Aunque este es un tema que por aquí a alguien no le sienta bien (cof, cof, Diógenes, cof), hoy quiero hablar de nostalgia, pero de nostalgia de la buena, de la que está bien hecha, con talento, respeto y deja a uno con ganas de más. Algo que en esta ocasión nos viene de la mano de un guionista que en muy poco tiempo se ha convertido en uno de mis favoritos, Jeremy Adams, y todo un veterano en esto del cómic de superhéroes a quien la industria no parece hacerle todo el caso que se merece, Kevin Maguire. Y juntos se están encargando de una historia de complemento en la serie de Green Lantern que está haciendo el propio Adams con Xermanico (muy recomendable) en la que nos devuelven a unos cuantos personajes muy queridos en una especie de secuela de un cómic clásico de esos que no se olvidan. Un cómic muy divertido en el que si acabamos soltando una carcajada esta probablemente suene algo así como “BWA-HA-HA”…
Sí, así es, Adams y Maguire han formado equipo para contarnos el reencuentro entre dos viejos conocidos como son Guy Gardner y Lobo, quienes mantienen una larga enemistad desde los tiempos de la JLI, tras un primer encontronazo que le devolvió a su autentico ser. Una historia que hace de puente entre la serie de Green Lantern de Adams y Xermanico y la saga que acaba de comenzar en los títulos de Superman, House of Brainiac, en la que el clásico villano ha soltado sobre la Tierra un ejército de Czarnianos a los que debió guardar en alguna de sus botellas antes de que Lobo matase al resto. Y para quienes no estén al día con la serie de GL baste decir que los Corps se encuentran ahora bajo el control de los Planetas Unidos, que estos tienen un enfoque más activo que el de los Guardianes, y que le han encargado a Guy que arreste a Lobo por todos sus crímenes, una misión que obviamente él ha aceptado encantado.
Y aunque Adams no es ni DeMatteis ni el añorado Giffen, ni creo que nadie esperaba que lo fuese, hay que reconocerle que no se está desenvolviendo nada mal con esta historia. Aunque el Guy que nos encontramos aquí es mucho más experimentado y menos impaciente que en sus tiempos de la JLI, sigue siendo perfectamente reconocible. Sí, este Guy no se lanza de cabeza a la acción como un descerebrado, pero sigue siendo ese tipo mezquino y rencoroso que tanto nos encantaba despreciar, sigue siendo el mismo en lo más esencial, algo que se extiende también a otros famosos secundarios que se dejan caer por aquí brevemente.
Un trabajo el que se puede apreciar el cariño y el respeto que debe sentir Adams por aquellos cómics que tantos buenísimos ratos nos hicieron pasar a muchos y que se echan mucho de menos, y donde este demuestra una vez más uno de sus principales puntos fuertes. Porque cualquiera que esté leyéndole en la serie actual de Green Lantern o haya leído su etapa en Flash (trágicamente interrumpida), de la que recupera en esta historia unos cuantos elementos, habrá reconocido lo bien que se le da a Adams el manejar la caracterización de sus personajes y cómo huye de esa tendencia tan extendida de retorcerlos para que encajen en lo que se quiere contar.
Pero si para mí había un reclamo imprescindible en esta historia era el poder disfrutar nuevamente del trabajo de Kevin Maguire. Que este hombre no cuente con un trabajo regular en alguna de las grandes editoriales, o la forma en la que se le ha dejado de lado en las últimas décadas, debería ser un crimen. Que no en vano hablamos de un dibujante excelente que fue co-responsable de uno de los cómics de superhéroes más icónicos de finales de los ochenta, debería ser una estrella por quien los editores se pegaran para contar con él. Pero en lugar de eso ha quedado relegado a colaboraciones puntuales aquí y allá, en muchos casos como esta para tirar de la nostalgia. Y aquí eso además de ser un crimen se convierte también en una tragedia.
Maguire es, entre otras muchas cosas, un narrador increíble que posee un dominio envidiable de los gags visuales. Alguien que además consigue que en sus manos los personajes casi se sientan vivos, naturales, como personas reales que no se pasan el día posando como si estuviesen ante una cámara. Un dominio del lenguaje corporal que dota a su trabajo de una autenticidad enorme y al que se le une que por encima de todo sigue siendo uno de los dibujantes más expresivos con los que ha contado el cómic en general. Pero como no es uno de esos artistas “hot” no podemos disfrutar de su trabajo todo lo que nos gustaría, y nos tenemos que conformar con pequeños proyectos como estos que saben a muy poco.
Así que aunque no tengo demasiadas esperanzas de que sea así, espero que la industria del cómic aproveche el enorme talento de Kevin Maguire mientras aún le queden fuerzas para seguir dibujando, que por ahí hay multitud de series y personajes que se beneficiarían enormemente de acabar en sus manos. Yo quiero ver una etapa de Hulka dibujada por él, que se ocupe de Masacre, de Plastic Man o incluso aunque ya no sea lo mismo, que se junte de nuevo con JM DeMatteis para homenajear a Keith Giffen con alguna miniserie o novela gráfica de la JLI o al menos de Blue Beetle y Booster Gold. Pero mientras espero que algo así suceda, lo único que puedo hacer es recomendar leer esta historia que nos recuerda lo grande que sigue siendo Maguire.