Se acabaron los chascarrillos de palacio, se acabaron los cubos de grasa de cabra. A la muerte de M’Rabo Mhulargo en el 927, Daniel Rand ibn Mhulargo se encontró una guerra ganada sobre un enemigo netamente superior en lo tecnológico pero inferior en efectivos militares, por lo que decidió no mirarle el diente al caballo regalado y consolidar su nueva capital en Córdoba, la tierra más avanzada de toda la península y seguramente de toda la Europa no bizantina. Los Canarios habían tomado la mayor parte de Andalucía y sí, había comenzado lo que M’Rabo bautizó poco antes de morir como la requeteconquista.
Los historiadores han hablado siempre de que la invasión del Islam a la península nunca fue uniforme, y que distintas facciones del norte de África vinieron a invadirla durante los siglos posteriores. En ocasiones por pedir ayuda en conflictos internos a un aliado no muy bien intencionado, en otras ocasiones por invasión directa, pero de lo que no se habla es de una invasión que procediera de las Islas Canarias a cargo de una dinastía de cabezones paticortos de ojos saltones, siendo el primer Malik de los Mhulargo el susodicho Daniel Rand ibn Mhulargo, un porrero de cincuenta y un años que se pasaba el día encerrado en su castillo y era un tanto manirroto, pero que por lo menos le caía bien a la gente… Pero no a toda la gente:
En general, Daniel Rand ibn Mhulargo fue un Sultán -o Emir de Emires, Malik o comoquiera que quisiera llamarse- que se portó bien con sus súbditos, porque a diferencia de M’Rabo no le iba el rollo ese de matar para acojonar y apuñalar por la espalda, a pesar de que les caía bastante mal a la mayoría de ellos. Se extendió poco, mucho menos que su antecesor, más que nada porque su reinado fue la mar de corto -empezó a los 51 y no llegó a cumplir los 70- pero aun así hizo algo digno de mención: el muy cabrón renunció a la religión verdadera de del Gigamencey y se hizo musulmán, adoptando la cultura andalusí y consolidando el paso de los canarios de tener una cultura tribal a una basada en clanes, preocupada más por el desarrollo de obras públicas y ya teniendo un imperio como es debido pero perdiendo el espíritu campechano de los pastores de cabras. M’Rabo seguramente habría estado orgulloso de él, pero los canarios de verdad se estaban revolviendo en sus tumbas.
Su sucesor tendría que haber sido el Príncipe Bloodsport, pero un problema con una comida en mal estado que le había servido su hijo y heredero -Ammenay ibn Bloodsport Mhulargo- provocó que su estómago se abriera como una botella de cocacola con mentos -o su equivalente medieval- y el jeque diera con sus huesos en la tumba, abriendo el camino para que su heredero dispusiera del liderazgo de los Mhulargo a una edad relativamente jóven y sin tener que disputarse la herencia con demasiada gente al ser hijo único, oportunidad que vaya si aprovechó sin perder mucho el tiempo:
Su sucesor, Amennay ibn Bloodsport Mhulargo, destacó por abrazar sin complejos esa nueva identidad y se tornó un tipo tremendamente religioso que hizo varias peregrinaciones, siendo el primero que realizó una a la Meca, dar vueltas alrededor de la roca y todo eso. M’Rabo habría pensado que una peregrinación a La Roca tenía que ser una peregrinación a Alcatraz, pero M’Rabo es imbécil y nunca habría soñado con que su nieto se convirtiera en Califa. Porque sí amigos, Amennay ibn Bloodsport Mhulargo se autonombró califa Muwalladín, convirtiéndose en el líder del Califato de Al Andalus y terror de los cristianos godos a los que empezó a dar caza por toda la península.
Pero al final todo esto iba exactamente de eso, de aterrorizar godos y vengarse por algo que harían en el futuro… Y así es como la península ibérica acabó convertida en su principal campo de batalla, el suyo y de sus descendientes, con los restos del califato omeya siendo vapuleados de mala manera, el Ducado de Barcelona siendo anexionado por guerra santa y hasta el pobre Reino de Asturias dejando eso que otros bautizarían mil años después como «La Reconquista» en todo un coitus interruptus. La dinastía de M’Rabo convirtió la Edad Media en Prehistoria, y un siglo después los Mhulargos abandonaban el islam para hacerse católicos, con el Emperador -sí, emperador- Michael Knight de los Mhulargos conquistando el Alto Aragón, el último reducto de la península que quedaba sin aterrorizar.
Para hacer la ofensa mayor, Michael Knight Mhulargo «El Magnífico» abrazó la cultura goda, sí, porque fundó portugal y se hizo portugués, con lo que de la noche a la mañana todos los sueños de M’Rabo Mhulargo se rompieron en pedazos. Pero claro, con la mayor parte del norte de África y la península ibérica bajo su control… ¿Quién recordaba que todo esto empezó con un tipo en mitad de una playa de las Islas Canarias comiendo grasa de cabra con miel y gritando obscenidades contra los llamados godos?
Y así, mientras Los Mhulargo empezaban a poner sus miras en el norte de Europa y lo mismo hacerse franceses o algo peor, en el sureste del Imperio, justo en unas islas de las que absolutamente nadie se acordaba ya, la llama de la rebelión cabrera surgía y una nueva esperanza para la libertad amenazaba el dominio canario… Quién sabe si esos rebeldes algún día conseguirían su objetivo, liberar sus islas, expulsar a los godos y poner en el trono del menceyato a un político mediocre de Coalición Canaria…
Pero ésa es otra historia y supongo que debe ser contada en otra ocasión, porque con la tontería nuestras vacaciones en Canarias han durado ya mes y medio y el personal está pidiendo que volvamos a hablar de Claremont, de mangas de preadolescentes enamorados y de tebeos viejos en general. Puede que los libros de historia jamás hablen de los Mhulargo y eso sea lo mejor para la humanidad, pero si créeis que esto ha sido una ucronía muy loca que me saqué de la manga, ponéos el gorro de papel albal y preguntáos por qué no hay apenas historia documentada sobre las Canarias entre el año 850 y el 1050, o sobre cómo a todos les da por hacer series y novelas históricas que empiezan en 1050 y no antes. Nos están ocultando la terrible verdad de la dinastía Mhulargo, una monstruosidad que en su día amenazó la civilización igual que hoy en día M’Rabo amenaza nuestra cordura…