Oficialmente este post no existe. Porque soy un tipo temeroso de los abogados de la Disney, que respeta la ley y la justicia y todo eso, así que este post no existe. O existe porque estas navidades me colé de polizón en un… Me corrijo, me enrolé en un buque atunero que me dejó en Groenlandia y desde allí me subí a un ferry que me dejó en Canadá, país donde tienen Disney+ y así pude apuntarme al servicio de streaming para ver El Mandaloriano. Y eso es lo que ha debido de hacer mucha gente, porque internet está lleno de gente de territorios en los que no ha salido Disney+ y que están hablando del Mandaloriano de las narices. Dicho esto, y como muchos de vosotros no habéis tenido tiempo para enrolaros en ningún barco y así poder ver la serie esta, os diré que toda esa aventura mereció la pena y aviso de que lo que viene a continuación son unos cuantos spoilers.
Cuesta mucho encontrar una crítica negativa de esta serie, cosa que es bastante raro de ver en algo tan polarizador como Star Wars. Pero es que El Mandaloriano juega con ventaja, porque no deja de mostrar personajes anónimos sin una vinculación emocional fuerte con el espectador; todos sus personajes son nuevos, y lo único que es familiar es el marco en el que se mueven. Un marco que, dicho sea de paso, está elegido con un olfato para el marketing estupendo, porque no deja de situarse justo después de la trilogía original y con ello no deja de ser una especie de secuela para todos los que no quedaron satisfechos con la trilogía de secuelas. Si sumamos a todo esto el que se pone a explorar un territorio completamente desconocido para el espectador medio como es la cultura mandaloriana, tenemos que el planteamiento construido por Jon Favreau y Dave Filoni es bastante menos arriesgado que otros proyectos para la plataforma como Kenobi o Cassian Andor, que no dejan de trabajar sobre personajes ya conocidos sobre los que los espectadores pueden tener ya bastantes ideas preconcebidas.
De la banda sonora del Mandaloriano poco que decir más allá de que Göransson es el nuevo John Williams. Así de simple.
De los mandalorianos se sabía bastante a través de cómics, videojuegos y las series de animación de Filoni Clone Wars y Rebels, pero entre retconeos y que El Mandaloriano no le pide al espectador tener ningún conocimiento anterior, casi te da la sensación de que es mejor no conocer nada al respecto. Y es que los mandalorianos de esta serie son una especie de religión de mercenarios que a priori están bastante distanciados de lo visto anteriormente, porque ya ni vienen del planeta mandalore ni son de ninguna especie en concreta. Los une un credo, una forma de vivir, que los obliga a vivir siempre con la armadura puesta y no enseñarle su rostro jamás a nadie. Y así se pasa Pedro Pascal toda la serie con el casco puesto, recreando así la imagen de antihéroe enigmático e inexpresivo que tenía el diseño original de Joe Johnston para Boba Fett; todo esto, por supuesto, inspirándose en el personaje de Clint Eastwood en la trilogía del oro de Sergio Leone; un personaje solitario e inexpresivo al que a priori solo le importaba el dinero.
Así, el Mando es un tipo totalmente inexpresivo y con el que cuesta empatizar, con lo que es a través de la introducción del personaje del Bebé Yoda -o el Niño, tal y como lo llaman en los créditos de la serie- o sus interacciones con personajes como Kuiil, Karga o Cara como vamos aprendiendo más sobre el personaje. Claro, esto es algo rarísimo en Star Wars, una serie de películas que ponían toda la carne en el asador en el carisma de los personajes -y así les fue con las precuelas- y supongo que a algunos les chocará el hecho de tener un protagonista así, pero para compensar todo esto está el Bebé Yoda enterneciendo corazones y derritiendo a cualquier crítico. Yo que sé.
Sin embargo, y vistos los ocho episodios de media hora, queda claro que por cara que haya salido esta serie, esta primera temporada ha sido una de planteamiento. De numerosos episodios de presentación de organizaciones o personajes que presumiblemente tendrán un papel mayor en un futuro, de introducir incógnitas y tramas que serán desarrolladas en un futuro, a pesar de que la serie no se corta un pelo en cargarse a todos los personajes que haga falta. esto ha creado cierto desequilibrio en la serie, con algunos episodios más redondos que otros, en los que aparentemente no avanza nada la trama principal y hasta parecen relleno pero que influyen en la forma de actuar de los personajes a posteriori. El Mandaloriano es un tipo en principio completamente impenetrable, pero para cuando termina la primera temporada tenemos claras bastantes facetas de su personalidad, a pesar de que gran parte de las incógnitas planteadas en el primer episodio quedan sin respuesta.
Y es que no nos vayamos a engañar, si hubieran querido esto podría haber sido una película de dos horas; no tenías más que cambiar al Cliente por Moff Gideon y hacer un montaje entre el primer episodio, el tercero y los dos últimos y más o menos tendrías lo mismo. Con menos desarrollo de personajes, preparando mucho menos la segunda temporada y seguramente con un peor resultado final, pero claro, en estos tiempos todo el mundo tiene prisa. Seguramente algún fan haga algún montaje «con prisa» para esa gente, pero les vendría mejor cuidar su salud parándose a ver la serie y tomándosela con calma, porque El Mandaloriano no deja de ser una producción que hay que saber disfrutarla con calma y poder valorar el que por fin tengamos una serie de Star Wars en la que -de momento- no está el destino de la galaxia en juego ni nada parecido.