Yo creo que la culpa la tiene Mike Grell. Allá por los 80, cuando el hombre se puso a hacer un relanzamiento del Green Arrow postcrisis, el hombre decidió que eso de usar flechas trampa era ridículo, y empezó a introducirlo en situaciones muy chungas en las que se «excusaba» que Oliver Queen ejerciera de Frank Castle pero con flechas. A Ojo de Halcón nunca le quitaron sus flechas trucadas, pero el camino que lleva siguiendo desde el principio de la era Quesada es parecido…
Que yo recuerde, la primera vez que Ojo de Halcón provoca la muerte de alguien es en el número 229 de The Avengers, cómic en el que el bueno de Clint descubre que el perverso Cabeza de Huevo va a disparar por la espalda a Hank Pym y trata de desarmarlo con una flecha que desafortunadamente obstruye el cañón del arma, provocando así una explosión que mata al perverso señor de nombre ridículo. Las consecuencias de la historia llegan hasta el número siguiente, durante el cual los Vengadores someten al arquero a una corte marcial para dilucidar si se pasó de la raya con el flechazo o fue un simple accidente. Si en el número anterior Clint muestra su arrepentimiento por la muerte del malvado, en este cómic ya está pasado de vueltas de todo y, después de haber sido absuelto por un tribunal «de verdad», le parece un papeleo innecesario que los Vengadores lo sometan a otro juicio. Lo cierto es que este cómic usa la situación para crear un paralelismo con el juicio al que Hank Pym había sido sometido hacía unos meses (en aquellos locos tiempos de Chaqueta Amarilla en los que el hombre era un loco no-tan-maltratador, es complicado de contar) y no se explora con mucha profundidad el hecho de que Clint no es un asesino ni que lamentara la muerte del bellaco (que lo hace).
Pegamos un salto de cuatro años hasta el West Coast Avengers #23, esa serie que tanto le gusta a M’Rabo y cuya saga más importante ya repasó en una de las series de artículos más memorables de la historia de esta casa. Y precisamente es el WCA 23 el cómic en el que «Perdidos en el espaciotiempo» está en su punto álgido, y en el que la esposa de Ojo de Halcón, Pájaro Burlón, comete uno de esos asesinatos por «denegación de auxilio». Resulta que la pobre estuvo siendo drogada durante meses por un fantoche -Lincoln Slade, El Jinete Fantasma- que se la zumbaba tan ricamente, y llegado un momento la pobre volvió a recuperar la lucidez y vengarse de aquel violador hideputa. Tras una persecución por valles y montañas, Bobbie Morse alcanza al loco cabrón y tras un forcejeo el miserable canalla acaba colgando de un barranco, rogando que la ayude a pesar de haber dejado claro unas viñetas antes que pensaba matarla. Pájaro Burlón se niega a rescatarlo y el resto es historia.
A partir de ese momento y durante los próximos meses, Barbara Morse vivirá en una mentira. Le dirá a Clint que el Jinete Fantasma «se suicidó», y hará algún amago de contarle la verdad, pero acabará echándose atrás. En momentos concretos, hasta abogará por la necesidad de que en ciertos momentos los Vengadores maten por un bien mayor, lo cual saca de quicio a Clint, que no se espera algo así de su esposa a pesar de que ella sea una agente de SHIELD. Pero lo gordo estaba por venir, porque el propio Jinete Fantasma acabaría «volviendo de la tumba» y se enfrentó a ella en el 31 de WCA, afirmando ser el Lincoln Slade del siglo XIX reencarnado en su descendiente y picándola con la idea de revelar la verdad sobre su «muerte». Para el número 32 Bobbie decide pasar a la ofensiva y buscar al descendiente en cuestión, al cual encuentra en su identidad civil pero el hombre no parece saber nada del asunto a pesar de recibir una soberana paliza. Sin embargo, el mismo cómic revela que el tipo sí es inocente, lo que pasa es que de vez en cuando tiene «desvelos» durante los que su antepasado toma el control…
La farsa llegaría a su fín un par de números después, cuando en mitad de una saga en la que son encarcelados por Mercurio después de haber ayudado a Hank Pym a investigar la desaparición de su exmujer cabezona -es laaaaaaargo de contar-, el Jinete Fantasma ayuda al grupo pero de paso le cuenta a Clint la verdad sobre la muerte de su antepasado. Aquí tenemos una pequeña torpeza por parte de Englehart, porque aunque podríamos entender que Ojo de Halcón no quisiera pegarle una paliza a un tipo vestido de la misma forma que el desgraciado que drogó y violó a su mujer, lo que ya no tiene ni pies ni cabeza es que el hombre declare ser la misma persona que lo hizo y le dé todo el crédito del mundo cuando le cuenta que su mujer es una asesina. Vamos, yo lo habría mandado a tomar viento y no me habría encabronado desde el minuto uno, pero supongo que estas cosas del querer cada uno las vive a su manera…
Cuando llega el número 35 y el matrimonio lo discute, queda claro que en realidad lo que más le ha hecho daño a Clint es el hecho de que Bobbie no le contara absolutamente nada del asunto. Se escuda en la idea de que «Los Vengadores no matan», pero lo que más le jode es que a ella le pasara algo así y no le contara nada. Por su parte, Barbara se siente totalmente abandonada porque él parece creer más a su agresor que a su propia esposa, lo cual también considera una traición enorme.
El culebrón llega a su «final» en el número siguiente, con el grupo partiéndose en dos y Clint dejando claro que lo de Cabeza de Huevo fue un accidente, y que nunca podría dejar que los Vengadores mataran. Hay una mezcla de inseguridad como líder del grupo y sentimiento de traición en el personaje, pero lo que queda claro en todo momento es que el matar es algo que le produce la mayor de las repulsas, y que nunca aceptará que los Vengadores hagan algo así. Bobbie abandonará el grupo definitivamente en este cómic, y aunque durante meses continuará saliendo en la serie a la caza del Jinete Fantasma, Steve Englehart dejará la serie dejando la trama inacabada y Pájaro Burlón no volverá a estar en activo hasta los tiempos de John Byrne, etapa durante la que veríamos un surrealista «entendimiento» entre ambos, dejando claro que a Clint eso de matar sigue pareciéndole fatal…