Que Palpatine se llama Sheev. Sheev Palpatine, que lo sepas, que lo contaron en una novela por ahí que casi nadie ha leído. Y de Palpatine poco se sabe sí, que es Emperador de la Galaxia, que era senador de Naboo, que era un señor oscuro del lado oscuro, que era un Sith. Y poco más.
Bueno, en realidad George Lucas si quería contar más, en la serie aquella de imagen real de 100 episodios en la que se escribieron todos los guiones -con gente de The Wire, Galactica y demás- pero no se llegó a rodar nada porque Lucas nunca consiguió la financiación suficiente. En esa serie, situada entre La Venganza de los Sith y La Guerra de las Galaxias, el bueno de Sheev iba a tener un desengaño amoroso y alguna cosa más. Que suena la cosa muy rara, pero vete tú a saber que pretendían con ello. Supongo que darle profundidad al personaje, ¿no? Porque lo que veíamos en las películas en realidad era más un ente que un personaje, se paseaba por ahi con la bata puesta y parecía que estaba todo el santo día diciendo «soy muy malo, soy muy malo, requetemalísimo de malo». Y claro, éso tampoco es.
Palpatine es en realidad un no-personaje. El verdadero villano de la trilogía original era Darth Vader, eclipsado en un principio por el Gran Moff Tarkin de Peter Cushing -George Lucas jugó sobre seguro con ese casting, que por algo era la película más arriesgada de todas- con lo que para cuando tocaba redimir a Vader, se necesitaba un personaje más malo todavía al que echar la culpa de todo, y de ahí nació el Emperador. Es cierto que es mencionado en la primera película y si hay un Imperio digo yo que tendrá que haber un Emperador, pero perfectamente podíamos estar hablando de una IA como la del Imperio Kree o algo más raro todavía. En aquel momento no había límites por ninguna parte y podía aparecer cualquier cosa, y sin embargo lo que asomó era un señor mayor arrugado como una pasa vestido en una bata negra y riéndose mucho. La gente salió de ver el Retorno del Jedi y lo único que dijo de Palpatine es que era muy malo y tiraba rayos. Y ya.
Por eso resucitar a Palpatine en las secuelas resultó tan esteril, porque por muchas frases interesantes que soltara Ian McDiarmid a lo largo de las precuelas, Palpatine seguía siendo el mismo ente, un mueble. Yoda a un lado y Palpatine al otro, a pesar de que Yoda en su día era un personaje mucho más formado e interesante. Y sin embargo, aquí estamos con los rumores de que The Acolyte no es nada más ni nada menos que una serie sobre los orígenes de Palpatine, que lo mismo nos cuenta la tragedia de Darth Plagueis el Sabio que mencionaba el futuro Emperador en La Venganza de los Sith. La imaginación de la gente que sigue estas cosas se dispara fácil, éso es verdad, pero teniendo en cuenta que The Acolyte se desarrolla en los tiempos de la Alta República, concretamente en su parte final cien años antes de La Amenaza Fantasma. Éso nos garantiza más o menos un Yoda -800 años tenía el señor- pero no un Palpatine, pero la gente se emociona mucho con estas cosas y claro, se da por hecho que con la magia Sith esa puede vivir durante años y años. Y bueno, yo personalmente no creo que salga en la primera temporada, si acaso habrá alguna mención a posteriori en las siguientes que lo mismo se van acercando paulatinamente al marco de las películas. A saber.
Por supuesto, todo esto no deja de denunciar la realidad de que se está sacando punta a todo lo que se pilla para aprovechar hasta los huesos, pero a eso ya estamos bastante acostumbrados. Palpatine en realidad puede ser un personaje bastante interesante si se le dan unas motivaciones y un trasfondo interesante, pero se corre un enorme riesgo al hacerlo porque ya hemos visto lo que le pasó a Darth Vader, que pasó de ser un tipo que imponía bastante respeto a ser el de «la arena es tosca y se mete por doquier». Imaginaos un Palpatine adolescente o peor, infantil, y ya os hacéis a la idea del problema que puede suponer remontarse en exceso a los orígenes de un personaje. El Emperador nació viejo, no tuvo hijos -de forma normal, que se supone que su hijo era un clon- y lo único que busca en la vida es, hablando en plata, putear, putear y putear. Y éso puede ser divertidísimo, pero no creo que ni mucho menos nos interese su adolescencia.
Lo que sí que puede ser interesante -y seguramente la serie va a tratar- es explicar el odio entre los Jedi y los Sith, que transforma a la gente en Sith -aunque eso ya se contó con Darth Vader, no nos engañemos- y cómo un político de medio pelo acaba metido en esa secta o peor, como un tarado de esa secta acaba de político, aunque con algunas partes de la clase política cueste ver la diferencia. Los palitos de colores son tristemente obligatorios porque el tema que tratan es el tema que tratan, pero personalmente habría visto mucho más interesante una manipulación entre las sombras durante décadas, sin que los Jedi aparecieran por ningún lado porque, puñetas, se supone que los Sith son muy pocos y por eso tienen que esconderse; ¡mal hacen su trabajo si en la primera temporada ya se están dando de tortas con ellos! Pero yo que sé, igual es un flashback o algo parecido sobre lo mal que les han tratado los Jedi durante siglos. O peor, nos quieren contar como se instauró la regla de maestro y aprendiz y retconear aquella historia de Darko Macan con Ramón Bachs, Jedi VS Sith. Lo cual sería lamentable, no por el retconeo en sí, si no porque la regla de maestro y aprendiz pasaría de tener quinientos años a cien como máximo. Pues no.