Denny O’Neil solía decir que envidiaba la capacidad de editores como Dick Giordano o Louise Simonson para sacar lo mejor de sus guionistas sin decir nada. Sentarse delante del guionista, dejar que te cuenta sus planes y, con una mirada, conseguir que el autor en cuestión se entusiasme aún más con el trabajo bien hecho o que vuelva a pensarse la gran historia que estaba contando. ¿Es un poder mágico, una habilidad mística, algo que se adquiere con los años? Era algo que O’Neil envidiaba, a pesar de que él mismo, ya de por sí, era un gran editor.
Porque Jim Shooter podía decir que Denny O’Neil ni siquiera se leía los cómics que editaba, que lo único que le preocupaba era los cómics que estaba escribiendo en aquel momento -todos muy buenos, eso sí- pero si repasa uno los créditos del Denny O’Neil editor se encuentra con algunas de las mejores obras de la historia del género, y ni siquiera hace falta recurrir al ejemplo más claro, el Daredevil de Frank Miller (aunque perdonadme que me de el gustazo de recordarlo). Ya en los 70 y con el truco de los escritores editores, O’Neil había sido el responsable del revival de The Shadow junto a Mike Kaluta y el Sword & Sorcery de Chaykin, con la adaptación del Fafhrd y el Ratonero Gris de Fritz Leiber, además de llevar alguna antología como Weird Worlds o Justice Inc. Era una forma de tener más libertad a la hora de escribir e ir aprendiendo el oficio, trabajando codo con codo con editores experimentados en su faceta de guionista y como editor con autores noveles que pudieran formarse en un «estilo moderno» distinto al que ofrecían los editores más veteranos como el propio Julius Schwartz.
Tras crear a Richard Dragon y convertirse en el autor de referencia sobre el mundo de las artes marciales, O’Neil se pasó una buena temporada compartiendo tareas de edición en Wonder Woman con Larry Hama bajo la atenta supervisión de Joe Orlando, momento en el que llegó la implosión de DC y todo se fue al cuerno. A mediados de 1978 DC comics se encontró con que, tras un intento tremendamente agresivo para expandir su presencia en el kiosko con nuevos títulos que bautizó como «DC Explosion», una jugarreta de Marvel basada en no respetar un acuerdo de precios y formato provocó que la situación se volviera insostenible y tuvieran que cancelar casi la mitad de sus series. Montones de trabajadores acabaron en el paro y otros como el propio Larry Hama recalaron en Marvel, con lo que Denny O’Neil no tardó en volver a la editorial que le dió la alternativa (aunque seguía escribiendo para DC, pero muy poca cosa) y empezar a editar Machine Man (otra vez con Ditko), Man Thing y Ghost Rider, a los que pronto se uniría The Spectacular Spider-Man y Moon Knight.
El caso del Caballero Luna es tremendamente especial, porque de entrada su guionista era Doug Moench, que compartía la pasión de O’Neil por las artes marciales -anda que no se hizo números de Shang Chi- y habilmente recreaba espiritualmente el duo batmaniano por excelencia al juntarlo con Bill Sienkiewicz, que en aquellos tiempos todos consideraban que era un clónico de Neal Adams. Que las inquietudes artísticas de Bill en realidad fueran en otra dirección y estallaran en la serie, provocando uno de los mejores cómics de principios de los 80 no era más que miel sobre hojuelas, solo con Moon Knight Denny O’Neil ya se habría revelado como un gran editor, pero es que por esa misma época también empezó a editar otra serie que daría muchísimo más que hablar…
Para cuando O’Neil toma Daredevil de las manos de otro damnificado de la implosión, Al Milgrom, la serie ya cuenta con Roger McKenzie y un joven dibujante llamado Frank Miller que cada vez le mete más mano a los guiones. Con O’Neil la serie se vuelve mucho más urbana, huele más a Nueva York y Miller empieza a introducirse en el mundo de las artes marciales y hasta el manga japonés. Si estás leyendo esto seguramente sepas mejor que yo que la etapa de Miller en Daredevil es uno de los grandes hitos de la historia del género, y que su éxito fue tal que durante años todos los editores de Marvel tuvieron complicado el buscar un nuevo guionista que lo sustituyera, llegando el propio O’Neil a escribir él mismo bastantes números que no desmerecían.
Para 1983 y con bastantes números de Spiderwoman y algunos de Dazzler bajo el brazo, O’Neil empieza a editar otro título de primera línea de la editorial, el Alpha Flight de John Byrne. Comoquiera que Byrne no toleraba las interferencias editoriales y a O’Neil le gustaba dejar hacer, los dos autores se llevaron la mar de bien y es uno de esos pocos casos en los que Byrne no echa pestes o tiene un comentario despectivo hacia uno de sus editores, es de suponer que quedó contento. Por esa misma temporada también se haría cargo de Indiana Jones y GIJoe -escrita por su viejo asistente en DC, Larry Hama- y empezaría a escribir él mismo la serie de Iron Man, llevando a cabo la que para mí es la mejor etapa del personaje y que ya examinaremos más a fondo en otra ocasión. Solo puedo decir que es estupenda, que la leáis, y que es una pena que Disney no nos vaya a dejar ver algo así en el cine -porque en Iron Man 1 y 2 a Favreau se le veía con toda la intención de contarla a largo plazo, y Shane Black hizo lo que pudo para colársela a sus tiránicos supervisores- por lo que sí, Denny O’Neil había vuelto a hacerlo una vez más.
Lamentablemente la etapa de Denny O’Neil en Iron Man terminaría poco antes del número 200 de la serie dando lugar a un cierre apresurado de la historia que venía contando desde los dos números anteriores -puaj, puaj, puaj, un horror y lo poco que si que adaptaron para el cine, que se le va a hacer- porque en DC sonaban fuerte los vientos del cambio y el universo postcrisis había puesto al mando a Paul Levitz, un tipo con el que Denny O’Neil se llevaba la mar de bien y lo que es más, era plenamente consciente de que él era la persona que tenía que llevar la renovación de Batman para la nueva era. Pronto se haría cargo de toda la línea y editaría otra vez a Frank Miller en otros hitos como Return of the Dark Knight o Batman Year One, manteniéndose como editor hasta el año 2001, en plena etapa de Greg Rucka. Huelga decir que, para mí, ésta es la última gran etapa de Batman y que ya en la propia etapa de Rucka todo va cuesta abajo a partir de ahí, a pesar de que dentro de la propia etapa de O’Neil la serie ya tuviera sus puntos negros.
Pero es que es imposible hablar en un post sobre todo lo que supuso Denny O’Neil como editor, mucho menos si tenemos también en cuenta su trabajo como guionista y escritor. Esa última etapa de Batman, con Rucka y Brubaker justo después de No Man’s Land es, a mi juicio, el canto del cisne de O’Neil como editor y me da la impresión de que es una en la que tuvo menos presión que en cualquiera de los años anteriores, permitiendo a Batman volver a sus raíces pulp y no estar sometido a las cifras de venta y a los eventos con tanta presión. Es, tal vez, un regalo de Levitz por su jubilación, yo que sé, porque de repente ves como la serie vuelve a ser pequeñita, está editada por O’Neil en solitario y todo vuelve a funcionar a las mil maravillas sin crossovers, eventos ni zarandajas.
En mi opinión Denny O’Neil es para Batman lo que Chris Claremont a X-Men, el autor que cogió un juguete roto del suelo y lo convirtió en el mayor éxito de la editorial. Personajes como Green Lantern y Green Arrow, Question o el propio Superman fueron redefinidos y reconstruidos a su cargo, y como editor su trabajo en Daredevil, Caballero Luna o el propio Batman no le va a la zaga. Que nadie se lleve a engaño, Denny O’Neil puede que llegara después de los Stan Lee, Kirby o Ditko, pero su legado es tan rico que está a un nivel parecido y su pérdida es completamente irremplazable.