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Nocilla y Espinete: El veneno de la nostalgia

¡La nostalgia! ¡Ésa agradable sensación que nos remite a tiempos pasados y más inocentes, normalmente la infancia, ésa en la que todo era más sencillo y menos complicado, aunque hubiera drogas, enfermedades venereas y atracos en cada esquina! La nostalgia viene a decir que hubo un tiempo mejor que el actual, y que tal vez deberíamos volver a ese tiempo de extraordinaria placidez… Porque la nostalgia manipula tus recuerdos y la maldita realidad, porque la nostalgia es una mentira.

El traje de Espinete acabó cubierto de amianto en un vertedero, ¡como todos tus sueños e ilusiones!

Comerse un bocata de nocilla delante de la tele mientras ves Barrio Sésamo puede darte una agradable sensación de nostalgia, pero pronto te das cuenta de que la puta nocilla tiene demasiado azúcar. Que tiene demasiada grasa, y ya no tienes edad para no tener esas cosas en cuenta. Que eso que te estás metiendo al cuerpo es basura, que Espinete debería tener imposible ponerse un pijama y que la mayor parte del reparto del programa ahora está muerto. La nostalgia invita a no pensar, a quedarse con esa sensación agradable y nada más, porque si piensas, cachis la mar, se rompe la ilusión por completo. Y eso no interesa.

Sí, hay videojuegos. pero un par de párrafos más abajo hay tebeos. Tranquilidad, ¿eh?

Para muestra, esta ilustración de Rachid Lotf, un ilustrador que se ha especializado en estas imágenes nostálgicas con colores cálidos en los que se idealizan los 90 y las décadas aledañas; podemos ver en la imagen a dos chavales que juegan al Metal Gear Solid en la primera PlayStation, con la habitación llega de juegos y cachivaches de la época y posters de las películas de los 90, ¡hasta hay un Tamagotchi y cromos de Pokémon! Pero, pasada esa primera impresión, y si nos fijamos un poco… De entrada nos damos cuenta de que se han dejado los espaguetis a medio comer y que eso no va a haber quien lo coma. Que Metal Gear Solid es un juego para un solo jugador, con lo que probablemente el chaval más joven solo está mirando (que crueldad). Que Metal Gear Solid es un juego de 1998 y los posters de las películas que vemos de fondo van desde el 89 al 93 (aunque Power Rangers seguramente sea más tarde), con lo que son películas que tienen pinta de ser anteriores a estos dos críos. Seguramente los haya puesto un hermano mayor que ellos, que vete a saber, lo mismo está muerto. Lo mismo se murió y les dejó en herencia esa burrada de cartuchos, porque teniendo en cuenta que cada juego de la N64 valía entre diez mil y quince mil pesetas «de las de entonces», en la estantería tienen la entrada de un piso en videojuegos de Nintendo. Y éso sin contar con que al lado están todos los juegos de PlayStation, que aunque fueran algo más baratos, son muchísimos más. Pero hay algo mucho peor…

Y le aplicas la inflación y flipas.

Estos chavales están jugando en un monitor profesional de video de los de la época, probablemente un Sony. Estamos hablando de un cacharro que valía una pasta y que prácticamente solo se veía en canales de televisión, porque ofrecía tantas opciones de configuración que no tenía sentido usar eso a nivel doméstico. De hecho, en los entornos de nostálgicos retrojugadores que todavía juegan con las consolas originales, estos monitores están muy cotizados pero, eso sí, son monitores que hay que saber configurar bien para sacarles la imagen adecuda. Imagen que a estos niños se la tiene que haber configurado su padre el millonario o el técnico que pagó para tal efecto, con lo que esta nostalgia no tiene nada que ver con la que pueda sentir una persona normal. Y eso por no hablar de que sí, es Metal Gear Solid, el juego que tanto Nieves Herrero como el telediario de Antena 3 quiso prohibir porque hacia apología del tabaco y el diazepan. No nos engañemos, poner el juego a caer de un burro y querer prohibirlo estaba mal, pero tampoco es un juego al que deberían estar jugando chavales de tan corta edad que probablemente no entendían ni la mitad de lo que pasaba en pantalla. Pero en fin, que como son millonarios hacen lo que les da la gana.

Aquí no hay ni cinco minutos de nostalgia, ¡quiero pegarle fuego a esta escena desde el minuto uno!

Ésta otra imagen es la que os va a disparar el TOC a muchos de vosotros. Realizada según el autor como homenaje a los cómics de los 70, 80 y 90, la imagen muestra a otro crío con gorra en una tienda de tebeos de los 90. Por supuesto, el sesgo es tremendo cuando vemos que en la sección de «clásicos» hay muchos más tebeos de mutantes que de Marvel o DC, y que los tebeos que se ven en un primer plano son fundamentalmente de los 90, escogidos -y ordenados- todos con pésimo gusto. Cualquiera que tenga cómics en casa o peor, que haya trabajado en una librería, debe de estar tirándose ya de los pelos, pero es trágico que los mayores exponentes de personajes como Spiderman que vemos sean enfrentamientos con Veneno a cargo de Erik Larsen o Spiderman 2099, en el que ni siquiera sale Peter Parker (muy al fondo se entrevé el número de la boda, pero cuesta verlos). Si nos metemos con los mutantes ya la cosa se desquicia entera, porque de los Nuevos Mutantes lo único que tenemos es el destrozo de Liefeld y de la Patrulla X lo único que no pertenece a la etapa de decadencia noventera es un número de la Saga de Fénix Oscura y otro de Lee & Kirby que probablemente sea uno de los peores trabajos del dúo.

«¡Pero es que es la primera aparición de la Bruja Escarlata y Mercurio!» Ya, y también es un cómic la mar de malo.

De Superman y Batman mejor no hablar, del uno solo hay un cómic de su muerte -no hay otra historia de Superman, ya lo sabeis- y del otro de cuando le partieron la espalda, porque «es lo que pasó en los 90». Hay un número de X-O Manowar por hay perdido y hasta uno de la Catwoman de Brubaker, pero lo más raro es ese número uno de Preacher y otro de Hellblazer que asoman por lontananza. Luego ya no sé más deciros, hay parte del Hulk de Peter David y hasta un número del Daredevil de Miller, pero el que está más cerca es el primer número del DD de Quesada en Marvel Knights… Pero ojo que el chaval el cómic que está cogiendo de la estantería es un número del Flash de Cary Bates, ése cómic en el que Barry Allen mata al Profesor Zoom. Un cómic estupendísimo de la muerte, ideal para convertir a niños en futuros psicópatas como Geoff Johns, sí, con lo que acabas preguntándote unas cuantas cosas…

¿Una imagen de lo que éramos, lo que nos hubiera gustado ser o lo que otros nos dicen que debería ser?

Porque la intención del autor con estas ilustraciones es apelar a la nostalgia, pero la nostalgia va por barrios y cada uno tiene un concepto distinto. Yo, desde luego, veo esa imagen de la librería y me entran sudores fríos por una época en la que estuve a punto de dejar de leer cómics, tal y como hicisteis algunos de vosotros. La cosa se había puesto muy fea, Norma y Zinco habían puesto a sus cómics unos precios prohibitivos para nuestros bolsillos y parecía que lo único que era accesible para nuestra maltrecha economía eran los mangas. Sabíamos que no era una cuestión de que «nos hubieramos hecho mayores», porque estaba claro que el producto que nos estaban dando en los 90 era absolutamente nefasto, y ni siquiera teníamos la opción de tirarnos a reediciones porque esas no llegarían hasta finales de la década. No, no podemos sentir nostalgia por los 90, y esta imagen nos crea hasta repulsión, ya solo nos queda compadecer a ese pobre chico cuyo primer contacto con Flash va a ser una de sus historias más lamentables. Pero claro, visto que está rodeado por morralla de Liefeld o mamarrachadas como DarkHawk, como que casi podríamos decir que ha esquivado una bala.

El pasado no está para vivir mirando hacia el o para matarlo, el pasado está para aprender de él y hacer un presente mejor.

La nostalgia es, en definitiva, reescribir el pasado. Y los grupos reaccionarios que hablan de un pasado mejor cierran los ojos a la realidad y se niegan a pensar en la posibilidad de que tal vez la nocilla les estuviera obstruyendo las arterias. Las reinterpretaciones «idealizadas» del pasado como las que hace este ilustrador no dejan de ser una loa al consumo, porque lo que se exalta es el tener muchos tebeos, muchos videojuegos, muchas cosas. Los románticos del XIX exaltaban un pasado inexistente en el que su pueblo, su nación o su raza conseguía grandes logros, mostraban amaneceres o anocheceres imposibles y les encantaba recrearse en escenas felices de la vida cotidiana de hace siglos que se inventaban por completo, hasta el punto de que muchas de sus «mentiras históricas» han sobrevivido hasta nuestros días. La nostalgia está bien para cinco minutos, pero por favor, no reescribais la historia. No necesito estas imágenes, ni mucho menos necesito que alguien me diga que tenemos que volver a esto. No, hemos pasado página, nuestro deber es ponernos a otra cosa. Prefiero tener mi conexión a internet, gracias, y te aseguro que yo en aquellos años no podía acceder ni a la mitad de los cómics y películas a las que puedo acceder ahora. Que aunque la vida fuera solo tener cosas -que afortunadamente no lo es- prefiero las que tengo ahora que las que me decís que tenía entonces.
Y que narices, en el fondo todos (hasta M’Rabo) lo sabemos de sobra; La nostalgia es fascismo.

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