Nunca entenderé como puede existir periodismo de videojuegos cuando para analizar con justicia una película igual te hacen falta tres o cuatro visionados, pararla varias veces y tal, mientras que la mayor parte de los videojuegos más famosos de hoy en día necesitan cuarenta horas o más para ser disfrutados en su totalidad. Son como libros inmensamente gordos, pero sin la invitación a detenerte a oler las flores porque enseguida te dispara alguien, tienes que hacerte cargo de otro objetivo o te llega la fecha de entrega de la reseña del juego y tienes que acabarlo ya.
Por eso entiendo perfectamente a los retrojugadores, esa fauna nostálgica y cada vez más numerosa que puebla ciertos rincones y subastas de internet. Yo mismo podría clasificarme como tal porque, después de todo, me gusta tirar de emulador y rememorar algunos de los juegos de cuando era chaval, y supongo que en los tiempos en los que empezó esto del «retrogaming» hará unos veinte años con el mercadeo de cartuchos de Atari 2600 la cosa iba exactamente por esas coordenadas. Y al final todo esto no hacía daño a nadie, después de todo aquellos cartuchos se vendían al peso y no tenían apenas valor para nadie. Pronto esa nostalgia se fue trasladando a los sistemas de ocho bits como las consolas y microordenadores de los ochenta, y empezó a no ser raro que la gente saliera de las tiendas de segunda mano con una bolsa repleta de cartuchos de Master System o Nes y hasta un carro de la compra repleto de cassettes de Dinamic. Cada loco con su tema y que cada uno lo disfrute, mientras unos tiraban a la basura sus «teles de culo» otros corrían a recogerlas encantados, porque aquellos juegos viejunos estaban hechos para los tubos de rayos catódicos y no para nuestras pantallas de cristal líquido y aburridos leds.
Y así empezaron a aparecer los de siempre, los especuladores, que se liaron a comprar cartuchos y consolas antiguas y a ponerlas a precio de oro en las páginas de subastas, restringiendo el vicio retro a los bolsillos más pudientes -o inconscientes- y relegando al resto a tener que tirar exclusivamente de emuladores en sus ordenadores, teléfonos móviles y demás. Todo esto pasó a principios de la década pasada, sí, y yo pensé inconscientemente que esa burbuja acabaría pinchando y las cosas volverían a su cauce. Es más, daba por hecho que el perfeccionamiento de los emuladores haría innecesario por completo el hardware original, porque a fin de cuentas a medida que pasaban los años la precisión de estos era mayor. Y entonces llegaron las FPGAs y empezaron a dejar obsoleto del todo el hardware original.
De las FPGA ya he hablado en un post anterior pero de lo que me interesa compartir con vosotros, que en su mayoría me da que sois lectores de cómics, es la estupefacción que me produce el comportamiento de gran parte del personal que se dedica a esto del retrogaming. Me explico, periodicamente viene alguien a Brainstomping y me llama de todo por resaltar los defectos de una portada de Jim Lee, y es algo que en el fondo entiendo porque son fans del personaje y precisamente por eso no son capaces o no quieren ver que su rey está desnudo. Del mismo modo, en las comunidades de retrogaming hay un fervor casi religioso hacia la experiencia de hacer funcionar un ordenador de mediados de los 80 que tarda veinte minutos en cargar un juego y controlarlo con el teclado menos ergonómico que ha conocido la especie humana, y aun así te dirán que la sensación que les produce es indescriptible. Es su infancia, es su nostalgia, es su M’Rabismo desatado, pero en realidad nisiquiera M’Rabo siente nostalgia de aquello.
¿En serio se puede tener nostalgia de ese pitido infernal?
Porque quieras que no los videojuegos han caducado y, al igual que ya no usas un procesador de textos de los ochenta si no eres George RR Martin, no tiene sentido que te compliques tanto la vida para jugar a cierto juego si no tiene una alta carga de nostalgia. El valor artístico de un Pitfall de Atari 2600 es innegable, y el generador de tendinitis que suponía el joystick de esa consola era parte de la experiencia, pero honestamente, ningún ingeniero de Atari te tendría en cuenta que usaras un mando más ergonómico y actual para jugar a su juego. Pero que no, que hay gente que quiere la experiencia original y lo que es peor, hay algunos que nacieron mucho después y quieren esa experiencia completa con todo lo que conlleva; masoquistas espaciotemporales los llamaría yo.
Porque una cosa es que nos queramos leer cómics de la Golden Age y otra cosa es que queramos que estén impresos con la tinta corrida y en papel de pulpa. Soy el primero que está en contra de que esos cómics se impriman en un papel satinadísimo de inmenso gramaje, pero también sé que la experiencia original «al completo» no es la mejor. La impresión de esos cómics en papel moderno exige un proceso de adaptación equivalente a la restauración de cualquier obra de arte, y como tal requiere de un mimo y un cuidado que pocas veces vemos en las ediciones que se hacen hoy en día. Del mismo modo que los videojuegos retro pueden funcionar con controles y pantallas modernas que no nos provoquen problemas de visión -se pongan como se pongan, ya existen pantallas con las velocidades de refresco y precisión suficiente como para justificar el abandono de las teles culonas- los cómics necesitan ediciones modernas que, a ser posible, no provoquen tendinitis al leerlos -que manía de sacar cómics que solo pueden leerse en un atril, oiga-.
Y es cierto que últimamente se han puesto de moda los «facsimiles», primero en EEUU y ahora por estos lares, y de repente vemos la Muerte de Fénix perfectamente recreada con su anuncio de no se qué estafa piramidal y todo. Y no he visto a absolutamente nadie protestar porque el papel en el que está impreso no es el del papel de culo del elefante que usaba la Marvel de 1980. Y mira, veo estupendo que se reproduzca la odiosa publicidad del escopeta Daisy, el correo de lectores y hasta los listados de venta de cómics que ya eran viejos en aquellos tiempos, pero vería mal que se usara el mismo papel, y precisamente por eso no entiendo que tienen los retrogamers locos en su cabeza cuando insisten tanto en usar el joystick de Atari para jugar a la Atari existiendo el de Megadrive (o el de Master System), que es completamente compatible y muchísimo más ergonómico.Pero claro, vivimos en el mundo de «las sensaciones», de las percepciones locas, del me gasto 300 euros en un sintetizador de 1985 a pesar de que existe un emulador con los mismos samples de ese cacharro que es totalmente gratuito.Y supongo que no hay sensación más indiscriptible que comprarse todos los Action Comics nº1 que quedan sobre la faz de la tierra y usarlos para alicatar el baño al más puro estilo Steve Ditko…
Sí, esto del confinamiento y estar tanto tiempo sin cómics nuevos me está sentando fatal. Y el tener a M’Rabo todo el rato hablando de pandemias no ayuda en absoluto…