No sé si yo soy la persona más adecuada para valorar la nueva generación de consolas cuando considero que la última vez que vi un salto gráfico que justificara el cambio de consolas fue con aquellas capturas de Elder Scrolls IV: Oblivion para la Xbox 360. En los 15 años que han pasado yo no he visto un salto gráfico apabullante por algún lado, las cosas igual están más limpias, pero las mejoras gráficas han sido tan lentas que lo único que tenemos para la nueva generación son mejoras de resolución, frame rate y tal vez, dicen, iluminación. Bienvenidos al post ideal para el que no quiera gastarse un céntimo en la nueva generación de consolas…
Porque sí, esta semana sale Xbox Series X/S -madre mía con el nombrecito, y se quejaban de que era lioso el nombre de la Wii U- y la más mundanal PlayStation 5, que todo lo que no tiene de extravagante en el nombre lo tiene en su diseño. Las dos consolas han sido creadas mirando de reojo el diseño del contrario, estrenadas el mismo mes y apurado su precio hasta el último momento para no tener una salida en falso; quieras que no la historia de ambas compañías y su rivalidad a través de cuatro generaciones pesa bastante, por lo que tras varios años de estamparse la una con la otra han decidido seguir estrategias diferentes… Pero no tanto; porque mientras Sony a priori sigue haciendo lo de siempre y Microsoft parece más esforzada en la venta de su Netflix de videojuegos con su gamepass -que está la mar de bien, que es muy chulo, pero no necesitas la consola en cuestión para jugarlo- la realidad es que las dos consolas son más o menos parecidas y no traen ninguna novedad gráfica que justifique su compra si no tienes un televisor 4K de ciertas garantías. Lo que es peor, ninguna de las dos consolas trae juegos nuevos debajo del brazo.
A estas alturas no creo que escandalice a nadie si digo que el jugador de videojuegos «apasionado» es la mar de reaccionario. Con esto no digo que vote a tarados o que sea gentuza, que de todo hay, si no que le gustaría que todo se quedara como estaba, que las consolas siguieran teniendo el catálogo de exclusivos que tenían en tiempos de la Supernintendo -no es coña, en aquellos tiempos igual el 40% del catálogo era de exclusivos, y los multiplataforma en muchos casos eran completamente distintos- y, por supuesto, que el día del estreno de una consola salga con cuatro o cinco exclusivos y algún multiplataforma para demostrar músculo respecto a las versiones de la competencia. No pasa eso este año, porque ninguna de las dos consolas sale con juegos nuevos; todos se pueden jugar en consolas de generaciones anteriores.
Miles Morales supuestamente era el único exclusivo de PS5 pero al final sale también en PS4, así que… Y que no se nos olvide, ¡puto Ganke!
Por supuesto, estos juegos en sus versiones de nueva generación salen con capacidades extra como iluminación por raytracing y demás, pero a la hora de la verdad son el mismo juego, igualito que si lo sacaras en PC y lo jugaras en tu portatil del curro o en tu sobremesa gamer, el juego es el mismo pero con cambios gráficos, tal vez mejor rendimiento y poco más. A efectos prácticos, la diferencia entre una consola y otra empieza a ser como si te cambiaras de gráfica en un PC, el cambio solo está justificado si en tu gráfica vieja el juego era injugable… Y de momento no se ha dado ningún caso parecido.
Que muchos vayan a seguir jugando al multi de GTA V -¡un juego de 2013!- en la nueva generación tampoco invita a sacar juegos nuevos.
Precisamente ésto es lo que está haciendo que el personal se resista a saltar a la nueva generación, porque no ve suficiente aliciente como para desembolsar 500 pavos en un cacharraco que, por muy fino, bonito o estiloso que sea, es enorme, de dificil colocación en la sala de estar y encima durante todo 2020 va a ser imposible de conseguir sin reserva milagrosa o desembolsar cuatro veces más a un especulador de ebay (que son gentuza y me dan asco, ea). Peor todavía nos lo ponen cuando nos dicen que algunos de los juegos de la «nueva generación» van a salir a un precio más alto, los periféricos son más caros y lo mismo hasta nos hacen cambiar nuestro equipo de sonido porque ya solo funcionan a través de entradas HDMI, nada de salidas de audio digital o -¡dios nos libre de semejante barbarismo!- salidas analógicas. Todo, supuestamente, para ahorrar costes en un cacharro que sale a precio de lujo.
Mientras tanto, otros necesitan soltar mil billetes para jugar al Marble Madness.
Paralelamente a todo esto, Nvidia ha anunciado sus nuevas tarjetas gráficas para PC que hacen de todo y cuestan más todavía, pero cuyas maravillosas capacidades y promesas sin cuento (deep learning, raytracing, más rápido, más potente, más fuerte) no acaban de demostrarse todo lo bien que se debiera en los videos promocionales. Así que el paralelismo entre la nueva generación de gráficas y consolas es tan grande que uno se plantea si lo de las consolas a estas alturas no es más que vendernos una tarjeta gráfica con disco duro que se conecta directamente a la tele. Que a este paso con las consolas acabaremos haciendo como con las tarjetas gráficas, comprarnos una nueva solo si se llega al siniestro total o si se queda completamente obsoleta. En cualquier caso, hay algo que nunca entendí de las presentaciones de tarjetas gráficas llenas de cifras y demos técnicas, y era que nunca las presentaran con juegos; suele ser porque no había juegos hechos exprofeso para el nuevo cacharro, y parece que a las consolas les ha acabado un poco de lo mismo porque el desarrollo de un juego hoy en día igual te lleva tres, cuatro u ocho años de desarrollo, y para entonces a saber en que generación de consolas estamos… En resumen, que tanto Sony como Microsoft han claudicado y han decidido que no quieren que te compres su consola de salida, así que… Hazte un favor y no lo hagas.