No se suele hablar por aquí mucho de videojuegos, más que nada porque durante los últimos diez años parecen vivir en un eterno New52 -todos mis géneros predilectos están muertos, por así decirlo- pero con esto de que estrenamos década y que se nos viene encima la nonagésima revolución con nuevas consolas con los mismos juegos de siempre pero más bonitos, creo que ha llegado el momento de sentarnos a contemplar una verdad incomodísima: los videojuegos ya no son lo que eran. Vamos a ver si me explico.
Los que se dedican a escribir sobre esto son gente ya talludita, con una media de edad de unos treinta años. Son gente que se ha criado en la generación Playstation y para la que la edad de oro son los tiempos de la PS3/Xbox, con lo que su visión de los videojuegos parece supeditada a ver como las dos grandes se dedican a bañar al jugador con tres o cuatro juegos exclusivos año en los que se gastan más dinero que Disney en el Mandaloriano. Si atendemos a los de una generación anterior, la de los que rondan los cuarenta, esos han vivido la edad de oro de los cibercafés y son los locos que afirman que el mejor año de la historia de los videojuegos es 1998. Y luego tenemos a los que empiezan a escribir sobre videojuegos ahora mismo, esos becarios malpagados que todavía creen que esto tiene salida; esos tienen unos veinte años y probablemente crean que Mass Effect es la mejor saga de la historia del videojuego, pero su mayor diferencia respecto a las generaciones anteriores está en que no han tenido que asumir el duro golpe de que no van a poder tener un juego al año de su serie de videojuegos favorita, y mucho les va a costar todavía asumir que probablemente en la próxima generación de consolas no vayan a recibir ningún juego tampoco. Y eso jode.
Y es que no nos engañemos, los tiempos de tener tres Final Fantasy por generación pasaron a mejor vida, no digamos ya los de un Sonic o un Assassin’s Creed anual. En el caso de este último, los propios jugadores fueron los que empezaron a cansarse de la serie y demandar que se tomara un descanso, que buscaran pulir un poco más el producto antes que no faltar a las navidades y sacar un producto a medias. Grandes editoras como Activision durante los tres últimos años solo han publicado Call of Dutys y remakes de Crash Bandicoot, además de editar productos de terceros como Destiny o Sekiro, siempre maquillando la estadística por la presencia de todo lo que va sacando Blizzard, cuyo último juego fue Overwatch y salió en 2016 (por lo demás ha sacado algunos ports y expansiones). Otras como EA o Ubisoft han sacado unos cinco juegos, mientras que Square Enix ha sacado como cuatro y un porrón de ports. Claro, no estoy contando en absoluto todos los juegos de móviles que habrán sacado todos ellos, pero si comparamos estas estadísticas con los veintipico juegos nuevos que publicaron hace solo unos seis meses, como que da que pensar.
Y es que mucho se habla de que Microsoft tiene abandonadas sus sagas clásicas ydemás, pero a la hora de la verdad parece que no nos damos cuenta de que la mayoría de los exclusivos de Playstation 4 han sido juegos nuevos y los únicos que repiten han sido los chicos de Naughty Dog con Uncharted y The Last of Us 2 (si es que sale). Hemos pasado de comprar una consola y esperarnos dos o tres juegos de cada serie a dar las gracias si tenemos una sola entrega y un par de remakes, con lo que igual estamos palmando 400 euros por jugar a nuestra saga favorita y el resto del tiempo tenemos la consola cogiendo polvo. Esto tiene unas consecuencias nefastas para el modelo de negocio de las consolas, porque al final siempre se basó en el apego a la marca en base a sus juegos exclusivos; el consumidor compra una marca porque le gustan unos juegos determinados, si esos juegos no llegan a establecer un vínculo con el jugador, pues como que estamos bien jodidos. Y ojo, que eso se está notando pero bien, porque si nos fijamos algunos de los juegos más queridos de esta generación de consolas han sido títulos como Life is Strange, un juego de bajo presupuesto y basado en apelar a las tripas del espectador, mientras otros como Gears of War 4 o 5 han pasado sin pena ni gloria, a pesar de que en su día ya tenían establecido un vínculo por la generación de consolas anterior.
Esto nos lleva a darnos cuenta de que por mucho que Nintendo nos diga que nos va a sacar un Zelda y luego nos saque otro Zelda «reciclado», se ha llegado a un punto en el que el músculo tecnológico pasa a ser secundario y hasta empieza a ser perjudicial, porque aumenta tremendamente los costes y el tiempo de desarrollo, con lo que las franquicias tienen menos entregas por generación y su peso en el jugador es menor. Y eso se ve claramente en el caso de Switch, con juegos que no son prodigios técnicos ni mucho menos pero que acaban estando en boca del jugador. Por eso creo que el concepto de la «generación de consolas» está muriendo, y que la decisión de Microsoft de sacar distintos modelos de Xbox con distinta potencia y todos compatibles entre ellos es la más acertada; una pena que no pudieran tener ya esta estrategia en los tiempos de Xbox 360, porque ahora podrían prescindir de hablar de nueva generación sin ningún problema. Y es que claro, cuesta cambiar las costumbres de un consumidor que espera una nueva generación de consolas que le vuele la cabeza como el salto entre los 8 y las 16 bits, pero la realidad se impone y la diferencia entre generaciones cada vez es más y más pequeña, por mucho que nos llenen la cabeza de cifras que casi nadie entiende, siguiendo una estrategia de marketing de hace treinta años, y es que los teraflops de hoy en día son los 16 megas y el blast processing de los 90.
Ya hemos visto un ensayo de esto del «fin de las generaciones de consolas» con PS4 Pro y XBox One X, y lo vamos a seguir viendo más a fondo. El que tanto Sony como Microsoft tengan plataformas basadas en PC les garantiza cierta facilidad para conseguir la compatibilidad entre sus sistemas, eliminando el riesgo de perder cuota de mercado con el salto generacional y permitiéndoles centrar el negocio en los servicios online, que es de donde les viene realmente el dinero y no en el hardware. Vamos hacia un futuro en el que Playstation y Xbox no serán un cacharro si no un servicio de streaming al más puro estilo Netflix, con los jugadores pudiéndose instalarse en sus ordenadores un Horizon Zero Dawn o jugarlo desde la nube si lo desean. Mientras tanto, todas las dudas recaen sobre una Nintendo cuya asignatura pendiente siempre fue el online y que tienen todavía muy cuesta arriba la retrocompatibilidad de sus futuras consolas, pero conociéndo el pasado de la compañía y teniendo en cuenta el buen estado de salud que vive actualmente la Switch, hay razones para ser optimista. ¿Y el PC? El PC va bien, gracias.