No es ni mucho menos la primera vez que lo vemos a estas alturas está gastadísimo; alguien hace algo terrible que cambia el presente, el pasado o el futuro y acaba provocando una macrosaga de nosecuantos números durante la que los héroes tratarán de restaurar la realidad a algo que les resulte más agradable. Lo vimos en La Era de Apocalipsis, La Era de Ultron, Flashpoint y no sé cuantas más. Y cada vez que presentan una de estas «ideas revolucionarias» los lectores veteranos bostezamos, porque en el fondo sabemos que es la misma idea de siempre, que no durará y perdemos por completo el interés. Así que, ¿por qué cuernos Sins of Sinister es una genialidad que destaca sobre todo lo demás?
Bueno, tampoco me quiero esconder, que ya me conocéis. Tengo mis filias y mis fobias y nunca me ha acabado de encajar toda la historia esta de Krakoa, con lo que eso de ver como se hace añicos siempre me hace gracia, sobre todo si la única esperanza de la humanidad son los alegres muchachos de Orchis. Pero no, en realidad lo que me encanta de Sins of Sinister es que la escribe Kieron Gillen, y que a diferencia de esos Age of loquesea que están tan vistos el protagonismo se lo lleva el malo, que lo lleva el Mister Siniestro extravagante de Kieron Gillen. Y anda que no es un personaje la mar de divertido y sus planes se merecen triunfar, porque atacan todos los puntos débiles de la Krakoada…
Porque el primer número de Sins of Sinister se ha limitado exclusivamente a contarte su plan para dominar el mundo y lo que es más importante, ejecutarlo. Y lo ha ejecutado de forma divertidísima, empezando por su supuesta ejecución a manos del consejo de Krakoa -ya sabéis, lo tiran por un agujero al centro de Krakoa y ahi se queda en animación suspendida durante el tiempo que haga falta- que resulta estar manipulado por el propio Siniestro. Porque el muy cabrón ha estado manipulando los rituales de resurrección de Krakoa desde los inicios, introduciendo una parte de su código genético en cada resucitado que lo hacen susceptible a su control. Que en realidad el control no es tanto a manos del propio Siniestro, si no que cada uno de los resucitados son el propio Siniestro, y a todos les encanta la idea de ejecutar sus maravillosos planes. Así, vemos rápidamente como el Profesor Xavier y Emma Frost lucen el diamante de Siniestro en la frente y proceden a convencer al resto del consejo -siniestrados y no siniestrados- de compartir la inmortalidad krakoana con el resto de la humanidad, con el único objetivo real de extender el virus siniestro lo máximo posible.
Y mientras vemos como el mundo va evolucionando de forma tan siniestra hasta el punto de que el siniestro original puede regresar de su encierro sin que nadie se queje demasiado -bueno Tormenta sí, pero ya se encargará de ella- vamos descubriendo la pieza maestra del plan de Siniestro para hacerse con Krakoa y el planeta entero: clonar a Moira McTaggert y crear el llamado «Motor Moira», capaz de reiniciar la realidad según sea necesario introduciendo sutiles modificaciones en cada encarnación que posibiliten que el plan de Siniestro vaya probándose una y otra vez hasta alcanzar la perfección. Así, posibles enemigos como Reed Richards y sus 4 Fantásticos acaban siendo anulados prácticamente antes de su origen, permitiendo que todas las manipulaciones pasen desapercibido y el ególatra melenudo pueda disfrutar de su maravilloso plan una y otra vez. El problema es que, llegado cierto punto, acaba encontrándose con el mismo problema que tuvo la Moira original: el futuro está bien jodido.
Esto viene del planteamiento original de la hickmanada; tarde o temprano las inteligencias artificiales estarán lo suficientemente desarrolladas como para alcanzar un nivel tecnológico lo suficientemente grande para sojuzgar a los mutantes. Siniestro decide que eso solo se puede solucionar a base de perfeccionar su plan maravilloso -que en principio ya ha funcionado- con lo que decide reiniciar la realidad varias veces para poder obtener un desarrollo científico lo suficientemente grande como para enfrentarse a las máquinas; al conservar todas las investigaciones de la encarnación anterior, Siniestro se asegura un bucle de avance científico constante, con lo que teóricamente llegará un punto en el que podrá convertirse en el dios que merece ser y aniquilar a los centinelas esos. Todo esto sobre el papel, claro, porque las cosas siempre acaban fallando de alguna forma.
Y éso precisamente es lo que le pasa a Siniestro cuando se encuentra que, al haber concedido demasiada autonomía a su Consejo de Siniestros, Xavier y compañía deciden empezar a tomar sus propias decisiones y deciden montarse una guerra espacial que no lleva a ningún lado. Siniestro, todo alegría y extroversión festiva, los felicita por su autonomía y en cuanto se da la vuelta se larga encabronadísimo dispuesto a reiniciar la realidad una vez más y eliminar esa molestísima «autonomía» de sus yos del consejo. Sin embargo, cuando llega a su laboratorio se encuentra con que… Le han robado todo. Y así acaba el primer número del evento.
Ya digo, las tonterías de los buenos sufriendo -Tormenta y Ben Urich, sobre todo- que en cualquier otro caso estarían en el centro de la historia aquí son secundarias, porque lo interesante es lo que piensa y lo que hace este estupendo bastardo que es Siniestro. Y aunque a ratos te parece estar leyendo una parodia de los cómics de Hickman, lo cierto es que los ataques a la estructura de Krakoa que realiza Gillen son la mar de inteligentes y acertados, con lo que se continúa el buen trabajo de Immortal X-Men y nos da uno de los mejores cómics de mutantes en años. Vamos, que sí, que éste hay que leerlo.