Y Son Goku se hizo mayor. La saga de Picolo Daimao destaca por el cambio de personalidad de Son Goku, que a lo largo de la serie ha pasado de ser un niño que es la inocencia encarnada a convertirse en un guerrero infatigable sediento de venganza. Los conflictos ahora se resuelven en batallas a vida o muerte y ahora el villano comparte el sueño de Pilaf, dominar el mundo. Aunque Picolo si que parece capaz de hacerlo…
1989 es el año en el que Dragon Ball se consolida como fenómeno mediático en Francia y España, gracias a la serie de televisión de Toei Animation que empieza a explotar en esos territorios. Puede que en aquel momento casi nadie fuera de Japón sabe quién es Akira Toriyama, pero dentro de su país natal se esta viviendo una revolución. El autor ya no solo es el responsable del manga de más éxito del país, si no que también es el diseñador artístico del que por muchos años será el RPG más exitoso de las islas, Dragonquest, el cual estrenaría su propia versión manga ese mismo año a cargo de Riku Sanjo, Yuji Hori -el creador del videojuego original- y el dibujante Koji Inada. La historia que cuenta el manga es la de un muchacho que se entrena como héroe y que se enfrenta a la resurrección del Rey de los Demonios, que había sido desterrado por su maestro hace muchos años. Y quedaos con esa idea, que luego volveremos sobre ella…
Pero a mediados del 88, Son Goku se llevaba el susto de su vida: Krilin había sido asesinado. Ya, ya sé que los fans de Dragon Ball Z creen que el papel del pobre calvo es el de ser el Kenny de Dragon Ball, pero la muerte de Krilin en aquel momento era algo totalmente trascendental y nunca visto, porque hasta entonces los únicos que morían eran los villanos y… El padre de Upa, pero ni Upa ni su padre nos habían importado nunca demasiado. Krilin sí, Krilin era el hermano que Goku nunca tuvo -porque NUNCA tuvo hermanos- y era su mejor amigo. El asesinato funciona como mecanismo detonador de una historia en la que, como decía, Son Goku persigue al asesino sediento de venganza, sin haber descansado después del palizón que le ha supuesto el Torneo de Artes Marciales que acaba de disputar. El asesino, un demonio verde llamado Tambourine, destroza al pobre chaval mientras el Maestro Roshi les cuenta a los amigos de Goku quién está realmente detrás de todo esto: Picolo Daimao, el Rey de los Demonios, que su maestro encerró en una fiambrera hace cientos de años.
Hay dos cuestiones principales en esta saga, la primera es la de que es la primera en la que Son Goku es incapacitado y los personajes secundarios -el Maestro Roshi y su banda- tienen que enfrentarse al villano, dando por muerto a Goku. Esto es importante, porque esta es la estructura básica de las sagas de Dragon Ball Z: Son Goku es incapacitado de alguna forma, los personajes secundarios tienen que enfrentarse al villano principal, Son Goku vuelve después de algún tipo de entrenamiento espectacular y salva el día. Pero en el caso que nos ocupa la historia funciona, entre otras cosas porque es la primera vez que Toriyama usa esa estructura y le saca brillo a los personajes secundarios, aunque sólo sea para que Son Goku pueda aparecer en el último momento y salvarlos de una muerte horrible a manos del malo.
El primer caso de censura por violencia que se recuerda en Dragon Ball (que no el de censura a secas, porque las referencias sexuales se «borraban» en el anime occidental) llega al final de esta saga, cuando Son Goku traspasa de un puñetazo a Picolo, matándolo. En la versión de algunos países aparecía en toda su crudeza, en otras se disimulaba recortando frames, pero lo importante es que las cosas empezaban a ponerse chungas, porque en Dragonball ya no había lugar para las peleas con resoluciones «de coña». Picolo engendra un hijo antes de morir -el tío se reproducía a base de huevos autofecundados, sin el menor miedo a la endogamia- y jura que éste lo vengará, con lo que de la misma tenemos el planteamiento del siguiente Torneo de Artes Marciales, con el intento de Picolo Jr de vengar a su padre. Sería esta historia la que marcaría el final de Dragon Ball y el cambio de editor de la serie, cuando Kazuhiko Torishima la abandona después de haber editado todos los trabajos de Akira Toriyama hasta entonces.
Aun así, para mí el mayor punto a destacar de la saga de Picolo Jr reside en el último clavo en el ataúd del «viejo» Dragon Ball y el que a simple vista es más evidente, porque Son Goku crece. Y lo hace no por un intento de Toriyama de hacer que sus personajes maduren y se desarrollen, no, lo hace porque las encuestas a los lectores de Shonen Jump demandan más y más acción, y el dibujante se ve incapaz de hacer más espectaculares las peleas por mucho que Son Goku ya haya pegado el estirón, con lo que lo hará crecer hasta un tamaño adulto y Dragon Ball se consolidará como Battle Manga. Ya no habrá participaciones «secretas» del Maestro Roshi, se establecen distintos «estratos» de poder entre personajes y la principal motivación de Son Goku durante toda la serie, ser el más fuerte del mundo, se ve satisfecha por fín. A partir de aquí la serie ya pierde el sentido, porque podrán venir guerreros del espacio, engendros genéticos o hasta seres mágicos, pero el final de Dragon Ball hace mucho que ya había llegado.
La intención de Toriyama durante aquellos años era la de acabar la serie un par de sagas después, con el enfrentamiento de Son Goku con Freezer, pero el monstruo tenía ya tanto éxito que la editorial le empezó a ofrecer cifras astronómicas por continuar. La serie duraría hasta el tomo 34, veinte tomos después de la batalla final contra Picolo Jr y todavía doce tras el final de Freezer, pero al acabar la serie Akira Toriyama tenía ya tanto dinero que ya ni le merecía la pena ganar más todavía. Sus trabajos posteriores, hechos ya más por amor al arte que por cualquier otra cosa, son comedias que poco o nada tienen que ver con el battle manga y, aunque se haga en ellos referencias y guiños a su gran gallina de los huevos de oro, dejan claro que lo que le gustaba realmente al autor era hacer el gamberro con sus personajes y reirse con y de ellos.
Se suele decir que el manga vivió una edad de oro entre los 80 y principios de los 90, pero a medida de Dragon Ball descendió en los abismos del Battle Manga, su influencia empezó a notarse a su alrededor con clónicos de las aventuras de Son Goku cada vez más frecuentes. Años después, los shonen más vendidos como One Piece y Naruto basarían sus historias en los mismos esquemas dramáticos en los que se basaba Dragon Ball. ¿Es la serie la causante de todos los males del manga? No diría yo eso, aunque si es culpable de algunos. Series como Saint Seiya o Hokuto No Ken ya contenían esquemas muchísimo más repetitivos, y nada tienen que ver con la plaga de mangas y animes «de insitituto» en la que vivimos sumergidos hoy en día. Con lo que creo que la mejor conclusión que puedo sacar de estos posts es que, Dragon Ball, con sus aciertos y sus fallos, fue una serie que plagió y se plagió hasta la saciedad y que, afortunadamente, nunca metió a Son Goku en un instituto. Muchísimas gracias por ello, señor Toriyama.