Pues tenemos una rebelión. Uno se levanta un día para seguir conquistando la galaxia y haciendo esclavos y putear razas inferiores en general, y de repente se juntan cuatro malcomidos y se te rebelan. ¿Por qué? Porque sí, porque total el Imperio ya les había dejado en paz hace mucho. M’Rabo no entendía cómo podía haberse formado una rebelión contra el Imperio en un lugar que no dominaba el Imperio, pero así estaban las cosas. Además, Thrawn estaba muy preocupado, y si su Azulón Sabrosón estaba preocupado, sus razones tendría. Digo yo.
-Pero es que están muy lejos.
-Irrelevante, son una amenaza que no debe ser menospreciada porque podrían suponer la ruina del Imperio.
-Si por lo menos fueran del puto Alderaan… ¡Pero no son de Alderaan, son de a tomar por culo!
-Alteza, hágame caso. La galaxia debe permanecer unida ante la amenaza que está por llegar, y no podemos permitir que una pequeña disensión se extienda después de tanto trabajo.
-De acuerdo, tú sabrás. Si fuera por mi yo les daba la mitad de la galaxia y yo me quedaba con la otra media, pero si la amenaza esa es tan importante… Ahora que lo pienso, ¿qué amenaza es esa?
-Una amenaza terrible.
-¿Más terrible que Zack Snyder?
-No sé quién es ese, pero seguramente más.
-¿Más que Ron Marz guionizando Green Lantern? ¿Que Dan DiDio?
-Más, más.
-¿Más que Diógenes cuando te pide ayuda para su weblog y acabas trabajando gratis para él durante doce años?
-¿Doce años? Que barbaridad… Pero supongo que sí, que es una amenaza muy superior. Podría acabar con todo.
-Diógenes es capaz de eso y más, pero si tú me dices que la amenaza es peor, pues yo te creo y en paz.
Y así fueron pasando las semanas y los meses, con Thrawn consolidando y anexionando más y más territorios, mientras se montaba larguísimas reuniones en las que se hablaba del diseño de unos nuevo tipo de cazas y relegaba el proyecto de la Estación de Combate Tocha a un segundo plano, cosa que a M’Rabo no acababa de gustarle porque, a fin de cuentas, la Estación de Combate Tocha se suponía que no solo servía para aplastar enemigos, verlos destrozados a tus pies y escuchar el lamento de sus mujeres, no, también servía para hacer carreteras espaciales y solucionar el tapón alderaaniano. Pero eso a Thrawn le daba completamente igual porque decía que era un error estratégico dedicar tantos recursos a un proyecto cuando se podrían construir flotas enteras con esos mismos materiales, y si Thrawn lo decía pues debía de estar bien.
Por su parte, los Rebeldes parecían bastante tranquilos. No habían atacado a nadie, ni siquiera se manifestaban a la puerta de su palacio ni la liaban de ninguna forma, por lo que el Emperador seguía sin entender que tuvieran algo de malo, por lo que cuando una tarde llegó Thrawn con unos documentos explosivos que documentaban perfectamente el proyecto de los rebeldes para asesinar a su persona, pues como que lo dejó completamente patidifuso:
-¿Cómo? ¿Que querían matarme? ¿A mí?
-Ya lo véis Alteza, no se puede fiar uno de nadie.
-¿Pero por qué?
-Quieren democracia.
-¿Democracia? ¡Pero si son independientes! ¡Pueden tener lo que les de la gana! ¡Que me dejen en paz!
-Hay gente que nunca está contenta, Mi Señor.
-Que bonito suena oir Mi Señor de tus labios, repítelo.
-Euh… Señor, creo que asegurar los astilleros corellianos debería ser una de nuestras…
-Dílo.
La tensión se podía cortar con un cuchillo, las venas del cuello y otras partes del cuerpo de M’Rabo parecían el cable transoceánico de Google, pero misteriosamente la cosa terminó ahí. Thrawn siguió a lo suyo con sus conquistas y M’Rabo mirándole el culo, porque eso de las invasiones ya se la traía sin cuidado. Estar con Thrawn era algo maravilloso, él se encargaba de todo, no respiraba todo el rato como Darth Vader ni estaba continuamente hablando de lo listo que era como Tarkin. Bueno, borra eso último; a Thrawn le encantaba decir lo listo que era y como era capaz de conocer los planes de su enemigo con solo estudiar su cultura, pero como tenía un culito estupendo se le perdonaba absolutamente todo. Y así siguieron las conquistas, y los Rebeldes sin hacer nada más que decir que eso, que se rebelaban, pero sin atacar a nadie ni tocar a nadie.
-Nos tienen miedo -la tez del gobernador Tarkin tenía un aspecto fantasmal iluminada por el mapa holográfico de la galaxia- el miedo es el arma definitiva, paraliza al enemigo y lo lleva a la destrucción.
-¿Que lo paraliza? ¡Ja! Tú no has visto a Diógenes viendo una peli de miedo, ¡arrea patadas por todas partes! No te digo más que le tienen prohíbida la entrada en todos los cines de su barrio, lo llaman el Lobezno de las butacas, porque se agarra tanto al asiento que lo acaba desgarrando del todo. Y no te creas que son butacas forradas de tela o algo parecido, no, son de plástico bien duro.
-Debemos mantener el discurso de que la amenaza rebelde debe ser aniquilada por completo o más sistemas se unirán a su causa, por ello…
-…y encima el hijo de puta de Diógenes siempre les dice que es culpa mía cuando yo ni entro al cine, pero da igual, me tienen prohíbida la entrada a mi también, ¿te lo puedes creer?
-Disculpe Tarkin -sus ojazos rojos del azulón destacaban como dos soles kryptonianos entre el mar de estrellas- pero veo más necesaria proseguir nuestra estrategia de aislamiento. Sojuzgar uno a uno a todos sus posibles aliados los coloca en un callejón sin salida que, unido al miedo…
-No crea que no estoy viendo lo que usted trata de hacer y hasta la aplaudo, el mantener la existencia de una amenaza inofensiva como la Rebelión nos permite ir conquistando sectores completos con la excusa de que cobijaban terroristas. Una estrategia de relaciones públicas estupenda, pero en el fondo innecesaria, porque el terror al Imperio…
-Dejad de dar la paliza con la rebelión y hacedme caso, que yo ya me he encargado de ella.
-El terror solo no mantiene… -a Thrawn se le cayó el puntero láser con el que iba marcando los distintos sectores de la galaxia- Perdón, Alteza, ¿le he entendido bien?
-¿El qué? Decía que Diógenes es un hijo de puta y está claro que…
-No, no, ¿me ha parecido que ha dicho que se ha encargado de la rebelión?
-Sí, ya te digo que dejéis de hablar de eso porque no hace falta.
-¿Cómo se ha encargado de la rebelión?
-Pues hablando, como debe ser.
-¿Qué dem..? -el color de la cara de Tarkin atravesó en un instante todo el espectro cromático- ¡ESTE IMBÉCIL HA FIRMADO UN PACTO DEFENSIVO CON LA ALIANZA REBELDE!
Lo siguiente fue una escena digna de un cuadro de Gericault; Tarkin pataleaba, Thrawn se tiraba de los pelos, Darth Vader se descojonaba al fondo de la sala y Mass Ameda suspiraba mientras el Emperador Mhulargo miraba a su alrededor sin entender nada.
Y en realidad la cosa había sido la mar de sencilla, a M’Rabo eso de que qusieran matarlo no le había hecho la menor gracia, por lo que llamó a los rebeldes. Se puso en contacto con Mon Mothma en persona y se encontró con que era una señora encantadora que, por supuesto, negó todo intento de asesinato contra su persona y le explicó las reivindicaciones de la Rebelión, consistentes en tonterías como acabar con la esclavitud y todo eso. A M’Rabo eso de la esclavitud le sonaba a Diógenes y lo de gobernar toda la galaxia con puño de hierro le daba ya un poco igual porque había visto que aquello no era nada divertido, con lo que accedió a hacer varias reformas en el Imperio a cambio de que la rebelión se rebelara contra otra cosa, cosa que Mothma aceptó. Luego pasaron a hablar sobre Chanclilla, que la señora era de allí, y M’Rabo la invitó a visitarla cuando quisiera, cosa que ella también lo invitó a él a su cuartel general secreto en Yavin 5 (oops) y oye, que una cosa lleva a la otra y acabaron firmando un pacto defensivo porque, joder, con tanto cartel del crimen Hutt y tanta amenaza exterior de Thrawn convenía que todos estuvieramos unidos. Y así se creo que primer Pacto por la Amistad y el Desarrollo Común entre la Alianza para la Restauración de la República y el Imperio Galáctico.
A Tarkin no se le pasó el disgusto, y Thrawn (y su culito) desaparecieron de Coruscant esa misma noche. Fueron días tristes para M’Rabo, porque no respondía a sus mensajes y mucho menos a sus llamadas -y éso que él era el Emperador, manda cojones- y a veces tenía hasta que hablar con Darth Vader para no aburrirse, pero hablar con él era un rollo porque se cortaba para respirar a cada frase y parecía que estabas otra vez en el colegio hablando con aquel niño que tenía un ataque de asma a cada segundo.
-Jo, para una vez que arreglo algo sin recurrir a la violencia…
Mon Mothma también había empezado a hablar con él más a menudo, y era mejor compañía, aunque era una señora muy pesada que estaba todo el rato hablando de las reformas, la libertad y esas mierdas. Lo importante era que parecía haberle cogido cariño -«pareces un hombre nuevo», decía- y ya no quería matarlo, cosa que M’Rabo agradecía. Claro que uno lo piensa y, joder, entre que quiera matarte Mon Mothma y que quiera matarte Thrawn, pues como que igual prefieres que lo intente Mothma que por lo menos no se ensañará contigo. Porque menuda cara que traía Thrawn el día en el que por fin volvío a aparecerse ante él mediante un mensaje holográfico:
«Ésto es un mensaje para los ciudadanos del Imperio Galáctico: El Emperador es un impostor que cobardemente ha vendido vuestra seguridad a los terroristas rebeldes. Varios valientes generales hemos decidido alzarnos contra el traidor creando la Alianza Leal al Imperio; nuestro objetivo es derrocar al usurpador y volver a poner en su lugar al verdadero emperador. Y si no lo encontramos, pues ya me pondré yo o quien sea, lo importante es que el Imperio esté en su sitio.»
Se dice que el lado oscuro de la fuerza deja a sus usuarios sin alma, sus entrañas devoradas por el vacio y la oscuridad. En algún lugar del vacío, un corazón se rompió.
Y que Crom cuente los muertos.