¿Se puede hacer un cómic sobre cultura empresarial y que aun así sea divertido? La etapa de Michelinie y Layton al frente de Iron Man (con el dibujo de un jovencísimo John Romita Jr) está considerada como una de las más importantes de la historia del personaje, pero números como este 142 a ratos parecen más un episodio de The Office que un cómic de superhéroes al uso. Estoy exagerando un poco, sí, pero no os engaño si os digo que la mayor parte del cómic se reduce a papeleo puro y duro, a Tony Stark llevando su empresa y discutiendo con mucha gente. Y supongo que en eso radica buena parte del éxito de la etapa.
Pero seamos claros, ésta es una etapa que en su día entró sobre todo por los ojos. Romita Jr puede que estuviera verde -aunque creo que estaremos de acuerdo que ya por entonces estaba por encima de la media- pero Layton marca muchísimo su estilo y en la época llamaba poderosamente la atención, con un trazo fino y detallista muy cercano a George Pérez que destacaba por su uso muy inteligente de tramas mecánicas y texturas que le venían como un guante al personaje. Es Layton el que define esta etapa por encima de todo, y aunque el éxito de la misma acabara estando sobredimensionado y a la larga desembocaría en terrores mayores -ya sabéis de lo que estoy hablando, que sois veteranos- no se le puede negar que estamos ante la primera gran etapa de un personaje que hasta ese momento no ha brillado gran cosa. Michelinie y Layton transforman a un personaje que en origen apenas tenía secundarios -su chófer y su secretaria/amante- en lo que es un verdadero empresario, rodeado constantemente de gente con nombres y apellidos que se van multiplicando como setas en otoño.
Mrs Arbogast, Jim Rhodes o Bethany Cabe son personajes que surgen en esta etapa para quedarse, dejando huella en la serie durante las etapas venideras hasta en los momentos en los que Stark Internacional, Stark Enterprises o lo que sea se van al garete. El Iron Man que se publica entre los 70 y 80 es parte Howard Hughes y parte James Bond, una apología del capitalismo con un líder bondadoso que se preocupa por los quejicas de sus empleados. Y un ejemplo claro de esto último lo tenemos en la primera escena de este cómic, cuando Stark vuelve de sus vacaciones con su novia y se encuentra a decenas de personas reclamando su atención; cualquiera diría que el presidente de una multinacional no debería ser tan imprescindible y que lo menos Tony es un incompetente, pero a medida que avanza el cómic nos vienen a contar que todo esto es una situación excepcional, y que todo viene de que SHIELD ha tomado el control de uno de los laboratorios del campus de la empresa.
A lo largo del cómic vemos a Stark solucionar papeleos constantemente, pero en el centro de todo está la misteriosa desaparición de un pueblo de Iowa, la cual Nick Furia en persona está investigando con todo el apoyo de Stark, y todo esto a pesar de las presiones de un senador de EEUU que se planta en persona en su despacho y le insta a no cooperar con SHIELD o arriesgarse a perder todos sus contratos gubernamentales. Stark vuelve a demostrar lo buen patrón que es mandando con viento fresco al senador e implicándose personalmente en su identidad como Iron Man en la investigación, mientras uno de sus propios trabajadores parece perder la cabeza y utiliza un vehículo de Stark para intentar destruir el laboratorio en el que SHIELD está investigando todo el asunto. A Iron Man se le acaban hinchando las narices -¡ésto perjudica a MI empresa!- y, tras identificar el origen de la anomalía que afecta al pueblo en un objeto fuera de la atmósfera terrestre, se enfunda un prototipo de armadura espacial con propulsores nucleares y se planta en el espacio, chocando contra un satélite de comunicaciones y fastidiando la programación de la noche.
Finalmente, Stark acaba descubriendo quién está provocando todo el desaguisado: Roxxon, que tiene una estación espacial muy gorda y debe de estar tapando el sol o alguna cosa de esas que hoy en día hace Elon Musk. Y así se acaba el cómic… Y yo me empiezo a preguntar unas cuantas cosas.
La primera de todas ya la hemos hablado; este Iron Man destaca por ser un cómic distinto en el que se tratan de una forma mucho más madura buena parte de los temas que ya formaban parte de la serie desde un principio; es el primer cómic que nos habla de la vida empresarial, y todo a pesar de que ni Layton ni Michelinie tienen experiencia personal en una tecnológica de Sillicon Valley. Hasta ese momento hemos tenido multitud de empresarios superhéroes -fundamentalmente en DC y no en Marvel, cierto- pero es Iron Man el que le adelanta por la derecha a Batman y vive en su empresa. Y en realidad ésto contrasta completamente con lo que haría Frank Miller en Daredevil, que desprecia casi por completo la condición de Matt Murdock como abogado para inventarse su faceta de ninja y centrarse en su aspecto de héroe de la serie negra. Iron Man es otro camino, el del superhéroe «profesional», y en realidad acude a la nueva escuela de caracterización de los 80 en la que guionistas como Roger Stern, John Byrne o Chris Claremont harán tanto hincapié en la creación de secundarios que enriquezcan el mundo en el que se mueven los protagonistas, y que en realidad es una herencia directa del Daily Bugle de Spiderman; buena parte de estas series pasarán de no tener prácticamente ningún secundario a tener una galería completa, convirtiéndose prácticamente en series de grupo con todo el trabajo asociado. Pero a la larga eso sería una ganancia para los lectores y para la propia editorial, porque los cimientos de sus encarnaciones modernas se establecerían ahí, tanto si se conservasen esos mismos personajes a largo plazo o no.