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Andor: V de victoria

Yo no pensaba hablar de esta serie hasta pasado cierto tiempo, pero llevo unas semanas viendo como está siendo recibida con la más absoluta indiferencia y el personal está pasando tanto de ella en favor de otras tonterías de anillos y elfos y demás matraca, que supongo que me toca levantar el faro de la razón y avisar: ojo, Andor es una pedazo de serie y os la estáis perdiendo. Que manda narices que el personal haya estado siguiendo el mojón obiwanero sin perderse un solo episodio y cuando esta gente saca algo realmente bueno pase del tema.

La terrible realidad de como un régimen totalitario lo engulle todo.

Superficialmente, Andor es otra de tantas precuelas que nos viene a contar la historia de Cassian Andor, aquel protagonista de Rogue One interpretado por Diego Luna, algo que algunos podrían decir que es completamente innecesario por aquello de «¿a quién le importa Cassian Andor? ¿Por qué tienen que contarlo todo de todo? ¿Dónde está la magia?». La magia está, amigo melón, en que Cassian Andor no es ni mucho menos lo que parece. Tony Gilroy, el de Bourne, Nightcrawler y tantas películas de «espionaje serio» es el que figura como creador de la serie -aunque no el único, hubo bastante movimiento de sillas- y él y su hermano Dany Gilroy han estado bastante implicados en la serie, con los dos hermanos escribiendo más de la mitad de los episodios y haciendo algo que no me esperaba en absoluto; Porque si bien yo pensaba que la serie aprovecharía para contarnos la formación de la rebelión, en lo que no pensaba que incidiría tanto es en algo mucho más interesante, que es la caída paulatina del Imperio en el fascismo.

En Andor ser funcionario es como en la realidad, unos quieren vivir tranquilos con un trabajo asegurado mientras otros quieren medrar, trepar y conseguir gloria en el Imperio o algo.

Y digo que no lo esperaba porque, teniendo en cuenta que la serie se desarrolla unos cinco años antes de La Guerra de las Galaxias, yo ya daba por hecho que por aquel entonces el Imperio estaría más que formado y la Alianza Rebelde ya estaría bien crecidita, pero lo que nos encontramos aquí es que el estado aquel de «células desconectadas» por toda la galaxia que veíamos en Star Wars Rebels lo que viene a enmascarar en cierto modo es que la rebelión no existía en absoluto, solo las células. Nadie se había movido todavía para crear una flota secreta, todos se movían en secreto y sin querer molestar demasiado al Imperio, por lo que el Imperio Galáctico durante los últimos quince años había conseguido dar una imagen de normalidad al golpe de estado de Palpatine que la masacre Jedi y los genocidios y esclavizaciones variadas por los distintos planetas del borde exterior estaban completamente asimilados por la población. Y es en ese momento en el que te das cuenta de que lo que te está contando la serie me recuerda mucho a otra de las grandes franquicias de aquellos tiempos, porque lo que nos están contando es como se extiende el fascismo y cómo se va creando una rebelión que se enfrenta a sus atropellos; Lo que nos están contando es la jodida V.

Y no, no lo digo por los tiroteos en barandillas. Que también los hay.

Porque lejos de los lagartos con cardados imposibles, V era una serie que en realidad se basaba en un libro publicado en 1935 sobre un hipotético dictador fascista en EEUU que, para picar el interés del canal NBC y que se le aprobara el proyecto, el productor de la serie Kenneth Johnson tuvo que transformar en una historia sobre una invasión extraterrestre. Se reflejaba igualmente la caída en el fascismo de una sociedad, el mirar para otro lado, el escapismo mientras todo se iba desmoronando alrededor de los personajes y algo muy siniestro empezaba a introducirse en sus vidas hasta destruirlas por completo. En Andor la cosa es bastante más sutil, porque empezando por su protagonista vamos viendo las distintas reacciones de personajes variados, desde los más militantes contra el imperio hasta los más leales al mismo, casi todos ellos luchando por sus principios y por lo que creen correcto. Por el lado rebelde tenemos a auténticos monstruos sanguinarios que detestan al Imperio y están dispuestos a cualquier cosa, mientras que otros son auténticos intelectuales idealistas que escriben manifiestos, gente que está ahi por sus parejas, por dinero o porque no saben por donde meterse, mientras que por el lado del imperio vemos a auténticos trepas para los que las consideraciones morales no importan mucho, idealistas que creen a pies juntillas en el sistema y les revienta ver toda la corrupción que hay de por medio y, por supuesto, aquellos carentes de cualquier ideología más que la de llenarse el bolsillo, funcionarios corruptos que hacen la vista gorda constantemente.

Y sí, en el Imperio también hay marujas metomentodo de las que cuando detienen al vecino dicen aquello de «algo habrá hecho».

Aunque probablemente mi personaje favorito haya acabado siendo Mon Mothma, senadora y futura líder de la Alianza Rebelde que en esta historia no solo se mantiene apartada de la acción, si no que ni siquiera se plantea una guerra abierta contra el Imperio. Busca una solución pacífica y política, pero se encuentra de morros con sus colaboradores más pragmáticos, que buscan una rebelión abierta porque no ven otra salida posible. Y lo peor es que, en el análisis de la situación, de momento el que va llevando la razón es el belicista, porque contra el Emperador de la Galaxia la diplomacia no vale mucho. Palpatine nunca se cortará en cargarse a quien le venga en gana, y en ningún momento de toda su carrera política y no política ha hecho otra cosa que amasar poder. Todos los estamentos burocráticos de la República, construidos precisamente para evitar el abuso de poder, han sido deformados y retorcidos hasta convertirse en una parodia a su servicio, con la Oficina de Seguridad Imperial, lo que llamarían los yanquis el FBI, convirtiéndose en otra de tantas policías políticas que van por todos lados torturando en el nombre del Emperador.

Que no le gusta nada a un pitufo que le dejes las manos libres…

Y en medio de todo esto está Cassian Andor, un criminal común que trata de sobrevivir como puede ya sea con la República o el Imperio que poco a poco va dándose cuenta de que no hay forma de escapar al nuevo orden. Que vayas donde vayas te van a joder por la excusa más peregrina, que da igual que seas el terrorista más buscado del Imperio o simplemente un turista que pasaba por ahi, si un guardia con un mal día decide empapelarte, te empapela y te conviertes en un esclavo de por vida. Es aquello de «primero vinieron a por los comunistas pero yo no hablé» pero a lo bestia, con el sistema aplastando de forma opresiva tanto a los que trabajan contra, por y al margen de él. Y visto que en el mundo que vivimos hoy en día hay tantos que están cambiando libertad por seguridad sin el menor complejo, demandando «mano dura» constantemente contra los demás, supongo que ésa es una de las razones de que quien busque simple escapismo pase de ver la serie, porque quieras que no esto embajona un poco.

Al Dioni le pasó un poco de lo mismo, se fugó a Brasil y aun así le acabaron cazando. Claro que a él le cazaron por lo que había hecho…

 

Porque no son peleas de palitos de colores ni naves regando el espacio de lucecitas láser, la gente no quiere ver una historia en la que la mayor parte del tiempo vemos a gente escondiéndose en callejuelas, a Mon Mothma luciendo modelitos en fiestas pijas mientras el imbécil de su marido -algo esconde- asoma cada dos por tres para molestarla, y que éso no es lo que quiere ver la gente cuando piensa en «Star Wars». Pero seguramente ésta sea la serie más fiel a la idea original de George Lucas, la de contar una fábula galáctica sobre el resquebrajamiento de la democracia y la lucha por la libertad, el pequeño contra el grande. Andor no cuenta con protagonistas de las películas o cameos demoledores, solo con algunos personajes de tercera fila como la propia Mothma -que solo tiene cameos en la serie original- u otros que directamente no tienen líneas como Wulff Yularen, que aparecía sentado en una mesa en La Guerra de las Galaxias y que en esta serie lo interpreta un señor que ni se parece. Solo tenemos a Cassian Andor, el coprotagonista de Rogue One, algún actor famoso como Stellan Skarsgård o Forest Whitaker, pero se limitan a ser secundarios. Ni está ni se le espera a Darth Vader o al Emperador, ni siquiera a Tarkin o al malogrado Orson Krennic, constructor de la Estrella de la Muerte, no hay cameos locos para satisfacer a los retentivos anales como M’Rabo. Y ni falta que hace.

«Lo aprendí de Palpatine. Si te enseño la piedra en mi mano, no ves mi cuchillo en tu cuello.

Porque si queremos que Lucasfilm empiece a hacer historias de Star Wars que salgan del patrón Skywalker, es precisamente esta serie la que hay que apoyar. Historias ambientadas en ese universo, que juegan con el sin necesidad de contarte relatos independientes que cambiarán la galaxia. Dadle una oportunidad a Andor. Ya sé que se en un principio os parecerá que es una serie en la que «no pasa nada», pero dejad que os vaya calando. Merecerá la pena.

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