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Enter the Phoenix: Los Vengadores de Jason Aaron

Me resistía a escribir sobre los Vengadores de Jason Aaron, porque prefiero no hablar de lo que no me gusta. Y esto lo digo a pesar de Javier Garrón, que es un tipo la mar de majo y que hace un gran trabajo, pero como tristemente pasa mucho últimamente, tenemos una generación de dibujantes estupendos -gran parte de ellos españoles- y unos guiones horrendos. Vamos, como en los 90 pero al revés. Me corrijo, porque en los 90 casi todo era horrible y punto.

The Supersaiyan Avengers Assemble!

La cuestión es que yo seguiría sin hablar sobre esta etapa de los Vengadores, pero es que el delirio de esta serie ha llegado a tal punto que no puedo seguir ignorándola, y eso que Jason Aaron era un autor con el que he disfrutado bastante. Pero es que el hombre empezó por alargar tontamente su etapa en Thor hasta llevarla a un maximegahipercrossover insulso que habría sido mejor solucionarlo en un par de números de la serie, empezó a írsele cada vez más la olla y… Y bueno, supongo que aquello de Thor empezó por exigencias editoriales le forzaron a alargar y hacer maxicrossovers como el susodicho o la insufrible Original Sin, pero poco a poco el «Aaron malo» ha ido comiéndose por completo al bueno hasta el punto de que ya ni me planteo excusar sus Vengadores diciendo que son una consecuencia de la presión editorial que sufre el título, solo comparable al que tenían los mutantes a principios de los 90 en plena burbuja especulativa. Pero que narices, al final esto no va de culpables o de buscar que ha podido salir mal, si no de que a día de hoy Vengadores es una serie insoportable a la que le vendría mucho mejor que se publicara sin diálogos como una colección de viñetas mudas en las que se pega gente. Y es que, y esto lo digo completamente en serio, el texto la empeora tremendamente.

A Garron le dicen que dibuje gente pegándose a lo bestia y lo dibuja, no es culpa suya que la pelea no tenga ni pies ni cabeza.

La etapa de Jason Aaron empezó con una historia sobre unos Vengadores prehistóricos compuestos por Odin haciendo de pseudo Thor -no lo olvidemos, Aaron es el inventor de «quien sujete este martillo, si tiene la dignidad suficiente como para hacerlo, se llamará Thor y los demás son gentuza indigna»- una encarnación del Motorista Fantasma, otra de Pantera Negra, otra de Fénix… Y bueno, tampoco es que en un principio hiciera gran cosa con ellos, pero los ha ido recuperando de tanto en cuando con una especie de narración paralela respecto a las amenazas con las que se iban encontrando los Vengadores actuales en cada momento. Y así, en los cuarenta y pico números que lleva la serie, Aaron ha enfrentado a los Vengadores contra Drácula, celestiales, heraldos de Galactus, el Caballero Luna que se habia vuelto todo loco (más de lo normal, vaya) y la última saga directamente es un torneo organizado por la Fuerza Fénix. Sí, habéis oido bien, un torneo montado por el Fénix para ver quién es el más digno para ser su portador. Y no, no penseis en Jean Grey.

«A mi no me líe, señor Fénix, que yo ya he hecho lo mío ya.»

Y es que en Phoenix Resurrection -una serie limitada que resucitó a Jean y sirvió como prólogo a los X-Men Red de Tom Taylor y Mahmud Asrar- Jean cortaba para siempre con la entidad, haciéndole entender que estaba hasta los ovarios de la misma y que muchas gracias por resucitarme, chata, pero yo de eso de los pajaritos de fuego paso y hasta aquí hemos llegado. El Fénix se fue con el pico entre las alas dispuesto a irse para no volver, pero de esta que Jason Aaron es un tipo muy obsesionado con el Fénix de las narices y lo trajo de vuelta con una historia reloca de Vengadores -¿y cuál no lo es?- en la que el Namor hacia una especie de pacto satánico con el Fénix para que lo convirtiera en su avatar y pudiera destrozar el mundo de la superficie, en una clara muestra de lo mucho que Aaron entiende perfectamente el personaje y todo su potencial; sin embargo, el Fénix decide que le mola más la idea de alojarse en el cuerpo del Caballero Luna, que como hemos comentado un poco más arriba, estaba más tarumba de lo normal en aquel momento y Konshu le estaba diciendo al oido que quemara cosas y robara hasta el martillo de Thor. Sí, Aaron es de ideas muy muy fijas.

Que yo imagino que dibujar esto es divertido, pero escribirlo es digno de ingreso directo en un frenopático.

Es cuando el Fénix deja el cuerpo del Caballero -porque el pobre Marc Spector está mal de la cabeza, pero algo de cordura retenía hasta en un guión de los Vengadores de Aaron- cuando el Fénix decide que está hasta las narices de equivocarse de huesped y que va a montar un torneo «obligatorio» entre todos los posibles candidatos, quieran al Fénix o no. Por supuesto, allí estará el Namor de Aaron, el cual está escrito como si fuera un yonqui fenixdependiente desde los tiempos de Avengers VS X-Men, y es en ese mismo momento cuando se nos encienden las alarmas… O por lo menos las que no estaban ya encendidas, porque lo que está haciendo Aaron en esta serie es un refrito de Avengers VS X-Men tal cual.

¡Si hasta sacaron una miniserie paralela llamada AvsX en la que había enfrentamientos uno contra uno!

Os refresco la memoria; allá cuando Axel Alonso gobernaba Marvel y reiniciaba las numeraciones de todas las series todos los jueves por la tarde a la hora de merendar, se les ocurrió hacer una historia en la que vengadores y equismenes se enfrentaban porque el Fénix se acercaba a la Tierra buscando un nuevo huesped, lo cual los Vengadores lo veían como algo terriblemente peligroso y los mutantes lo veían como si les viniera ya el mesías. Sí, yo también pensé en aquel momento que aquello era una estupidez digna de que al responsable le colgaran de los genitales ya fueran externos o internos, porque a fin de cuantas y más allá de la ilusión que le pueda a hacer a algunos de ellos el que resucitase Jean Grey -que por aquellos años batía record de tiempo muerta- el Fénix había sido el responsable de la muerte de ella y por lo demás no había hecho otra cosa que hacerles la vida imposible. Y eso por no hablar de que no ayudaba precisamente a que el resto de la humanidad (y vida sentiente del universo) dejara de considerarlos un peligro público, para que engañarnos.

Los mutantes «fenixados» eran menos recargados que la versión Garrón, ¡por eso se nota que el cabrón se lo está pasando la mar de bien!

Así, Avengers VS X-Men constaba de varios enfrentamientos puntuales entre Vengadores y Mutantes para conseguir no me acuerdo que macguffin, que culminaron con algunos mutantes siendo tomados por la Fuerza Fénix y compartiendo su poder por una temporada, siendo uno de esos mutantes, efectivamente, Namor… Al que no se le ocurrió otra cosa que mandar un tsunami sobre Wakanda y cabrear a TChalla lo más grande. Y claro, esa tensión entre ambos ha seguido hasta actualidad -a pesar de que varios autores hasta llegaron a zanjarla, para Aaron existe lo suyo y ya- y cuando el Fénix se construye un adosado junto a la base de los Vengadores, Namor y sus Defensores de las Profundidades -otro invento de Aaron- atacan para que el hombre submarino se haga con el Fénix y entonces la susodicha… Pues eso, que pasa de todos y decide montarse un torneo obligatorio entre contendientes traídos de todo el mundo.

Sí, éste es Namor «supersaiyanfénix». Creo que una imagen vale ya más que mil  trescientas cincuenta y seis palabras.

En fin, que sirva este post como aviso para la concurrencia, Aaron está certificado ya como echado a perder y ahora mismo es un peligro público. El que los editores de Marvel ya hayan dado por muerto al concepto de coherencia entre el trabajo de los distintos autores ya debería habernos encendido bastantes alarmas, pero trabajos como el de Aaron en Vengadores nos dejan claro que aquello fue una idea nefasta y, lo que es peor, seguramente los siguientes autores no lo retconeen como él está retconeando a los demás sin despeinarse. Y que luego le lea a gente como Louise Simonson que escribir estos personajes hoy en día sería muy difícil, porque tendría que leer treinta años de cómics para ponerse al día…

Y después vendrá esto, de lo que yo ya ni sé que pensar. Que especule M’Rabo, que le gusta eso…
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