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Kieron Gillen y Dan Mora ponen fin a su ciclo artúrico: Once & Future

Si la semana pasada estaba yo hablando de la nostalgia y el tema todavía coleaba, la recién terminada Once & Future no deja de ser en cierto modo una historia sobre esto, sobre mundos idealizados que en realidad huelen bastante mal. Porque el cómic de Kieron Gillen y Dan Mora no deja de ser una de esas historias sobre enfrentar la realidad a la película que se han montado algunos, a como algunas historias se repiten hasta la saciedad y no suele ser para bien. No nos engañemos, en cierto modo no deja de ser una historia sobre el Brexit.

Después de tanto bicharraco se hace raro ver a Dan Mora haciendo Superman.

Siendo esto como es una reseña de la serie una vez acabada, y teniendo en cuenta que tenemos ya dos posts (uno mio y otro de M’Rabo) hablando de ella, entenderéis que destripe toda la serie. Si no la habéis leído ya tardais, es de lo mejorcito que ha dado el comic británico de los últimos años y tanto Gillen como Mora ahora están trabajando en Marvel y DC en series de «alto perfil» que van a hacer que Once & Future se revalorice, hasta el punto de que algunos irán por ahi con el monóculo diciendo aquello de «yo ya leí aquella serie antes de que se pusiera de moda», ¡y eso que estamos hablando de un cómic nominado a los Eisner!

Si a mi esta escena me pareció catártico, no me imagino lo que debió de ser para los británicos que mantienen la cordura.

Podría decirse que los tres primeros tomos de la serie han sido un prólogo para esa bonita escena del final del tercero cuando Boris Johnson decide llevar el país entero a la ruina y declarar el Brex… Digoooo revelar que las leyendas existen y tal, consiguiendo que el Rey Arturo lo descabece en esta gloriosa viñeta a toda página. De la noche a la mañana y con el cambio de año todo el Reino Unido se vuelve completamente loco, llenándose de criaturas mágicas que se dedican a destruir, torturar y asesinar a todo el que pillan por en medio. Las reglas del juego han cambiado por completo y Bridgette y su nieto Duncan tratan de hacer lo que pueden en una situación que a todo el mundo se le ha ido de las manos, reflejando en los primeros números la situación de conmoción que tenían los propios británicos tras el referendum y el ascenso de políticos mamarrachos con el Brexit. Es a partir de este punto cuando Gillen se suelta el pelo por completo (el poco que tiene) y pasa de la metáfora sutil a ser contundente como pocos, y anda que no lo disfrutamos:

Pues sí, desde fuera se ve más o menos así, ¿deberíamos preocuparnos?

El Rey Arturo ha resucitado y con su ejército está masacrando a todos los anglosajones, Bretaña es para los Britanos, ¡fuera los invasores que vienen a quitarnos la comida y el trabajo! Contra todo esto Bridgette no tarda en llevar a todos sus compañeros del geriátrico (que en estos tiempos los abuelos del asilo sean héroes creo que es algo más que una afortunada casualidad) a un lugar seguro en el que se mantendrán a salvo el resto del conflicto mientras Bridgette y los demás tratan de buscar el orden en todo ese caos en el que distintas versiones del Rey Arturo empiezan a asomar por todos lados y a enfrentarse entre ellos en pos de demostrar que son el verdadero rey de Inglaterra. En el fondo, toda esa lucha tiene un trasfondo identitario, nacionalista, que enfrenta al mito britón con el normando, con el francés, con la imagen del las islas británicas a lo largo de los siglos; todos luchan por crear una imagen de la gran nación de las islas e imponérsela a los demás, y el trasfondo político de los Boris Johnson o los Farage no hace más que provocar que la metáfora sea mucho más dolorosa, porque en esa lucha no hacen más que destruir «la tierra» más todavía, la misma tierra de la que se dicen protectores.

Chistes recurrentes de historiadores, ¡este tebeo es una cosa tremenda!

Y aun así entre estos dos últimos volúmenes no se puede negar que la historia se siente mucho más atropellada; es cierto que en un mundo completamente desquiciado y surrealista Gillen no tiene una estructura a la que agarrarse tan fácilmente, pero hasta en Dan Mora y Tamra Bonvillain, dibujante y colorista, se va notando un desgaste y una monotonía. Siguen guardando un gran nivel a todos los efectos, pero ya no sorprenden al mismo nivel y las tramas se apresuran mediante el «tiempo Sherwood», provocando cierto desconcierto en el lector con tanto salto temporal. Estaba claro que había más historias que contar, pero el contarlas es probable que hubiera convertido la serie en Walking Dead -supervivientes correteando por un mundo postapocalíptico lleno de monstruos- con lo que entiendo la decisión que tomaron finalmente de ir al grano. Sin embargo, y ésta es para mi la verdadera pega, aun sabiendo que el Rey Arturo (los Reyes Arturo) son una pandilla de descerebrados esclavizados por su propia «historia», es triste que la figura de Merlin no estuviera más mimada, sobre todo teniendo en cuenta que los demás arturos deberían tener su propio consejero. En fin, quién sabe, tal vez todo habría sido para peor.

Eso sí, el cómic sigue teniendo momentazos como este.

Lo cierto es que el propio Gillen confiesa que ésto originalmente iba a ser un cómic de seis números, algo cortito y sencillote, pero hemos acabado teniendo treinta números de exploración de los mitos y folclore de las islas en los que hemos descubierto joyas de sabiduría como que todas las hadas son unas hijas de su madre o que meterse en «gestas» es de gilipollas y solo te busca la ruina. En medio de todo y por encima de todo lo demás tenemos la construcción del personaje de Bridgette y sus tragedias familiares, que han constituido el principal motor de la historia y lo mejor de ella, con lo que, pegas aparte, hay que reconocer que es un cómic no defrauda en absoluto y ha acabado siendo uno de los mejores de los últimos años. Más como estos quiero yo, y menos tonterías repitiendo siempre lo mismo con los mismos personajes.

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