De vez en cuando me sucede que veo una película o una serie que a ratos me cuesta creer que sea real, que casi me parece imposible que algo así exista. Pero esto es lo que me ha sucedido este fin de semana mientras veía la adaptación en imagen real que ha hecho Netflix del manga de City Hunter de Tsukasa Hojo. Una adaptación que no me atrevía a soñar que pudiese hacerme disfrutar tanto, ya que después de todo su anime fue uno de mis favoritos en los noventa y sigue siéndolo, ni que fuese tan increíblemente fiel en (casi) todos sus aspectos. Así que para celebrar ese acontecimiento nada mejor que recomendar su visionado porque es algo que vale mucho la pena.
Tokio se encuentra plagada por una serie de violentos ataques cometidos por personas que parecen poseer una fuerza y resistencia sobrehumanas y que acaban apareciendo muertas poco después. Algo de lo que es responsable una misteriosa droga que ha comenzado a circular y de la que nadie sabe su origen. Un caso en el que se ha visto envuelto de forma trágica un personaje que es una leyenda en los bajos fondos de la ciudad, alguien cuya mera mención de su apodo provoca el terror en quienes han oído hablar de él y de lo que es capaz de hacer… City Hunter.
Cuando hace poco hablé por aquí del tráiler de esta película ya comenté que aunque aquello tenía muy buena pinta no me atrevía a creer que de verdad fuese tan bueno. Porque pese a que Netflix con One Piece ya había demostrado hace relativamente poco que eran capaces de hacer grandes adaptaciones de mangas y que esta producción al ser prácticamente por completo japonesa tenía aun más papeletas de salir bien, yo aún tenía algo de miedo.
Un miedo provocado en parte por muchas malas experiencias pasadas en casos similares, y porque como decía al comienzo City Hunter ha sido desde hace muchísimos años una de mis series favoritas (tanto el manga como el anime) y me daba miedo lo que pudiesen hacer con este material. Especialmente teniendo en cuenta que unos cuantos aspectos del manga, vistos hoy en día décadas después de su publicación, no han envejecido del todo bien. Por todo eso me ha sorprendido tantísimo el resultado final de esta película, porque es una de las adaptaciones más fieles de un cómic/manga que me he encontrado en mucho tiempo.
Que la película prácticamente comience con un plano subjetivo del propio Ryo Saeba entrevistando a una clienta a la que acaba mirando fijamente el escote, y que esto de paso a otra escena en la que este canta su canción del “mokkori” (expresión japonesa que se usa para describir una erección) mientras observa desde lejos a unas mujeres en bikini en una sauna, es toda una declaración de intenciones que nos deja claro que en esta adaptación no se han cortado un pelo en ningún aspecto. Porque como ya se dejaba ver en el tráiler este Ryo Saeba es tan pervertido y degenerado como en el cómic, un aspecto que yo estaba convencido de que suavizarían o ignorarían todo lo posible, pero en su lugar han ido hasta el fondo con ello sin el más mínimo complejo.
Un aspecto en el que su actor protagonista, Ryōhei Suzuki, se ha desenvuelto a la perfección. Este ha sabido transmitir de forma impecable toda esa faceta más humorística de su personaje, desde esa perversión caricaturesca, una gestualidad extrema digna de un manga y un anime o las innumerables situaciones tan ridículas como imposibles en las que acaba metido y que son casi dignas de los Looney Tunes, desafiando todas las leyes de la lógica y la física. Algo que ha complementado con su habilidad para resultar igualmente creíble en el lado más serio de su personaje, la del investigador/justiciero frío y despiadado que no se detiene ante nada ni nadie a la hora de resolver un caso o proteger a quienes le importan, lo que unido a su presencia física, que pese a no ser tan “armario” como en el manga y el anime con su metro ochenta y seis de estatura impone bastante, hacen de este uno de esos castings perfectos.
Un Ryo Saeba que como no podía ser menos está acompañado por parte de su reparto femenino habitual, donde nos encontramos una de cal y una de arena. Por un lado tenemos a su inseparable Kaori, quien la interpreta la actriz Misato Morita, quien no solo físicamente es perfecta para el papel, sino que tiene una química muy natural con Ryōhei Suzuki tanto en los momentos en los que esta depende de él como cuando tiene que actuar como la única adulta de la relación y poner en su sitio a Ryo incluso de las formas más violentas (aunque le falta poner más cara de mala ostia cuando lo hace).
Por desgracia su compañera de reparto, Fumino Kimura, quien interpreta a la detective de la policía Saeko Nogami, no ha tenido la misma suerte. Aunque físicamente es perfecta para el papel y aquí se ha visto que sabe actuar, el material con el que ha tenido que trabajar ha estado muy descafeinado. Porque si su personaje se hubiese llamado de cualquier otra forma hubiera sido incluso más apropiado, ya que aquí no vemos prácticamente apenas rastro de esa Saeko que va por la vida como una mujer fatal, que es manipuladora, interesada, muy cabrona y que tiene a Ryo comiendo de la palma de su mano. Y al final, aparte de un momento puntual en el que se pone algo violenta cuando Ryo trata de propasarse, en el que ni siquiera utiliza uno de sus característicos cuchillos de lanzar, no vemos ni rastro de aquella Saeko en esta película. Algo que espero que se corrija si esto tiene continuidad, que por esos aspectos siempre fue uno de mis personajes favoritos de la serie.
Teniendo clavado de esta manera a sus protagonistas (aunque no a los secundarios, sigh), el resto ya venía más o menos rodado. Aquí nos encontramos con una historia que toma elementos de distintos momentos del manga, como la existencia de la peligrosa Angel Dust (llegando a insinuarse su relación con el pasado de Ryo) el destino de su compañero Makimura y su relación con la hermana de este, Kaori, para construir una historia cerrada aunque con visos a tener continuidad (y ojalá que así sea). Una historia en la que como señalaba antes tienen cabida tanto el lado más humorístico del manga original como el más oscuro y violento, estando muy equilibrados de una manera muy natural ambos aspectos de forma que no desentonan en absoluto, tal y como había conseguido Tsukasa Hojo en su día.
Pero no estamos ante una adaptación que simplemente sea fiel al manga y calque distintos momentos del mismo, sino que independientemente de que uno lo haya leído o no (o visto el anime) el resultado final es una película de acción muy divertida y casi como de “las de antes”. La acción es a ratos frenética, los momentos de humor para dejar respirar al espectador están perfectamente integrados, y las coreografías tanto de las peleas cuerpo a cuerpo como los tiroteos son todo un espectáculo. Un aspecto este último en el que se agradece muchísimo que en esos momentos Yûichi Satô, el director de la película, haya optado por ignorar por completo ningún afán de ser realista y haya abrazado la “lógica” del manga, con unos personajes que se mueven y pelean de formas que ningún ser humano sería capaz, algo que por suerte es bastante habitual en Japón donde suelen tener menos complejos con estas cosas.
Por todo esto City Hunter se ha convertido no solo en una de las sorpresas del año, sino en una de mis adaptaciones favoritas de un cómic. Una película que espero que haya tenido el éxito suficiente como para tener continuidad, porque yo necesito ver al menos una o dos películas más con este reparto, o quizás una miniserie, aunque tal y como funciona Netflix no me haría demasiadas ilusiones. Pero incluso si sucede lo peor nos queda el consuelo de que en Japón se han animado también a volver a realizar adaptaciones animadas, tanto de este como de otras obras de Hojo (como ese crossover entre las Cat’s Eye y Lupin III) y que por aquí Ivrea está a punto de finalizar la publicación de la nueva edición del manga, por lo que no nos faltará material con el que disfrutar si uno se queda con ganas de más aventuras de estos personajes. Y para terminar nada mejor que hacerlo como solían hacerlo en el anime y también en esta película, con un temazo que no pasa de moda.