¿Os he dicho ya que la nueva Uncanny tras todo el berenjenal del X-Men Disassembled está bastante apañada? Rosenberg, Thompson y Brisson están revisando algunos conceptos fundamentales de la serie que necesitaban una puesta al día tras los últimos quince años, principalmente los concernientes al papel de los mutantes con respecto al resto de la sociedad. Y es que hay gente muy rebotada porque tras los Bendis, Brubaker, Fraction y demás se había equiparado a los mutantes con minorías étnicas o el movimiento LGTBI sin darse cuenta de que los mutantes solo llevan una generación o dos de existencia, y en ningún caso la extrapolación se puede hacer de una forma tan directa.
Que sí, que me hablarán de Apocalípsis, Namor y algun mutante centenario más, pero tradicionalmente los mutantes se llamaban los «Children of the Atom» por algo, porque se solia hablar de que las mutaciones habían surgido con el descubrimiento de la energía atómica. Siendo los mutantes personajes de los 60, en origen la historia nos hablaba de, como mucho, una o dos generaciones de mutantes, «gente nueva» que curiosamente aparecía a la vez que los «superhéroes», gente que había recibido los poderes por un experimento que había salido mal o porque les había picado algo radioactivo. Vamos, que los mutantes se han pasado años hablando de homosexualidad o discriminación racial sin ser exactamente eso, tradicionalmente se habló del Xavier Martin Luther King y el Magneto Malcom X, heredando la idea postGandhi de que la resistencia pasiva da hasta mejores resultados que la rebelión violenta (cosa que suele convenir bastante a las élites dominantes porque es mucho más fácil suprimir una revuelta que no va a contratacar y les deja matar a todos los periodistas, pero estoy divagando), pacifismo de boquilla porque al final los de Xavier partían bocas como los que más, pero que al marcar la línea entre matar y no matar dejaba claro que la Patrulla X eran los buenos. Pero claro, la susodicha línea con el tiempo se ha ido haciendo más borrosa, la metáfora se ha ido haciendo cada vez más forzada y la parábola mutante ha ido perdiendo gas porque, después de todo, si quieres hablar de minorías oprimidas lo que tienes que hacer es dejarte de carantoñas y hablar de ellas directamente.
La cuestión es que cuando Remender osó enfrentarse a la idea de mutante y hablar de la propia palabra como algo «sucio», hubo un sector que lo vió como señor blanco borrando minorías, porque para ellos era lo mismo ser mutante que ser gay en Rusia o kurdo en Turquía. Y lo cierto es que ser mutante no es lo mismo, porque dejando de lado que son un constructo de ficción y como tales pueden ser lo que Marvel desée, para que una minoría sea considerada como un grupo con una identidad propia tiene que crearse su propia cultura; tanto la diáspora africana en EEUU como los homosexuales tienen su propia cultura, desarrollada a lo largo de generaciones y dándo a sus miembros un sentimiento grupo conforme a su identidad. Y claro, la gracia de los mutantes era exactamente el hecho de que nadie sabía lo que era un mutante, era algo totalmente nuevo y los humanos «corrientes» tendían a rechazarlo; la clave estaba en coger el miedo adolescente al cambio y exacerbarlo, porque en vez de espinillas o pelitos en algunas partes, lo que te salían eran alas o espolones de hueso. Pero claro, a medida que fueron pasando 50 años desde la creación del grupo, resulta que nos encontramos que llevamos teniendo mutantes desde la Segunda Guerra Mundial, y eso son tres o cuatro generaciones, con lo que la novedad ya no lo es tanto y la metáfora ya no funciona del todo…
Y de ahí viene todo el fregado: para Claremont, Thomas o cualquier lector de X-Men de «primera generación», los mutantes son algo nuevo, mientras que para la generación posterior -y peor todavía la siguiente o la siguiente de más allá- empezaron en una época pretérita; pregúntale a cualquier chaval de veinte años de hoy en día si hace mucho de los 80, te dirá que eso lo menos es el paleolítico, no te digo ya si le hablas de la Segunda Guerra Mundial. Y claro, para ellos un mutante tiene las mismas posibilidades de haberse creado su propia cultura en los túneles morlock que los gays de Stonewall, obviando el hecho de que la cultura de estos últimos ha existido desde que la humanidad es humanidad. La cuestión es, ¿tiene sentido hablar de los mutantes como metáfora de minorías oprimidas, en vez de hablar de esas minorías en concreto? ¿Que sentido tiene a estas alturas hacer un «gazpacho de opresión» en una sola cultura ficticia? Teniendo en cuenta los cambios de autores y editores, eso iba a acabar mal por narices, porque no es lo mismo lo que le pasa un kurdo en Turquía que un millonario bisexual en Japón, y claro, por pelotas la óptica de los lectores variará y provocará más casos «hobo piss» (entendiendo hobo piss como la reacción visceral de Rick Remender cuando un grupo de tuiteros se lió a insultarlo porque no compartían su visión sobre los mutantes). Así que digo yo que ya es hora de que empecemos a darnos cuenta de que los mutantes son otra cosa, que no pueden ser un «todo indefinido» de opresión…
Pero claro, ahora mismo estamos bien jodidos. De entrada, la base del conflicto Xavier/Magneto estaba en que Magneto se percibía como algo externo a la humanidad y que veía un entendimiento imposible con ella, mientras que Xavier considera a los mutantes como parte de la humanidad y cree que ambos pueden convivir en paz. Magneto quería conquistar el mundo para conseguir la supervivencia de los mutantes, Xavier buscaba el que los mutantes se integraran en la sociedad; ¿entendéis cómo la idea de una «cultura mutante» nacía ya un tanto tocada desde un principio? Xavier, repito, en el fondo estaba diciendo que los mutantes eran humanos, y entrenaba a chavalillos para que dominaran sus poderes y luego vivieran su vida como «humanos corrientes» -aunque luego la mayoría optara por vestirse de licra amarilla para salvar el mundo y pocos volvieran a su vida «normal»- y es ese sueño de integración de humanos y mutantes el que se pega de morros con la idea de «cultura» mutante», que eso es más de Magneto. Llevamos quince años de mutantes poniéndose de los nervios porque no nacen más mutantes -que según el concepto de Xavier se la debería soplar- y una generación de lectores ha crecido creyendo eso a pies juntillas, en el «pueblo mutante», en la «nación mutante», en la identidad mutante. Y ahora es muy complicado volver atrás, sobre todo si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad bastante más polarizada que hace veinte años; si en su día el lector veía como algo «normal y no político» el que el gobierno de EEUU montara un acta de registro mutante o les echara los centinelas encima cada dos por tres, hoy en día un sector de orangutanes descerebrados se cabrearía muchísimo «bicosmahguvment». Y la Patrulla X no puede permitirse el lujo de no ser política, porque siempre ha sido política, un canto a la tolerancia y al respeto mutuo; el problema es que durante años ha estado siendo escrita por tarados que no han tenido la cabeza suficiente para ver lo que realmente estaban haciendo, proclamando a Cíclope dictador de un estado soberano, convirtiéndolo en una especie de revolucionario que no revolucionaba nada… El mensaje se diluía por completo entre tanto grito, tanta explosión y tanto número uno, con lo que ahora, cuando parece que Rosenberg, Thompson y Brisson tratan de limpiar la casa y arreglar a Cíclope, hay un sector de los lectores que les van a echar a los perros hagan lo que hagan.
Y no, lo siento, Cyclops was wrong. Cíclope se equivocaba, porque al final el sueño de Xavier no consiste en encerrar a todos los mutantes en un ghetto, en una nación soberana dirigida por Jean Grey ni nada parecido, el sueño de Xavier consiste en que humanos y mutantes convivan en paz. Se busca la integración, y por eso el X-Men The End de Claremont ponía como culminación -parcial- del sueño el que Kitty Pryde fuera presidenta del gobierno; insisto, no podemos pensar que los mutantes «son» negros, judios, homosexuales, nativos americanos o inmigrantes en general, porque son un «gazpacho de opresión» que como tal mezcla rasgos de minorías cuyas necesidades son muy distintas entre sí; un enfermo de SIDA no busca una cultura propia, busca curarse, busca vivir y que no lo discriminen social o laboralmente. Y los mutantes a ratos son enfermos de SIDA, a ratos son gitanos y a ratos son el niño gordo friki que soñaba con vaciar dos uzis en clase porque le trataban mal (porque Rojo Omega también es un mutante con sus propias necesidades, oye).
Teniendo en cuenta que Marvel Studios está a días de empezar a desarrollar la integración de los mutantes en el MCU, más le vale a Marvel Comics espabilar y empezar a consolidar una idea clara de lo que son los mutantes en 2019 antes de que el estudio de Kevin Feige vuelva a dictarles el camino a seguir; pase lo que pase Marvel va a tener a mucha gente cabreada en contra porque son muchas formas de ver a los mutantes y muchas de ellas son totalmente excluyentes unas de otras, con lo que lo más polémico de la nueva película de X-Men no va a ser el actor que sustituya a Hugh Jackman, si no exactamente lo mismo que nos está pasando ahora mismo con los tebeos de la Patrulla X: que todavía hay tarados que creen que Cíclope tenía razón.
Y un cuerno.