¿Quién no ha sentido como su alma era aniquilada lentamente mientras veía alejarse sus sueños y se veía atrapado en un trabajo monótono y frustrante? Porque a mi me pasa cada vez que tengo que escribir un articulo para el blog y también le sucede al protagonista del anime del que quiero hablar hoy. Uramichi Oniisan es, pese a las apariencias, una divertida comedia costumbrista en la que nos alejamos de los lugares de trabajo habituales en este tipo de series (nada de oficinistas por aquí) para adentrarnos en la trastienda de un programa infantil y en las miserias muy humanas de sus trabajadores y con la que espero que nadie se sienta demasiado identificado…
Uramichi Omota fue un gimnasta profesional con una prometedora carrera que se fue al traste debido a una lesión. Convertido ahora en Uramichi Oniisan (Hermano mayor Uramichi) es uno de los presentadores de un popular programa infantil de televisión. Pero detrás de esa imagen alegre y jovial que transmiten el y sus compañeros a las cámaras se esconde un puñado de gente miserable que cada vez tiene mas problemas para guardar las apariencias.
Uramichi Oniisan comenzó su andadura en 2017 como manga de la mano de Gaku Kuze en la revista digital Comic Pool, una publicación conjunta de la editorial Ichijinsha y de la comunidad virtual de artistas Pixiv (la misma donde comenzó su publicación el famoso Yarichin Bitch Club de Ogeretsu Tanaka) y se adapto al anime que hoy nos ocupa en 2021. Una serie que parodia los programas infantiles japoneses, que no se diferencian demasiado de los que hemos conocido nosotros por aquí y que ofrecen una formula muy familiar, con actores interpretando a varios personajes, juegan y cantan con ellos y tratan de mostrar contenidos mas o menos educativos. Pero lo divertido de esta serie es como nos permite echar un vistazo a lo que sucede cuando se apagan las cámaras y el publico se marcha a casa.
Lo que nos encontramos es a un puñado de personajes neuróticos en distintos estados de depresión que cada vez tienen mas dificultades para mantener unas vidas relativamente equilibradas, frustrados por ver como la vida que habían planificado se les ha escapado de las manos y sintiéndose atrapados en un trabajo que no les llena pero que les permite pagar las facturas. Algo en lo que Uramichi es quien esta mas cerca de cruzar todos los limites, ya que su depresión le ha llevado a abandonar demasiado a menudo esa “mascara” que es su personaje para sincerarse con todos quienes le rodean, incluidos los niños invitados al programa, para sincerarse de una manera tan brutal y directa como honesta.
Lo que podría haber sido una comedia negrisima o una serie deprimente que nos acabe dejando tan mal como a sus protagonistas, se lleva a unos extremos tan exagerados que se convierte simplemente en una divertida comedia costumbrista aunque a veces las risas que nos provoque sean un poco incomodas. Una serie que como ya mencionaba sigue los esquemas de todas esas series que nos narran el día a día del lugar de trabajo, pero con el punto de originalidad de estar ambientado en un entorno bastante diferente al habitual.
Lo que nos encontramos detrás de las cámaras de este programa no difiere demasiado de lo que podríamos encontrarnos en una serie sobre oficinistas. Jefes incompetentes que parecen esforzarse en complicar la vida de sus empleados, un trabajo monótono y repetitivo que acaba haciendo mella en la salud de estos, tareas absurdas y sin sentido que hay que llevar a cabo… Cosas que en mayor o menor medida nos resultan demasiado familiares a todos, pero todo llevado a unos extremos ridículos gracias al especial lugar de trabajo que nos ocupa.
Pese a que sin duda lo mejor de la serie son todos esos momentos en los que Uramichi, y en menor medida sus compañeros, ceden ante la presión y dejan de lado a sus personajes para contarle la verdad a su publico, un publico que en demasiadas ocasiones es directo e inadvertidamente cruel como son solo capaces los críos, la serie enfoca esto de una manera curiosa. En ningún momento Uramichi odia su trabajo en abstracto (aunque le frustra mucho no haber podido seguir con su carrera deportiva) o el trabajar con los niños.
Lo que odia el día a día de lidiar con una producción caótica e incompetente, y cuando se sincera con su publico no lo hace motivado por el rencor o por el deseo de hacerles daño para desahogarse sino por un deseo sincero (aunque quizás muy mal enfocado) de advertirles y prepararles para el futuro que les espera, mostrando muy a menudo que su publico le importa tanto que son los únicos capaces de despertar en el alguna emoción que no sea depresiva.
Y aunque es cierto que a la serie le vendría muy bien mostrar como estos personajes buscan la ayuda profesional que tanto les hace falta, y que a ratos parece querer transmitir un mensaje un tanto conformista (o realista, depende de como se quiera mirar) de aceptar las cosas como son y seguir adelante como buenamente se pueda, sigue siendo una comedia cafre muy divertida que se ve en un suspiro (trece episodios y disponible en Crunchyroll) y con la que, como decía al principio, espero que nadie se sienta demasiado identificado (Diógenes por desgracia no sera capaz de verse reflejado en el director de este programa infantil…)