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Los juguetes rotos, El Halcón y el Soldado de Invierno

Después de varios posts de M’Rabo sobre el tema, supuse que no merecía la pena hablar más sobre ello, pero… Es que los posts de M’Rabo me parecieron muy flojos. Muchísimo. Hay que tener en cuenta que el muchacho se deja llevar por sus más bajas pasiones y no da más de sí, pero normalmente solía escarbar más debajo de la superficie y sacaba la chicha de estas cosas, con lo que tuve que empezar a sacarla yo en los comentarios y… Y así me ha salido este post que no pienso partir en dos porque no soy tan vago como M’Rabo.

Siempre fui fan del Sin Banderas, pero ahora más.

Ante todo tengo que decir que The Falcon & The Winter Soldier ha sido una serie un tanto desigual; porque si bien temáticamente funcionaba y creo que todo el trabajo de preproducción es muy muy bueno, vete tú a saber el porqué (seguramente la dichosa pandemia) se le nota que se ha dejado cosas en el tintero, con lo que la conclusión final no ha sido del todo redonda; ya de entrada se abandonó una trama entera que ahondaba en las penurias de los desplazados del GRC al girar sobre la epidemia que haría matado a la famosa Mama Donya, esa figura de mentor que guíaba a Karli Morgenthau y sus Sin Banderas (aquí se ha traducido en el disneyplás por Sin Fronteras, porque son gentuza que no lee cómics de Forum) y cuya desapararición provoca que los pobres vayan perdiendo el norte más y más a lo largo de la serie. Lo triste es que esas escenas habrían contribuido aún más a dejarle claro al espectador que Karli y su chavalería no solo no son mala gente si no que hasta bien entrada la serie son los héroes de la historia, gente desplazada por la falta de mano de obra tras el thanosazo -¿que pasa? Si vale «mefistazo», ¡digo yo que valdrá «thanosazo»!- y que, con el regreso de todos los desaparecidos, ya les sobran a todos los gobiernos del mundo y son expulsados a sus lugares de origen sin ningún tipo de miramiento.

Si esto fuera Star Wars los buenos serían estos. Y también sería Enfys Nest.

Claro, no dejamos de estar hablando de que el tema central de la serie es qué es lo que hace especial al Capitán América. Si las películas habían hecho un esfuerzo casi sobrenatural en vendernos a Steve Rogers como algo más que un paseabanderas o una herramienta propagandística del gobierno de EEUU -aunque le pegara puñetazos a Hitler, sí- hasta convertirlo en un agente libre que se enfrenta al sistema constantemente y que sufre un gran desencanto con cómo está su país y el mundo 75 años después de su «muerte», en la serie tenemos a multitud de víctimas de esos tejemanejes del poder enfrentándose a ese daño de la mejor forma que pueden. Juguetes rotos en la mayor parte de los casos, personajes que han dejado de ser útiles de un día para otro y ya sobran, a los que en el mejor de los casos los mandan con una pensión para su casa y en el peor los torturan y hasta asesinan sin el menor miramiento, porque para los fríos números ya no son personas si no objetos que tirar a la basura.

Ya ves tú, de luchar contra los nazis de Hydra a montarte tu propio imperio secreto…

Vemos así a Karli y sus descastados, a una Sharon Carter que carcomida por el rencor de haber sido dejada de lado hasta por la propia Marvel Studios (y dejando de lado las teorías de que es una skrull) se transforma en una auténtica supervillana con gran responsabilidad del follón que se acaba montando en toda la serie, a Isaiah Bradley, al propio Bucky que no encaja en absolutamente ningún lado, a Zemo (que no deja de ser un exmilitar sin patria por los sueños de paz mundial de Tony Stark, no lo olvidemos) y a John Walker como el soldado perfecto al servicio del gobierno de EEUU, un gobierno que solo tiene en cuenta la hoja de servicios y ni se para a ver los traumas personales que pueda tener después de que lo obligaran a participar en algunas operaciones militares la mar de cuestionables. Allí donde el Capitán América tomó parte en su primera operación militar al margen de las órdenes de sus superiores y siempre puso su código ético por encima de cualquier orden, Walker tiene dudas constantemente de si mismo y de lo que está haciendo, pero constantemente obedece, da por hecho que los demás sabrán lo que es mejor para él y busca una figura de guía -ya sea Battlestar, su mujer o el gobierno- para que le marque el camino. Y por supuesto, no podemos olvidar a Sam Wilson, un tipo que murió luchando contra Thanos y al volver cinco años después ni siquiera es capaz de conseguir un crédito para salvar el barco de sus padres; soy consciente de que muchos han dicho «pues que se lo pida a Pepper Potts» pero el orgullo es lo que tiene, Sam creía que sacar su tarjeta de Vengador le iba a dar crédito allá donde fuera y la realidad del capitalismo le pegó en toda la jeta.

«¿No te das cuenta de que te están tomando el pelo?»

¿Necesita el mundo un Capitán América? ¿Alguien que de ejemplo? Yo personalmente creo que no, sobre todo si va envuelto en la bandera de EEUU, pero esto no deja de ser una historia yanquicéntrica por mucho que quieran venderlo a todo el planeta, así que tenemos que meternos en la idea de que la bandera de EEUU simboliza la lucha de unos inmigrantes europeos que huyeron de los reyes absolutistas de Europa para crear su propio estado (o estados) en los que la libertad, la justicia y la democracia estuvieran por encima de todo. No lo que son los EEUU (una plutocracia decadente en la que gobierna Wall Street y la gente cree que ser antisistema es votar a un pijo malcriado con lavabo chapado en oro) si no lo que deberían ser. Así, el Capi tiene que ser alguien que denuncie la injusticia y que rompa la ley cuando la ley sea injusta, alguien incómodo para el poder y para los que tratan de secuestrar la verdad y la justicia para sus retorcidos fines (y los fachas nazis, sí).

Obligatorio documento gráfico cada vez que intentamos expresar de que va realmente el Capitán América.

Y esto se ve claramente en la forma en la que el gobierno de EEUU crea un Capitán América a su medida, un esbirro que soltar sobre gente «problemática», que los atice bien fuerte y a ser posible que los meta en la cárcel mientras salva a un gatito. Y así se fue John Walker, creyéndose un superhéroe, con posters con su cara por todas las calles y hasta una figura de acción y demás merchandising, directo a la acción, se había convertido en el Capitán América, ya era un superhéroe y podía codearse con el Halcón y Bucky, podían ser un equipo. Quién sabe, lo mismo le dejarían liderar a los Vengadores, que al fin y al cabo no dejaba de ser el Capitán América, nacido para liderar a los héroes que defienden la Tierra de… Sí, la cosa funciona mal desde el minuto uno. Porque claro, el espectador está del lado del Halcón y Bucky y saben que cualquiera no vale para ser el Capi, y que si Sam le dió el escudo al gobierno fue porque no se sentía digno del legado de Steve Rogers y para que lo metieran en un museo, con lo que es toda una traición que corrieran a crearse otro Capi de diseño en cuanto tuvieron la menor oportunidad.

¿La diferencia entre John y Sam? Que Sam en cuanto se convirtió en el Capitán América no manchó el escudo de sangre, así de simple.

A partir de ahí la serie empieza a educarnos sobre quién es el Capitán América, que se necesita para serlo. Como si esto fuera el Reinado de los Superhombres -la saga aquella posterior a La Muerte de Superman- gran parte de los personajes que aparecen por la serie son facetas de Steve Rogers, elementos que por separado no son nada pero que en su conjunto son el Capitán América; Karli Morgenthau es lo más parecido a Steve Rogers, el chavalillo del Bronx que no se rendía jamás ante los abusones y que no quería hacer daño a nadie, solo salvar vidas, John Walker quiere ayudar a su país, poner algo de su parte, ser un símbolo del que se sabe que no es digno, Isaiah Bradley es el Capi que se da cuenta de que su país tiene pies de barro y que SHIELD está podrida por dentro, Sharon Carter es el Capi clandestino, el que huye por haber hecho lo correcto y Bucky no deja de ser el Soldado de Invierno, alguien desplazado en el tiempo que nunca acaba de encontrarse cómodo. Y luego está Sam Wilson.

¡Ah, cuanto tiempo ha pasado desde los tiempos en los que Sam servía para recordarle a Steve que su país de las maravillas era profundamente racista!

Un Sam Wilson que trata de reconstruir su vida tras haber estado en los Vengadores y desaparecer cinco años y sigue recibiendo órdenes, siendo un soldado que, aunque elige sus propias batallas, sabe que no está en su lugar. Que su vida ya ha cambiado por completo, y que no está cómodo con lo que hace; cuando trata de reconectar con su familia, descubre que lo dicho, que la tarjeta de Vengador no es precisamente una Visa platino, y que para los señores encorbatados que manejan el dinero… Él es un número más. Y ahí empieza el cabreo de Sam Wilson, del «si yo he cumplido, ¿por qué ellos no?»

Si uno está desesperado y se chuta el suero, se desespera más todavía y acaba matando rehenes. Así de simple, el suero siempre necesita el sujeto adecuado o si no lo desequilibra lo más grande.

Y así es como el cabreo de todos hace que unos se enfrenten con otros, que el suero de Sharon le de superpoderes a Karli y que Karli vaya desesperándose más y más por la presión y acabe convertida en una villana, que Sharon quiera cazar a Karli, que Zemo se aproveche de la situación para cumplir sus objetivos (el, como Isaiah o Bucky, ya empieza la serie bastante roto) o que Walker se rompa del todo y acabe haciendo un Barón Sangre delante de todo el mundo. Todos son llevados al límite y se rompen de una u otra forma, perdiendo el norte y dando tumbos, y para cuando termina la serie algunos acaban muertos (la pobre Karli, ¡ojalá hubiera sido ella la nueva Capitana América!) otros corren a buscarse un nuevo amo (ese USAgente de Hydra) y otros como Isaiah Bradley por fin se ven reivindicados. Unos aprenden y crecen mientros se pierden para siempre mientras el mundo sigue girando; por eso el discurso final de Sam delante de los senadores es tan importante, porque no deja de ser un grito desesperado al espectador cazurro para que entienda que el problema es cosificar a la gente, tomar decisiones que cambian la vida de las personas en base a números, etiquetar a la gente como «terroristas» o «inmigrantes» -o «menas» a niños huérfanos, que cojones- para poder tacharlos como enemigos de la sociedad y justificar el represaliarlos de la peor forma posible.

Vamos, lo que multitud de críos en su día aprendimos leyendo a Claremont. O a Jim Shooter, como muestran este par de viñetas.

Por supuesto, ésto no deja de ser un repaso a los temas y tramas con los que está jugando la serie, y la forma en la que se plasma en la pantalla el mensaje es lo que hace que nos llegue o no. Tristemente tramas como la del barco de los Wilson han sido vistos como algo que sobraba, como que no lo veían algo conectado a la trama y otros han visto que John Walker ha sido tratado injustamente (¡por supuesto, ha sido cosificado en todo momento y en el útimo momento hace lo correcto y salva a la gente de la furgoneta esa en vez de correr a vengarse!). En el peor de los casos, por supuesto, está la visión de los racistas, que dicen que Sam no debería ser el Capi «porque es negro», pero el que esa gentuza entendiera los temas que trata esta serie ya sería digno de un Premio Nobel de Pedagogía (que ya sé que no existe, pero algo parecido habrá).

Le han salido tetas. No tanto como al de Liefeld, pero tiene más tetas.

Para mí The Falcon and the Winter Soldier en el global funciona bastante bien, trataban de contarnos la transición del Halcón en Capitán América y han dado con la tecla exacta de lo que debería mover a un veterano experto en tratar veteranos con estrés post traumático a convertirse en el Capitán América. Y no perder el norte en todo esto, tal y como nos deja claro la propia serie, no es algo ni mucho menos fácil.

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