Pues… Supongo que habrá que irse a Australia. Y para eso tal vez lo mejor sea preparar bien el viaje, fijándonos en lo que pasó con los mutantes en La Caída de los Mutantes, la Masacre Mutante o toda la guerra del bullpen con Factor X, tratando de asomarnos a la cabeza de Chris Claremont a mediados de los 80 y qué es lo que lo llevó a los desiertos Autralianos que tanto criticaron sus detractores. Así que sí, habrá que hacer el equipaje e irse a Australia.
Se suele decir que la etapa australiana de la Patrulla X fue una respuesta directa al espinoso asunto Factor X, cuando en 1985 a Marvel -entendiéndose a Marvel como un contubernio entre David Michelinie, Bob Layton, Roger Stern, John Byrne y el departamento comercial de Marvel, que quería una segunda serie de X-Men para ayer- se le ocurrió juntar en una serie a los miembros originales del grupo porque total, apenas salían en Uncanny X-Men. Daba igual que Cíclope fuera un personaje habitual en la serie, dejando de lado a la fallecida Jean Grey, los demás miembros del grupo -Bestia, Angel y el Hombre de Hielo- eran regulares de Los Nuevos Defensores y era una serie que no vendía muy bien, así que lo mejor sería cancelar una serie clásica de Marvel -iba por el número 152 y venía desde los tiempos de Englehart y Sal Buscema en los 70- para hacer otra serie de mutantes, aunque fuera a costa de cabrear a Chris Claremont y a Ann Nocenti, su editora en aquel momento.
X-Factor aparecería a finales de 1985 con fecha de portada de febrero del 86, el mismo mes en el que se cancelaba New Defenders y un mes después de que Cíclope abandonara el grupo principal tras un duelo por el liderazgo con Tormenta, dejando claro que su responsabilidad principal era para con su nueva familia con Madelyne Pryor… Para al mes siguiente dejarla abandonada porque, justo mismo mes en el que se estaba pegando con Tormenta, los Vengadores recuperaban el cuerpo de Jean Grey de las profundidades de la bahía de Jamaica y el personaje era recuperado justo a tiempo para que al mes siguiente apareciera X-Factor. Claremont se enteraría de esa resurrección en el último momento, a última hora y cuando el cómic estaba prácticamente imprimiéndose, y así de sopetón descubrió todo el complot.
Hasta aquel momento Claremont y sus editoras habían conseguido supervisar o bloquear todo el contenido mutante «externo» que se había realizado hasta ese momento, pero en 1986 la situación pasa a escapárseles de las manos; da igual que X-Factor sea un desastre absoluto como cómic, siendo prácticamente ilegible y que tenga que ser «rescatada» poco después por «elementos afines a Claremont» como Louise y Walter Simonson, el roto ya está hecho y si Claremont podía hacer una serie de Los 4 Fantásticos contra los X-Men, Roger Stern podía hacer una de los Vengadores contra los X-Men y cagarse en todo el desarrollo de personaje que había tenido Magneto hasta aquel momento. Si hasta entonces las pullas entre Byrne y Claremont habían sido pequeñas jugarretas y comentarios aislados, ahora la guerra era total, con bandos claros que se atacaban indiscriminadamente mientras el editor jefe Jim Shooter miraba para otro lado.
Y sí, la cosa no duraría mucho más porque, como decía, Factor X pronto pasó al bando de Claremont y tanto Byrne como Stern no tardarían en largarse a DC, con lo que de la noche a la mañana Shooter se encontró sin dos de sus mejores autores y a Claremont pasándose a la facción anti Shooter, con lo que cuando los nuevos propietarios de Marvel despidieron a Shooter en 1987, Claremont no tardó nada en entonar aquello del «Ding, Dong, The Witch is down», a pesar de que el propio Shooter había sido hasta ese momento uno de sus principales defensores a la hora de no devaluar el valor de la marca saturando el mercado con 30 series de mutantes a cargo de David Michelinie, Bill Mantlo o cualquier equivalente de Scott Lobdell que hubiera por aquellos tiempos.
Que tampoco nos vayamos a engañar, lo que está intentando hacer Claremont en los mutantes entre 1986 y 1987 es la mar de controvertido; Tormenta ya no tiene poderes y literalmente es una punki que se dedica a apalear maleantes, Kitty Pryde ahora es una ninja enseñada por un antiguo maestro del Lobezno samurai -pero como lo del samurai lo hizo con Frank Miller aquí todos punto en boca- y por supuesto, Magneto ahora es el director de la escuela de Xavier. La serie está demasiado alejada del canon principal, ya no tienen mucho que ver con el «all new- all different» de Claremont/Cockrum/Byrne que la había hecho triunfar. Seguía vendiendo bien, seguía siendo la principal vendedora de Marvel, pero aun así es lógico pensar que en el mercado había un hueco para una serie de mutantes más conservadora, más «normal». Los mutantes cada vez se han vuelto más macarras (que sí, que lo de Tormenta es literal) y hasta la dulce e inocente Kitty ha recibido la mala influencia de gente como Illyana, Rachel o la propia Tormenta y empieza a manifestar tendencias que se alejan de la figura de la «vecinita de al lado». Así, y aunque Factor X es un putadón para Claremont -aunque lógico desde el punto de vista comercial- con ello Uncanny queda libre para explorar ese cambio que Claremont ve necesario, y lo va a empezar a ejecutar justo durante esos dos años, primero con la Masacre Mutante y luego durante La Caída de los Mutantes y por fin, con Australia. Que al final no hemos ido a Australia, pero ya habrá tiempo.