Nunca he sabido muy bien que pensar sobre Fundación, la serie de Skydance Television para Paramount que trata de adaptar la saga de las fundaciones de Isaac Asimov… De una forma un tanto extraña, porque no es nada fiel a la original. Y aun así, los que leímos las fundaciones en su día, tenemos que entender que no se podían adaptar tal cual, y que los cambios son necesarios y a veces hasta bienvenidos… Pero eso tampoco quiere decir que Fundación estuviera «mal», simplemente que las cosas han cambiado un poco en los últimos ochenta años.
Ojo que la cabecera de la serie es una preciosidad, de las mejores de estos tiempos.
Porque Fundación empezó a escribirse en 1942, en plena segunda guerra mundial, con lo que ni la visión del futuro ni la del pasado son la misma que hoy en día; en el trasfondo de una guerra mundial, con los nazis arrasando media europa, era lógico que Asimov se acordara de la caída del Imperio Romano y hasta hiciera un libro sobre ella (uno de historia, sí) porque quieras que no se estaba hablando del fin del mundo tal y como lo conocíamos, de que el mundo ya no podía ser el mismo después de aquella guerra. La idea de una «fundación», una especie de orden monástica que guardara todo el conocimiento humano se antojaba hasta algo lógico en aquel momento; después de todo, si nos fiábamos de los historiadores contemporáneos a Asimov, se compraba por completo la idea renacentista de que la Edad Media fue un bache histórico, un periodo oscuro en el que se perdió casi todo el conocimiento y que no fue hasta quinientos años después, con el mal llamado renacimiento, cuando la humanidad «volvió a la civilización». Pero claro, Asimov se estaba basando fundamentalmente en el trabajo de un historiador de unos cien años antes del bautizo del renacimiento como tal, del trabajo de Edward Gibbon, uno de los primeros historiadores modernos, sobre la caída del Imperio Romano. Todas las áreas del conocimiento humano han avanzado bastante durante los últimos ochenta años, y la historia no es una excepción.
Fundación contaba una visión alternativa del Imperio Romano en el que un sabio del Imperio se da cuenta de que se va a pique y el mundo conocido se acerca a un periodo oscuro, a «una edad media», por lo que decide crear un plan de contingencia que haga que ese periodo de crisis dure lo mínimo posible. Pero como Asimov era un escritor de ciencia ficción, la novela en vez de Roma habla de un Imperio Galáctico y los sabios, lejos de ser monjes en un remoto monasterio, son científicos que con la tapadera de escribir una enciclopedia sobre todo el conocimiento humano deciden crear un pequeño imperio gobernado por científicos que reemplace al viejo. Siendo como es este un libro de Asimov, la mayoría de conflictos a lo largo de los mismos se resuelven dialécticamente y casi toda la acción consiste en gente hablando. Hay guerras y hay tortas, pero la mayor parte de las veces son un mero telón de fondo. Y éso es un problema a la hora de adaptar estas historias al audiovisual, porque éso no es muy visual…
Cierto es que se puede hacer una película entera con dos actores hablando en un parque, pero éso no es muy atractivo. La adaptación televisiva opta entonces por introducir nuevos personajes, cambiar la acción, mostrarse esos «conflictos de fondo» y darles más espacio en detrimento de otros personajes más importantes. Otros que son protagonistas en la novela aquí han sido puestos patas arriba, y donde en un sitio hablamos de un pacifista nato aquí se pasea constantemente con un rifle de francotirador enorme. Como adaptación de Fundación, como traslación de la novela a la pantalla, esta Fundación no podemos decir que haga un gran trabajo. Es consciente de que el Imperio está que se cae y sabe que una de las cosas más interesantes del libro es ir mostrando esa decadencia, cómo se traiciona a si mismo mientras La Fundación va creciendo cada vez más gracias a las predicciones de Seldon, pero allí donde en el libro Seldon se limitaba a aparecer como holograma en una cripta bajo la capital de Terminus, el planeta de origen de la Fundación, aquí estamos hablando de una especie de templo tecnomágico en el que vive una inteligencia artificial con la personalidad de Hari Seldon y que para colmo está repleta de tecnomagia.
Y debería estar enfadado por traicionar tanto el espíritu de los libros, porque aunque la Fundación en sus orígenes montaba en los libros un culto a Hari Seldon para poder extenderse más rápidamente, no sé por qué no lo estoy. Porque lo cierto es que la decadencia de Terminus es palpable desde un primer momento en el que no son nadie y no cuando ya son la gran superpotencia galáctica y van sobrados, porque insisto que desde el principio no saben ni por dónde les da el aire y necesitan que la IA de Hari Seldon les guíe constantemente. Personajes como Gaal Dornick -que solo aparecía en un prólogo de la primera novela que fue escrito a posteriori, y simplemente como elemento introductorio a Seldon y sus investigaciones- o Salvor Hardin atraviesan gracias a la magia de la criogenización siglos de la historia de la Fundación, permitiendo que la serie de explicaciones a interrogantes de la novela que no acababamos de necesitar. Repito, no estoy enfadado, si no que he acabado enganchandome mucho a la serie, hasta el punto de que me ha dado rabia que se haya acabado ya la segunda temporada y tenga que esperar tanto a la tercera.
¡Pero no tiene sentido, porque debería estar cabreadísimo! Se han inventado que el Emperador Cleon es una dinastía de clones que se extiende casi durante los últimos mil años, un ser clonado a tres edades distintas (Amanecer, Día y Anochecer) que lleva la voz cantante durante la etapa intermedia de su vida, interpretada por un Lee Pace tremendísimo que devora cada plano en el que sale. El darle tanto protagonismo al Imperio e inventarse por completo su trasfondo es todo un acierto, porque permitiría que la Fundación siga siendo la misma de la novela, y que elementos como la misteriosa Segunda Fundación también sean desarrollados, pero… La Fundación no es la de la novela, ni siquiera en su papel de «elemento decorativo de fondo». La serie cambia dramáticamente elementos de las novelas -lo más dramáticamente posibles, sí- llegando al punto de dejar claro al final de la segunda temporada que situaciones futuras de libros posteriores no van a poder darse. La imitación de conflictos planteados en el libro de Gibbon sobre la caída del Imperio Romano en las novelas no se da, porque el émulo de Belisario es muy distinto del que se plantea en la novela y su enfrentamiento contra los enemigos del Emperador también lo es. Si la base de la tragedia de Belisario reside en que era completamente leal a un líder que estaba celoso de su popularidad y que por eso le buscó la ruina, en este caso éso no pasa así, y el mensaje final es completamente contradictorio.
Y sí, siguen apareciendo cambios y cambios, y personajes de la novela «recreados» a los nuevos tiempos. Y me gusta lo que veo, porque me lo paso bien con la serie, y más o menos tiene sentido en si misma, pero hace mucho que ha pasado de ser una «adaptación de» a simplemente «inspirarse en», en ser una versión de la Fundación en la que hay más tortas y las predicciones infalibles de Hari Seldon necesitan un millón de parcheos a palo limpio. E insisto que es una auténtica pena, porque estoy convencido de que una serie sobre la «trastienda» de la Fundación habría sido mucho más respetuosa con la obra original y tal vez hasta más divertida. Pero aun así oye, que recomiendo la serie porque es una auténtica joyaza.