Hoy toca de nuevo mirar hacia la televisión para hablar de un descubrimiento reciente que me ha enganchado de mala manera, Russian Doll. Una serie que pese a partir de una premisa fantástica de sobras conocida a sido capaz de salirse de lo previsible para ofrecernos un viaje emocional repleto de drama, un humor ocasionalmente negrísimo e incluso esperanza. Así que sin mas rodeos, y tratando de desvelar lo mínimo de la historia, vamos a asistir al cumpleaños mas largo del que tengo recuerdo para disfrutar de una de esas series que me recuerda por que veo tan pocas películas.
Nadia no se encuentra especialmente a gusto en la fiesta de su treinta y seis cumpleaños, por lo que decide abandonar a sus amigos y abandonar su propia celebración, algo que acaba con ella siendo atropellada por un coche… y de regreso a la fiesta como si nada hubiese sucedido. Atrapada en un bucle temporal y condenada a revivir una fiesta que detesta, Nadia tendrá que descubrir como es que se encuentra en esa situación y como escapar de ella, algo para lo que quizás acabe encontrando algo de ayuda donde menos se lo espera.
Lo se, sobre el papel esto podría ser la enésima revisitación de Atrapado en el Tiempo/Groundhog Day, pero aunque Russian Doll sigue hasta cierto punto esa formula de ciclos temporales que se repiten una y otra vez y que hemos visto repetida hasta la saciedad en incontables películas. y episodios de televisión. Pero es lo que se hace en Russian Doll con esa premisa tan popular buena parte de lo que hace de esta serie algo especial que le permite destacar sobre el resto. Porque aunque esta premisa suele utilizarse a menudo para que quienes están atrapados en ella sufran un crecimiento personal y emocional aquí esto se ha llevado hasta el extremo, abandonando muchos de los tópicos de dicha premisa para poner al frente a sus protagonistas, siendo todo lo demás una simple excusa de fondo.
Esto funciona tan bien gracias a una protagonista genial, Natasha Lyonne. Actriz, directora, productora en el teatro, el cine y la televisión, además de ser la co-creadora de esta serie (junto con Leslye Headland y Amy Poehler) es su interpretación de Nadia Vulvokov, la ocasionalmente borde y antisocial protagonista la que, sin desmerecer al resto del reparto, sostiene la serie sobre sus hombros. Su personaje camina sobre la fina línea de caer bien o muy mal al espectador, pero Lyonne lo hace tan bien que es difícil no sentir cierta simpatía con ella incluso cuando se esfuerza al máximo por apartar a todo el mundo de su vida.
Y eso es algo sobre lo que en buena medida gira la serie. Mas arriba hablaba del crecimiento personal que suele impregnar este tipo de historias, algo que aquí se mantiene ya que Nadia necesita cambiar y con urgencia. Un cambio que a diferencia de lo que sucede en otras historias similares no es algo estrictamente personal, sino que el mayor cambio que necesita Nadia es algo a lo que se ha resistido durante buena parte de su vida, el aprender a dejarse ayudar, algo que quizás vaya en ambas direcciones.
Pero dejando a un lado lo grande que es disfrutar de ver a Nadia y compañía aprender por las malas que es lo que necesitan cambiar, probablemente con lo que mas he disfrutado es con lo que transmite esta serie. Porque pese a todo el drama y la tragedia que rodea a sus protagonistas, por encima de todo transciende un mensaje bastante positivo del que no vendría mal aprender algunas cosas. Poco a poco mas de un personaje tiene que aprender a desprenderse de mucha mierda acumulada a lo largo de su vida, a dejar atrás el miedo a dejar que los demás se acerquen, a implicarse en las vidas de los demás, a romper esa coraza y simplemente aceptar que a veces es necesario contar con alguien y ser capaz de aceptar la ayuda de los demás.
Además se trata de una serie que, al igual que su mas ilustre predecesora, nunca llega a explicar porque esta sucediendo todo esto, simplemente es algo que sucede y ya. Y pese a que yo suelo odiar muchísimo cuando en una obra de ficción se escaquean de explicar lo sucedido, aquí esta todo tan bien contado y se pone el foco de tal manera en lo realmente importante de la historia que pese a que hay muchas cosas que quedan sin respuesta he llegado al final alegrándome de este peculiar viaje sin importarme como se ha llegado hasta ahí.
Una serie que por cierto he descubierto en el momento perfecto, ya que su segunda temporada se estreno el mes pasado tras una espera de tres años por culpa de la pandemia (y hay planes para una tercera temporada que de momento Netflix ni ha confirmado ni desmentido que vaya a existir) Así que quienes busquen una serie diferente con la que pasar un buen rato y que se ve en un suspiro (ocho episodios de poco mas de veinte minutos cada uno) Russian Doll es perfecta para ello. Mientras que yo por mi parte me dispongo a ver si esa segunda temporada esta a la altura de ese listón tan alto que han dejado.