A mediados de los 80 la televisión de EEUU estaba gobernada por tres grandes cadenas: NBC, CBS y ABC. Las tres ofrecían un contenido generalista y, tras la fiebre del culebrón de principios de la década, empezaban a explotar el filón de las comedias de situación de familias que se querían mucho y muchísimo, siendo el máximo exponente de aquella fiebre una The Bill Cosby Show. La fórmula había tenido tanto éxito que sus clónicos crecieron por doquier, y cualquier otro camino estaba vetado a la comedia en la ficción. Y entonces llegó Fox…
Un clásico en toda regla.
Fox hasta entonces se había limitado a producir contenidos para las tres grandes, pero en 1985 la News Corporation de Rupert Murdoch empezó a comprar canales de televisión locales de cara a crear un nuevo canal de televisión a nivel nacional. Sin embargo, llegar a alcanzar la cobertura de sus competidores era realmente caro y complicado, por lo que Fox tuvo que comenzar su andadura al año siguiente recurriendo a canales UHF para su difusión, cuya recepción era más complicada para el espectador medio. Tras algún experimento que causó cierto drama entre los Late Night de la época, Fox no presentaría sus primeras series de ficción hasta un año más tarde, tratando de captar un público distinto al habitual de las grandes generalistas y el cable. Conscientes de que tenían el deber de meter la patita en el mercado de las telecomedias y sabiendo que nunca podrían hacerle sombra a Cosby o a Cheers, el flamante nuevo presidente de entretenimiento de Fox decide dar libertad absoluta a Michael G Moye y Ron Leavitt, veteranos de otras comedias como Los Jefferson o Different Strokes y que estaban hartos de tener que responder a los restrictivos patrones de las otras grandes cadenas. Su objetivo era sencillo, hacer todo lo contrario a la competencia para poder llamar la atención, ser diferentes.
La filosofía de la resignación, la filosofía de Al Bundy.
Así que en vez de plantearnos una comedia familiar protagonizada por gente inmensamente feliz y que se amaba con locura rodeada de grandes lujos, Moye y Leavitt nos contaron la historia de una pareja que se casa de penalti en la que el padre ha renunciado a todos sus sueños mientras la madre se niega a tener ninguna responsabilidad y se limita a ver la televisión y fundirse todo el dinero que puede en la teletienda mientras su familia se muere de hambre entre toneladas de basura. La idea original de la serie era que la protagonizaran dos cómicos antagónicos, Sam Kinison y Rosseanne Barr, los cuales habían desarrollado en sus monólogos la infelicidad de la vida en pareja provocada por la rutina diaria desde una perspectiva masculina y femenina tremendamente pasada de vueltas. Ninguno de los dos cómicos accedió a protagonizar la serie -Kinison acabaría apareciendo en la serie, mientras que Roseanne acabaría apareciendo en la telecomedia del mismo- y eso que ganamos con ello, porque probablemente el casting de la serie es uno de los mayores aciertos de la misma.
Empezando por el padre de familia, Al Bundy, protagonizado por un Ed O’Neil que pondría todos los cimientos de los Homer Simpson y Peter Griffin posteriores, un tipo que durante la adolescencia cogió un trabajo mal pagado como vendedor de zapatos y sigue en el mientras el pelo y la juventud le va abandonando, siguiendo por Peggy (Wanker) Bundy -Katey Sagal, la Leela de Futurama y la Gemma de Sons of Anarchy-, la chica «fácil» del instituto que por la rotura de un condón de segunda mano acaba quedándose embarazada y que se niega en redondo a reconocer que ya no es el bomboncito de antaño, vistiéndose y actuando como si todavía tuviera los veinte años que alega tener y portando sus pelucones pelirrojos imposibles. Sus hijos -Bud y Kelly Bundy, interpretados por David Faustino y Christina Applegate- criaturas completamente contrapuestas, la una siendo estúpida hasta lo sobrehumano y el otro siendo el Coyote de la seducción, siempre planificando complicadísimas tramas para seducir chicas y abandonar su muñeca hinchable, mientras que sus vecinos Steve y Marcy -David Garrison y Amanda Bearse- que empiezan siendo el contrapunto de la pareja perfecta de recién casados hasta transformarse en algo tremendamente sórdido, convirtiéndose Marcy en la némesis absoluta de Al Bundy, siendo ella feminista y una cruzada activista -a pesar de votar republicano, que para algo trabaja en un banco- y Al Bundy un tipo que lo más parecido a una conciencia política es mantener en el aire su serie de TV favorita, Psycho Dad y su club de defensa de los derechos de los hombres, «No Ma’am».
Married… With Children duraría la friolera de 11 temporadas, desde 1987 a 1997, siendo la única serie de la alineación inicial de Fox que sobrevivió a los ochenta y el origen de gran parte del humor autorreferencial de los Simpson, con los personajes riéndose de su propio canal y de la mayor parte de los programas de la competencia de la época, poniendo a caer de un burro a ABC por repetir hasta la saciedad Cheers, de la soporifera y sobrepremiada Treinta y tantos y, en general, siendo diametralmente opuesta al esquema de familia que se quiere-tiene un conflicto-al final todos se abrazan y hay una moraleja. En Matrimonio con Hijos la mayor parte de los episodios consisten en Al Bundy tratando de hacerse rico de alguna manera y fallando estrepitosamente, en la familia puteando a los vecinos y entre si mismos y en Peggy Bundy torturando a Al con la amenaza de tener sexo con el.
Durante los años de producción de la serie irían surgiendo otras producciones que tratarían de explotar el filón «políticamente incorrecto» con mayor o menor fortuna, pero la mayor parte de ellos no entendía el chiste, no entendían que la gracia no estaba en decir o hacer lo que otros no se atrevían, la gracia estaba en caricaturizar la realidad, en mostrar al espectador que por mal que estuviera su vida, por miserable que se sintiera, siempre podía ser peor, siempre podía ser Al Bundy. Para cuando la serie fue cancelada en 1987, Fox ya se había establecido como canal generalista y hasta había engendrado uno de los mayores distribuidores de basura en la figura de Fox News, con lo que la posibilidad de que se fueran creando nuevas series de su perfil ya se relegó a series de dibujos animados, supuestamente más inofensivas como Family Guy. La posibilidad de un remake en la propia Fox o en Netflix todavía está en el aire, y aunque el reparto original de la serie está dispuesto a llevarlo a cabo, algunos flecos legales que no acaba nadie de detallar parece que se interponen en su camino. Esperemos que la cosa se desbloquee pronto -aunque con la estupidez de algunos ejecutivos de Disney uno nunca sabe que esperarse- y podamos ver el regreso de los Bundy…