A finales de los años sesenta y cuando Marvel empezó a dejar de ser una editorial de cómics para orientarse a vender personajes para hacer con ellos películas y lo que se tercie, el propio Stan Lee instauró una norma en la editorial que a partir de entonces se siguió a rajatabla, ya fuera para bien o para mal: La ilusión de cambio. Daba igual lo que pasara a corto o medio plazo, por mucho que cambiaran las cosas en estos tebeos, todo seguiría igual. Y entonces llegan las películas y se saltan eso a la torera, y nos hacen precisamente una película sobre lo que supone ser estos mismos personajes y tener que vivir con las consecuencias de tus propios actos. Toma ya.
Porque si en Infinity War el caballo de batalla era un «héroe» que sacrificaba a los demás para un «bien mayor», en Endgame vemos las consecuencias de ser un superhéroe y que te pongan las reglas patas arriba. Tradicionalmente todo se arregla cuando detienes al malo, pero aquí el malo ya ha hecho todo lo que tenía que hacer y el ir a por el ya no vale de absolutamente nada. Thanos ha ganado, y matarlo -a sangre fría, nada menos- lo único que hace es hundir en una depresión tremenda a Thor. Porque claro, ¿que pasa cuando ya no eres el que salva el día y lo único que te queda es el pataleo, y ese mismo pataleo ya no te sirve de absolutamente nada? ¿Cuando te hace sentir aún peor? Todos hemos visto algún asgardiano embajonado, e incluso a Los Vengadores o a la Liga de la Justicia afrontar este tipo de historias, pero siempre eran What Ifs, Elseworlds, historias imaginarias, pero en Endgame te están contando un Avengers The End en toda regla y te lo están contando «con los de verdad», con los que te importan. Y claro, es ver al Capi anciano y a Tony Stark muriendo al final de la película cuando nos deja con el culo torcido, porque esos personajes nos importan, y queríamos ver más de ellos, ¿en serio Disney, Marvel o quién sea cree que no querríamos ver Iron Man 4?
Desengañémonos, lo que ha cabreado a mucha gente de esta película es revivir el sentimiento de traición que vivieron cuando se dieron cuenta de que nunca iban a ver el reencuentro de Luke Skywalker y Han Solo, de pensar que Robert Downey Jr tiene una edad, y seguramente nunca podamos ver a Reed Richards trabajando frenéticamente junto a él para detener una de tantas amenazas cósmicas, o a Tony Stark viajando a Camelot junto al Doctor Muerte -¡aunque esa historia esté tremendamente sobrevalorada, M’Rabo!-. Quizás su subconsciente ha pillado la idea machacona de la película de que uno nunca puede tener lo que quiere exactamente, si no que tiene que amoldarse a las circunstancias -ni siquiera el «final feliz» del Capitán América es totalmente satisfactorio- y se niega a aceptar esa idea. Yo soy el primero que ha estado en ese lugar, y lo comprendo perfectamente, porque al fin y al cabo hace una semana o así he pedido un final feliz para Endgame en el que no muriera ningún personaje. Y sin embargo aquí estamos, sin un Iron Man 4 -aunque la resurrección es más que posible- y sin un «Steve Rogers» 4 -que la puerta trasera que tiene es una escena entera de Scott Lang rejuveneciendo, no nos engañemos-, dejándonos claro que no vamos a tener nuestra carta a los Reyes Magos de ver a Los Vengadores clásicos contra los Amos del Mal, contra Kang, contra Korvac… Bah, en el fondo ya sabíamos que no íbamos a tenerlo todo, ¿no?
Así que volvamos sobre la película en sí y repasemos el viaje de estos personajes, de como Hulk por fin consigue conciliar sus dos identidades y por fin es feliz mientras que Thor vive su propia versión de pesadilla de El Rey León; vive junto a Timón y Pumba en un sofá incapaz de enfrentarse a la realidad de haber fracasado en sus objetivos vitales, de haber perdido Asgard y a la mitad del universo por no haber apuntado un poco más alto; por haber sido un superhéroe antes que un guerrero. De como la Viuda Negra ya se siente en paz con su pasado mientras que Ojo de Halcón, al haber perdido a su familia, se encuentra en el mismo punto emocional en el que estaba Natascha en la primera película de Vengadores, de no sentirse persona, de sentirse un asesino con demasiadas cuentas pendientes como para volver a estar alguna vez en paz, con la diferencia de que en su caso sí que hubo un momento en el que encontró la paz y necesita desesperadamente volver a el. Y finalmente tenemos a un Tony Stark que por fin ha sentado la cabeza y es feliz con Pepper y su hija, mientras que Steve Rogers… Ay Steve Rogers, el hombre que vive fuera de su tiempo seguramente sea el que menos cambie en esos cinco años. Sigue haciendo lo mismo, ayudar en terapias de grupo a los supervivientes, decirles que hay que pasar página aunque el mismo sea incapaz de pasar página porque vive en el pasado. Porque se supone que ahora debería estar con Sharon Carter y sigue pensando en Peggy Carter -aunque esto último es un pelín forzado, que no se acuerda de ella desde que la enterró en Civil War-.
Y lo cierto es que ese «no pasar página» es tremendamente metarreferencial, porque no deja de estar diciéndonos que los superhéroes nunca pasan página y Peter Parker nunca superará la muerte del Tío Ben, al igual que Batman siempre será Batman y Tony Stark es Iron Man aunque vengan mil Rhodey, Riris o Tony Stark adolescentes. Pero como decía, esta película lo que intenta con ese salto de cinco años es contarnos lo que pasa cuando se pasa página y de repente el pasado vuelve en la figura de Scott Lang, que viene con la posibilidad de no solo de volver a la página anterior, si no de cambiarla y hacer que la página en la que estamos sea mucho mejor. La decisión creativa de hacer que el viaje en el tiempo sea algo que no te permite cambiar el pasado si no el elaborar millones de realidades alternativas le concede a la película cierta libertad para no caer en tópicos y en las paradojas de siempre, haciendo posible que el acto intermedio de la película cambie del todo pesimista del planteamiento para convertirse en… Los Vengadores Costa Oeste de Steve Englehart y Al Milgrom. Y maldita sea si no lo hemos disfrutado como enanos…
Mañana seguiremos repasando cómo esta película consiguió alegrarnos y a la vez ponernos de los nervios, sobre todo en lo referente a las gemas del infinito, la forma de ceder el testigo y a santo de qué Nébula pensó que era buena idea quedarse en cierta línea temporal para poder ser capturada por Thanos.