M’Rabo sentía muchas cosas. Confusión. Ira, mucha ira. Odio. Rabia, de esa que te hace babear como si tuvieras la enfermedad del mismo nombre, aunque esto era habitual en él. Y sobre todo, y ante todo, despecho. Despecho porque se sentía traicionado y tenía muchas ganas de vengarse, de hacerle pagar a ese bastardo azulón (de hermoso culito, eso sí) su puñalada trapera. Aquel mamarracho desagradecido se iba a enterar de quién era el Emperador Mhulargo, de hasta que punto había cometido un error, porque no hay fuerza más terrible en el universo que un M’Rabo cabreado de verdad. Lo que es peor, un M’Rabo cabreado con un ejército y algo que nunca había tenido hasta entonces: amigos.
Éso sí, él seguía despechadito.
Porque Mon Mothma y la Alianza para la Restauración de la República estaban a tope con él. Entre ellos ya se había corrido el rumor de que el Senador Palpatine en realidad era una buena persona, que había sido manipulado por sus generales y que un Lord Sith, Darth Diógenes, había sido el responsable de todos los males que habían llevado al antaño jovial Palpatine/Mhulargo en una pasa arrugada y desteñida. Que su «nueva identidad» como M’Rabo Mhulargo se debía a un acto de rebeldía del propio Palpatine, y por toda la galaxia se le había empezado a calificar como «el Primer Rebelde». El entendimiento entre antiguos rebeldes e Imperio fue total y absoluto, y así es como no tardaron en configurar el Imperio Republicano, algo que si lo pensabas no tenía mucho sentido pero oye, algunos dicen que funciona y que narices, menos sentido tenía el Alzamiento Leal al Emperador que quería derrocar al Emperador. Claro que el dichoso Alzamiento consistía de varios alzamientos, como el del Imperio Puro, el Imperio De Verdad, Imperio Galáctico Auténtico, Imperio Galáctico Genuino, Imperio Galáctico Ahora Más Leal Y Con Más Imperio y demás tonterías:
Lo cierto es que, aunque hay que reconocer que el rebautizado como Imperio Republicano estaba desmoronándose en pedazos, la otra media galaxia llevaba años recolectando armas para sublevarse, con lo que cuando empezaron a aparecer toda aquella pandilla de imperiales más imperialistas que el imperio, se encontraron de morros con la oposición de casi toda la galaxia. Todos se llevaban mal, todos eran «el de verdad» y esa falta de unión provocó que se dieran más de tortas entre ellos que con M’Rabo. Por supuesto, todo esto le daba completamente igual a M’Rabo, al que lo único que le importaba era la venganza. Habían pasado varios meses desde que su amorcito azulón le había apuñalado por la espalda, y el canalla seguia sin aparecer. Y daba igual que el Servicio Imperial de Seguridad hubiera mandado sondas a todos los confines de la galaxia, seguía sin haber ni rastro de Thrawn, por lo que decidió con toda lógica hacer lo que se hace en estos casos, ir a preguntar a su madre:
Que en realidad no era su madre, pero entendedme, M’Rabo es así y cuando se le pone algo entre ceja y ceja no hay quien lo aguante:
-A ver, ¿está o no está Thrawn por ahi?
-¿Te refieres a Mitth’raw’nuruodo?
-Al pitufo hijo de puta, se llame como se llame.
-Nos desagrada ese término, Emperador.
-¡Más te desagradará sacarte los paluegos de mi bota de clavos como no me digas dónde está ese hijo de la gran puta ahora mismo!
Desde luego, aquello no fue nada diplomático, no, y la guerra entre el Imperio Republicano y la Hegemonía Chiss estalló en aquel momento. De cara a los antaño rebeldes, los Chiss estaban alojando a un terrorista terrible y el Emperador tenía muchas pruebas de ello, que estaba preparando en un dossier enorme que en cuando pudiera se lo mandaría a Mon Mothma para que estuviese tranquila. Lamentablemente la guerra iba a ralentizar un poco las reformas políticas acordadas -le dijo Tarkin a Mothma- pero aun así le aseguró que no se paralizarían en ningún momento. Y así es como Lord Darth Vader, al frente del Superdestructor Ejecutor y con cuatro Destructores Imperiales de Clase II y dos Interdictores, entró en el espacio Chiss y comenzó la madre de todas las batallas… Que tampoco fue para tanto, porque en cuanto los pitufitos sintieron el miedo el ejército del almirante de hipnótico culito reapareció con todo su ejército y así es como se liaron a tortas de tal manera que para cuando toda la Hegemonía Chiss había sido conquistada por el imperio, Thrawn no había aparecido por ningún lado. Y claro, así no se disfruta de una victoria.
Y sí, había un desfile y homenajes en Coruscant, Darth Vader hasta se había jubilado en un balneario de Naboo y por fin se celebraba la convocatoria de elecciones libres tras más de cuarenta años y tal, pero M’Rabo no asistió a las celebraciones; ¿cómo iba a hacerlo, teniendo una venganza pendiente? ¿Pero cómo puedes vengarte de alguien que no sabes ni dónde está, del que todos no paran de decirte que murió durante la batalla de nosedónde? Pero no había cadaver, no había restos, no habia una calavera en la que mearse y cagarse. La vida era una mierda, por lo que M’Rabo procedió a desahogarse haciendo lo que se le da mejor: Joderlo todo. Así que agarró su cuaderno de gente a la que matar y, tratando de ignorar todas las veces que había anotado el nombre de Diógenes, se encontró un nombre. Un nombre no de una persona, si no de un planeta entero: Alderaan. Pues a tomar por culo Alderaan.
Por supuesto, cuando «La Puta Estrella de la Muerte» apareció cerca de la órbita de Alderaan, todos pensaron que era culpa de Thrawn, porque lógicamente el pacífico Senador Palpatine no podía tener nada que ver. Nada, hasta que en el momento en el que los reactores de La Puta Estrella de la Muerte se activaron y los Alderaanianos empezaron a correr a buscar una nave para enviar a su único hijo a cualquier planeta de gañanes, el Emperador hizo una retransmisión a toda la galaxia y dió el memorable y terrorífico discurso que quedará inscritos en los anales del universo:
-Alderaanianos hijos de puta.
Simple, escueto y directo. Billones de personas a lo largo de toda la galaxia pudieron comprobar de primera mano la salida del armario del Emperador, como destruía un planeta entero «por si estaba Thrawn por ahi» y absolutamente todos -menos algunos tarados, que siempre hay- fueron conscientes de que el desgraciado era un oligofrénico y un cabronazo sin conciencia. A partir de ahí pues lo de siempre, Tarkin encantado de la vida, un millón de sublevaciones, la galaxia patas arriba, regueros de sangre por todos lados y bueno, la galaxia hecha unos zorros. Cuando no arrasaba un planeta y liquidaba a la población, el despechado M’Rabo destruía el planeta y santas pascuas, por lo que pronto el suyo era un imperio de cenizas con un trono de cenizas en el que hasta las pringles con chocolate sabían a cenizas. Pero los interrogatorios y torturas constantes preguntándo dónde estaba Thrawn fueron constantes, hasta el punto de que, sin haber hecho absolutamente nada y gracias al martirio de su propia raza, el almirante azulón se había convertido en la última esperanza de la galaxia tras la destrucción de la alianza rebelde.
Que ojo, tampoco es que los rebeldes se fueran bajando la cabeza; La Estrella de la Muerte (y Tarkin) voló por los aires, pero unos treinta años después nadie se acordaba de ello porque el Imperio Galáctico tenía ya siete u ocho y ya había aniquilado a toda oposición. Sistemas solares enteros habían desparecido en docenas de agujeros negros, pero Thrawn seguía sin aparecer. El alto mando del imperio, hinchados como pollos, seguía enriqueciéndose con la campaña de terror, pero tras la caída de los últimos restos del Cartel Hutt ya nadie esperaba ganar nada, y los informes de una posible insurrección se amontonaban diariamente. Lo posible no tardó en convertirse en realidad, y cuando media galaxia empezó a enfrentarse a otra media y ya todo parecía dar igual, Thrawn reapareció. No tenía un plan, no tenía un ejército. No iba a darle un vuelco a la situación, y ni siquiera tenía un te quiero o un lo siento. Apareció de la forma más tonta, sentado en el trono imperial mientras M’Rabo estaba en el baño. Ni siquiera había asomado cuando el Imperio conquistó su patria, la hegemonía Chiss, y los llevó al borde de la extinción -aunque lo intentó, vaya si lo intentó-. Ahora estaba allí, sentado y ni siquiera se molestaba en mirarle a los ojos. Pero eso sí, antes de que M’Rabo pudiera hacer o decir algo, lo dijo:
-¿Te acuerdas de que te avisé de que había una amenaza para toda la galaxia?
M’Rabo saltó sobre el azulón con los ojos inyectados en sangre y babeando, pero el antiguo almirante se limitó a moverse a un lado sin gran esfuerzo mientras M’Rabo se tropezaba con su propia túnica y caía al suelo.
-La amenaza eras tú. Siempre fuiste tú mismo.
-Pues tú… ¡Tú eres un hijo de puta! -se levantó y volvió a avalanzarse sobre su antiguo amor, fracasando de la misma forma ridícula:
-Desde luego no eres muy elocuente para haber tenido una carrera política durante décadas, pero tampoco creo que se pueda esperar mucho de ti. Aunque debo elogiar tu perseverancia, a estas alturas pensaba que ya te habrías cansado de intentar matarme; No creo que puedas hacerlo por tus propios medios, así que entenderé que llames a tus guardias.
M’Rabo intentó morderle el cuello, pero lo único a lo que consiguió clavar el diente fue al suelo:
-Por supuesto, no creo que tus guardias consigan salvarte.
-Ah, ¿ahora me vas a matar tú a mi?
-En cierta manera. Verás, simplemente había muchas cosas sobre ti que no entendía, y todos estos años me han iluminado. Porque tú no perteneces a esta galaxia, ni siquiera a este universo. Tú eres la amenaza.
-¡Vaya tontería, eso yo ya lo sabía! ¡Pero estate quieto que quiero patearte la garganta!
-¿Has oído hablar del motor eterofásico?
-¿Heterofásico? -M’Rabo se detuvo- ¿Es algún tipo de terapia de conversión?
-En cierto modo, sí. Es un motor que se ha construido durante años junto al agujero de gusano de Endor y que se alimenta de un tipo de materia oscura; exactamente la misma que se produce al convertir sistemas en agujeros negros, destruir planetas y en general todo lo que has estado haciendo estos últimos años mientras me buscabas.
-¡Si no te vas a dejar matar por lo menos dime para que sirve ese cacharro y deja de calentarme la cabeza!
-Ciertas culturas consideran que al conseguir la suficiente materia oscura, provoca la ascensión de la galaxia entera… Cuando no de todo el universo.
-¿Ascensión? ¡Me estás intentando liar!
-En absoluto, solo busco tu iluminación. Esa supuesta ascensión es precisamente eso, elevarse a un plano superior, trascender el cuerpo fisico a otro plano de existencia.
-¡Deja de moverte, que solo quiero darte una buena ascensión a patadas!
-Me alegro de que nos vayamos entendiendo, porque éso hará más fácil lo que te voy a decir ahora; obviamente esa ascensión no es tal, simplemente el motor es un disruptor capaz de borrar una línea temporal por completo llevándola a un estado anterior. Por ejemplo, un estado anterior a tu llegada a este universo.
-¡Muérete tu solo, hijoputa! -M’Rabo se tiró al suelo, jadeando por tanto esfuerzo infructuoso- ¿Por qué cojones tenías que ser un traidor?
-Mi lealtad por mi pueblo estaba por encima de todo, y tú siempre fuiste una amenaza directa. El plan original era estudiarte, luego eliminarte. Pero tras la destrucción de la Hegemonía Chiss, la única opción aceptable es devolver toda la línea temporal a un estado anterior a ti.
-¡Y todo porque no me dejaba seducir por ti!
-El motor se pondrá en marcha en breves minutos y todo habrá sido un mal sueño.
-Un sueño de Resines, ¡anda y vete a tomar por culo!
-Emperador Mhulargo, por favor. Si he venido a explicártelo es por algo.
Mitth’raw’nuruodo de la Hegemonía Chiss se arrodilló, apartó su pelo y besó la mejilla de M’Rabo. Mira que eran raros estos chiss hijos de puta, pensó M’Rabo mientras le arrancaba la nariz de un mordisco, pero entonces una nube de antimateria lo cubrió todo y aquello se acabó. Lo siguiente que vió, por supuesto, fue un contenedor de basura un segundo después de su partida, sin tener el menor recuerdo de todo lo que le había pasado, de que en algún momento de su vida, puede ser, tal vez, había sido amado. Que alguien había sido capaz de perdonarle el genocidio de su propia gente, de trabajar durante años en secreto para reiniciar el universo y que en el momento en el que podía haber hecho justicia, eligió la clemencia y el amor.
M’Rabo salió del contenedor de basura con una extraña sensación de euforia, como si acabara de salir de la madre de todos los BL y ahora pudiera restregárselo a Diógenes o, peor todavía, hacer una serie de seis posts sobre el tema camuflándolos como una partida a un videojuego de Star Wars…