El título lo dice todo: la irreverente adaptación del cómic de Garth Ennis y Darick Robertson, cuya cuarta temporada se acaba de estrenar hace unos días, se ha vuelto woke, ahora… O para ser más exactos, parece que un sector bastante ruidoso del público se ha ido dando cuenta muy poco a poco de lo que trataba realmente esta serie y no se lo han tomado nada bien. Así que, aprovechando que la serie acaba de regresar a nuestras pantallas, vamos a tratar de comprender este curioso fenómeno que se ha creado en torno a The Boys y de qué forma lo han manejado los responsables de la serie.
Woke, esa palabra que con los años se ha pervertido de tal manera que pasó de ser un símbolo de la lucha contra el racismo y otras desigualdades sociales a ser apropiada por ciertos grupúsculos extremistas que la utilizan como insulto y como palabra comodín para tratar de disimular sin mucho éxito su machismo/racismo/homofobia/etc. Aunque, como yo suelo decir, también se ha convertido en un excelente detector de imbéciles si nos fijamos en quienes la utilizan como algo despectivo. Y aparentemente en eso se ha convertido “ahora” The Boys, en una serie woke, básicamente por… hacer lo mismo que han estado haciendo desde el primer episodio.
Tengo que reconocer que estoy disfrutando muchísimo con esta situación, ya que desde que The Boys se estrenó hace cinco años he presenciado con asombro cómo una parte del público de la serie, compuesta por personas con una capacidad de comprensión audiovisual ínfima y convencidos de que protagonista y héroe son palabras sinónimas, disfrutaban de la serie de una forma que estoy bastante convencido que no entraba entre las intenciones de sus responsables. Una realidad a la que esa parte del público parecía ser completamente ajena pero que en estos años ha provocado más de una vez la incomodidad de gente como el showrunner de la serie, Eric Kripke, y especialmente a uno de sus protagonistas, el actor Antony Starr.
Este es quien más a menudo se ha encontrado en el centro de este peculiar fenómeno, ya que ese público corto de entendederas adora a su personaje, Homelander. Pero una adoración que no nace de que se trate de un personaje fascinante o del enorme talento de Starr a la hora de darle vida, sino que realmente admiran al personaje, su personalidad, su actitud, lo que defiende, quienes ven la serie y no consiguen darse cuenta de que es el villano de la misma. Y yo soy el primero que reconozco mi enorme admiración por el trabajo de Starr, por cómo consigue transmitir de una forma tan increíble como aterradora todos los matices de sus personajes, esa rabia y frustración a duras penas contenida que nos hace temer que está a punto de estallar, pero de ahí a ponerse de parte del personaje hay un abismo que muchos han cruzado encantados.
Pero lo realmente aterrador es que no se trata de que no entiendan lo que representan Homelander, sus aliados o la compañía Vought, sino que simplemente no ven nada especialmente malo en lo que defienden, que les parece que sus posiciones políticas y sociales son perfectamente razonables. Su problema radica en que han tardado muchísimo tiempo, demasiado diría yo, en darse cuenta de que la serie no estaba precisamente promoviendo esa ideología sino todo lo contrario, y una vez que finalmente se han dado cuenta de ello se han agarrado un cabreo descomunal y han acusado a la serie de volverse woke.
Y es cierto que la serie ha cambiado ligeramente, que a medida que ha avanzado la historia algunos elementos de la misma han ido cobrando más peso, que Homelander ha sufrido una suerte de “evolución” que le ha llevado a contenerse cada vez menos a medida que ha ido dándose cuenta de que puede hacer lo que le dé la gana. Y a todo esto hay que sumarle que, al comprobar que la intención de la serie no estaba calando como debía en ese sector del público, los responsables de la serie han sido cada vez más directos. Pero la serie en ningún momento ha sido especialmente sutil en sus mensajes y tanto ahora como en su primera temporada, esta ha ido clarísimamente en la misma dirección.
Pero esto explica cómo, con el estreno de la cuarta temporada, muchos han puesto el grito en el cielo (gritando la palabra woke para ser exactos) cuando se han encontrado con un personaje actuando de una forma que les ha sorprendido pese a que esto era algo que ya se había dejado caer en la primera temporada y el propio actor lo había confirmado en entrevistas hace años. Los mismos que se han indignado al encontrarse con que Homelander ha buscado la ayuda de una mujer negra (ya que eso es woke) y que no han asumido nada bien el que los personajes de la serie visiten una convención que es todo un “quién es quién” de los extremismos y facherío modernos, recitando prácticamente palabra por palabra muchos de los argumentos que hemos sufrido estos últimos años en la vida real y que han sido el golpe que necesitaban para “despertarse” y ver la realidad. Así que supongo que en ese sentido la serie sí que es muy woke.
Pero dejando a toda esa chusma a un lado, pese a lo divertido que es verles garrapatear, tras haber visto los tres episodios con los que The Boys ha regresado, yo me lo estoy pasando de miedo. La serie sigue siendo tan grosera, vulgar, violenta y gore como siempre. La imaginación de sus responsables a la hora de trasladar a la pantalla los usos de los poderes de los supers sigue siendo algo tan aterrador como divertido y los momentos emotivos de la historia, que no son pocos, siguen golpeando con fuerza. Y eso por no hablar de un reparto increíble que consiguen transmitir a la perfección, quizás demasiado en algunos casos, las complejidades de sus personajes.
En el futuro no me sorprendería que el caso de este sector del público tan corto de entendederas se convierta en motivo de estudio, porque aunque dé miedo pensar que eso es gente real que está ahí fuera, resulta fascinante ver cómo han entendido de una forma tan radicalmente equivocada esta serie y lo mucho que les está costando asumir que ellos siempre fueron el blanco de la broma. Pero para quienes siempre entendieron de qué iba la serie y la hayan disfrutado hasta ahora, que sepan que esta ha vuelto en plena forma y que sigue siendo uno de esos raros casos en los que la adaptación supera al original. Y eso lo dice alguien que admira muchísimo el trabajo de Ennis y Robertson, pero a diferencia de los fans de Homelander, las cosas hay que aceptarlas como son.