el meollo del asunto, que hay gente que cree que los personajes de las historias que leen -y hasta sus autores- tienen que ser como ellos para que puedan identificarse con ellos. Carecen de la empatía suficiente como para percibir los sentimientos ajenos, su inteligencia emocional probablemente sea la de un estropajo de esparto. Hacen suyos los personajes y crean su propio canon, demandando que el personaje sea como ellos quieren porque los demás no tienen ni puta idea o peor, son cerdos fascistas orcos asesinos de Bambi.
Lo peor de todo esto es que el identificarse es algo que acaba desembocando en el «marysueismo» -esas waifus y esos husbandos-, y que este fenómeno no solo ocurre entre los fans, si no que también entre los profesionales. Para mí un ejemplo muy claro es lo que comentábamos hace poco de Jonathan Hickman con el Doctor Muerte, un personaje que a mí también me encanta y por el que alicataría mi barrio con motivos latverianos si pudiera, pero soy consciente de las debilidades del mismo y de hasta donde llegan sus limitaciones. Por mucho que nos guste el Joker no podemos dejar que mate a Batman, ni que Luthor acabe con Superman. La brillantez de Victor Von Doom está fuera de toda duda, pero su propio ego y su incapacidad de admitir en Reed Richards a un igual -o incluso un superior- es lo que ha acabado por hacer de el un personaje humano y el villano más interesante de Marvel. A los fans del personaje nos gustaría verlo ganar, conseguir sus objetivos, ir más allá, pero en realidad no es eso lo que buscamos. Queremos verlo hundido, queremos verlo conseguir victorias vacías y que se perpetúe en su tragedia, porque un personaje que no vagara encabronado por Latveria echando la culpa a los demás de sus propios errores no sería el Doctor Muerte. Sería otra cosa, igual que si Daredevil hubiera matado a Kingpin o si Deathstroke ahora fuera un superhéroe. Sentimos la frustración de los personajes, sus miedos y sus triunfos, los entendemos y hasta los criticamos, pero no hacemos una asimilación directa en código binario en plan «esto es como yo=bien/esto no es como yo=mal».
Mención aparte se merecerían los videojuegos, esos que se comercializan hablandote de Final Fantasy VII como «una película en la que TÚ eres el protagonista», fomentando la cultura de la identificación. Identificarse de por sí no es malo, pero no deja de ser un exceso de empatía que nos puede llevar a los extremos ya comentados más arriba. En el caso de Final Fantasy VII, un juego que buscaba la emoción sensiblera y la lágrima fácil del jugador, esa estrategia de venderte el juego como tu propia historia -cuando no lo es ni por asomo, a menos que seas tremendamente idiota como Cloud- hace que el jugador sea más receptivo a ciertos giros de guión en los que mueren niñatas insufribles. Esto ha acabado siendo un arma de doble filo, porque los fans del juego han acabado radicalizandose hasta tal extremo que gran parte de ellos rechazan cualquier material derivado del juego original por considerarlo muy inferior en calidad, cuando en realidad nos estan mostrando historias igual de lamentables o hasta mejores. Pero claro, no es SU Final Fantasy VII.
Las niñas no necesitan cómics de superhéroinas para identificarse con ellas, el mundo necesita superhéroinas porque el 50% de la humanidad son mujeres, y no tiene sentido que las tengamos solo para plancharle el traje o para ser secuestradas. Tampoco tiene sentido que en un país como EEUU en el que todavía existe el apartheid en muchos de sus estados, la mayor parte de los personajes de Marvel o DC sean blancos anglosajones. No tiene ni pies ni cabeza, igual que no lo tenía en los años 30/40 cuando la mayor parte de los superhéroes de DC eran millonarios que combatían el crimen por aburrimiento. No mezclemos conceptos que con eso la jodemos rápido, el que un personaje sea de tu raza, religión u orientación sexual no te da ningún derecho de posesión sobre él, sólo te hace ser más capaz de entender el personaje y más perceptivo a los errores que pueda haber realizado el autor al escribir el personaje. No te hagas ideas raras, porque si en una serie el villano mata a LesbianaConPerroWoman porque la actriz que interpretaba al personaje ha decidido ir a protagonizar su propia serie y no puede seguir trabajando en el papel, que ni se te pase por la cabeza llamar racistafascistamachistahomófobo al pobre showrunner, que el hombre seguramente era el primero que quería seguir haciendo cosas con el personaje.
Decía al principio que la gente es imbécil, sí. Y a veces nos sacan de quicio porque son imbéciles, y hasta olvidamos la verdadera razón de que nos encontremos en posiciones tan antagónicas siendo fans de las mismas historias, pero lo que hay que hacer en todo momento es mantener la cabeza fría y saber empatizar con el vecino, ya que a priori él no deja de ser imbécil y por el momento no va a «identificarse» con nosotros…