Si por algo se caracteriza la animación yanqui de los 90 es por la irrupción demoledora de Batman: The Animated Series, la serie a imitar hasta que descubran Dragon Ball y el anime y todo salte por los aires. Pero volvamos al final de Patoaventuras…
Otra serie que solo le gustó a M’Rabo, poniendo a jugadores de futbol americano de Caballeros de la Tabla Redonda. Si por lo menos jugaran futbol de verdad, parecerían algo más británicos…
Y es que en 1991 Disney necesitaba rellenar su parrilla, porque habían sufrido un contratiempo de última hora -querían hacer una serie sobre Rocky & Bullwinkle pero no tenían los derechos, cosas que pasan- así que decidieron crear rapidamente un spinoff de Ducktales basándose en un episodio en el que el Tío Gilito se había disfrazado de un trasunto de Batman, The Masked Mallard. Pero el nuevo pato superhéroe no iba a ser Gilito, si no un tal Drake Mallard (Kent Allard, Drake Mallard, ¿lo pillais?), que acompañado por su sidekick Launchpad y su hija adoptiva Gosalyn iba a ser el terror que aletea en la noche bajo la identidad de un nuevo héroe más basado en la Sombra que Batman: El Pato Darkwing.
¿Quién es el terror que aletea en la noche?
Darkwing contaría con tres temporadas en las que se enfrentaría a los agentes de la siniestra organización FOWL y a villanos como su archienemigo Negaduck (el Darkwing reverso, con descarada inspiración en el enemigo de Flash) Megavolt o Morgana Macawber, sirviendo para preparar el terreno a su pesar de la ya mencionada Batman: The Animated Series, cuya primera temporada sería contemporánea con la última de Darkwing y que tuvo tanto éxito que provocó que más de uno se pensara que el propio Darkwing imitaba dicha serie a pesar de haber aparecido un par de años antes. Sin embargo, a la que desde luego si que inspiraría el Hombre Murciélago sería a los siguientes superhéroes de Disney, Gargoyles (1994):
¡Los pelos de punta, oiga!
Probablemente la segunda mayor tragedia de Gárgolas es que nació ya como una propiedad de Disney y probablemente no vuelvan a acordarse de ella. Creada por Michael Reaves, uno de los guionistas de Batman TAS y Batman: Mask of the Phantasm, además de Phantom 2040, la serie destila amor por el género y por Shakespeare por los cuatro costados, contándonos una conspiración desde tiempos medievales llevada hasta la Nueva York de finales del siglo XX. Todo en la serie está cuidado a niveles que la propia Disney no había cuidado nunca en su división de televisión, con lo que la gran tragedia de la serie es precisamente su mayor virtud, haber llegado demasiado pronto y haberse visto sometida a los vaivenes de los contratos de publicidad, juguetes y demás, de tal forma que su tercera temporada fue destrozada para hacerla más infantil y que cuadrara con los contenidos familiares de ABC, que acababa de ser comprada por Disney. Que no digo yo que una Gárgolas creada en tiempos del streaming no hubiera sido ninguneada como lo fue Patoaventuras -ugh- pero quiero pensar que por lo menos no habrían destrozado la tercera temporada.
Que quereis que os diga, era la época de Parque Jurásico o algo.
Mientras tanto, en el departamento de animación de WB Bruce Timm y Paul Dini volvían a trabajar en un proyecto con Steven Spielberg: Freakazoid! un superhéroe adolescente en clave de comedia que, por influencia del director de cine, acabó siendo más comedia que superhéroe. Me gustaría deciros algo más que que duró un par de temporadas, pero… No la he visto, WB no la tiene en HBO max y tampoco la ha editado en DVD ni nada, con lo que está bastante inaccesible, a pesar de que en su día no dejaba de ser un proyecto de perfil alto aunque solo fuera por contar con el nombre de Spielberg. En fin, que le vamos a hacer
Que por «otros medios» se puede conseguir, pero la resolución sigue sin ser gran cosa.
Y en la tradición de Magical Girls como Amethyst o Sailor Moon -que ya era conocida por allí en 1995- tenemos «Princess Gwenevere and the Jewel Riders», con las descendientes de la Reina Ginebra luchando contra una Morgana LeFay que parece recién salida de Leonia -o de Westview, que tanto nos da- dispuesta a gritar aquello de no más pendragones. También influenciado por el manganime tenemos la última producción de otro clásico ochentero, la Ruby Spears, con «Skysurfer Strike Force», una serie cuyo guión soy demasiado viejo para entender -básicamente es un «henshin» a lo Power Rangers- pero que trata muy fuerte de ser un anime -de hecho lo es, porque está coproducido con una productora japonesa- pero mantiene todas las pegas de la animación chapucera de los peores vicios de la Ruby Spears. Triste, porque aunque la productora llevaba años languideciendo, el arranque de Ruby Spears contratando a Kirby y otros grandes del cómic hacía pensar que la productora habría podido llegar bien lejos, pero nunca supo renovarse como sí que lo hizo Hanna Barbera…
QEPD, Ruby Spears, aunque casi todas tus series fueran un horror.
…o no. Porque tras ser adquiridas ambas por Ted Turner a principios de los 90 -por la época las lenguas maledicentes llegaron a decir que ese hombre «se lo compra todo, hasta a Jane Fonda»- Turner creó un canal de dibujos animados llamado Cartoon Network, el cual se nutrió, entre otros contenidos, con producciones creadas especificamente por una división de animación más «experimental» de Hanna Barbera llamada pues eso, Cartoon Network Studios. Sus contenidos acabarían marcando dramáticamente la animación estadounidense, saliéndose de las fórmulas habituales de HB y todo ello gracias a la creación en 1995 de un contenedor de nuevos talentos: «What a Cartoon!», en el cual se mostraban cortos universitarios y experimentales de todo pelaje y en el que se mezclaban producciones de gente como Genndy Tartakovsky y su Dexter’s Laboratory con las de veteranos como Ralph Bakshi o los mismísimos William Hanna y Joseph Barbera, además de un corto sobre unas niñas superhéroe creadas por un tal Craig McCracken, The Powerpuff Girls…
Poner el corto universitario de alguien está feo, pero así es como nacieron las Supernenas, oye.
Los tiempos estaban cambiando, y de repente la misma generación que estaba viendo «Princess Gwenevere and the Jewel Riders» se encontraba con una serie sobre tres niñas en edad preescolar que repartían estopa como si no hubiera un mañana mientras se preocupaban de que se les caían los dientes de leche. El formato autoconclusivo y rápido, el diseño artístico completamente novedoso, arriesgado y a la vez tremendamente limpio hizo destacar una serie de superhéroes como no se había visto hasta ése momento, totalmente despegada de la influencia de Batman TAS o de cualquier cosa que viniera de la década anterior, que todavía era la que se resistía a dejar de marcar lo que debía ser la televisión infantil de la época. Las Supernenas -que así se llamaron por estos lares- eran cuquis, vendibles y a la vez eran un producto lo suficientemente bien hecho como para que pudieran disfrutarlo tanto niños como mayores, ¿que más se podía pedir? Pues seis temporadas, película y algunos remakes…
Pero, pero… ¿Dónde está aquí Emilio Estevez?
Paralelamente a todo esto, Dragonball Z ha llegado a EEUU. Tras una primera emisión en 1996 con discreto éxito, Cartoon Network empieza a emitirla en 1999 y todo se pone patas arriba. La series de animación basadas en personajes de Marvel como Spiderman o X-Men están cerrando sus puertas y hasta Batman TAS es reformulada en Batman Beyond. El ciclo de los 90 se cierra en EEUU igual que empezó en europa, con Son Goku peleando contra Freezer; la primera década del nuevo siglo va a estar marcada profundamente por el anime y por la influencia de las nuevas producciones de Cartoon Network.
Y de esto que hable M’Rabo, que es BL.