Dentro de mes y medio se va a estrenar otra película de aquello que en tiempos se llamó La Guerra de las Galaxias. Star Wars era algo que marcó a varias generaciones hasta que George Lucas perdió la cabeza y empezó a hacer precuelas. Pero hoy vamos a volver a los felices buenos tiempos, a la época en la que George era un tipo delgado y un poco friki que convenció a los ejecutivos de la Fox de hacer una película en la que nadie creía, The Star Wars…
Los años 70 era una época chunga en esto del cine, la crisis que había creado el paso de los estudios dirigidos por gente que hacia cine a los estudios dirigidos por gente que no hacia cine provocó una situación de inestabilidad que llevaría a transformar la industria norteamericana por completo. Venimos de una decada de los 60 en la que los italianos (Sergio Leone) o los franceses (La Nueva Ola) les empezaban a dar lecciones a la gente de Hollywood, mientras Hollywood empezaba a quitarse las gafas de color de rosa. La ciencia ficción estaba en coma profundo después del 2001 de Kubrick, y lo único que se realizaba eran las distopias de THX 1138, El Planeta de los Simios o La Fuga de Logan. El futuro había empezado a dar tanto miedo como el presente, con un género fantástico que había pasado a asustarnos con Halloween o Carrie y la película más taquillera de la época era una sobre un Tiburón que se comía medio pueblo mientras las autoridades demostraban su incompetencia. Pero todo esto iba a cambiar rápidamente…
Porque George Lucas había decidido hacer un taquillazo. Su plan era hacer la película más comercial de la historia, una que le diera tanto dinero que pudiera ganar toda la independencia creativa que le faltaba al depender de los estudios. Sus amigos Coppola, Scorsese y Spielberg eran gente que vivía en el éxito, pero eran conscientes de que valían lo que valía su última película y que las cosas les podían salir mal en cualquier momento. Lucas quería hacer algo que le encantara a todo el mundo, y para eso elaboró un guión basado en el trabajo de Joseph Campbell en «El Héroe de las Mil Caras», tratando de sintetizar en una sola historia todas las historias de aventuras que le habían encantado a la humanidad durante toda su historia.
El resultado era un guión tremendamente tópico y que pedía cantidades de dinero desorbitadas, pero la 20th Century Fox confiaba en que el director de American Graffitti podía darles un éxito equiparable a los de sus amigos Coppola o Spielberg. Y ahí es donde empezó el verdadero infierno de George Lucas, porque de repente aquel tipo introvertido al que le gustaba la vida tranquila se iba a encontrar al mando de una nave repleta de gente, teniendo que lidiar con actores un tanto verdes y con los egos de otros demasiado veteranos, estirando el presupuesto de formas inverosímiles y sin ninguna garantía de que el resultado de su aventura le llevara a buen puerto.
Porque eso de viajar hasta el Sáhara para grabar una escenas acompañado de un Alec Guinness que sólo viene por el dinero y sabe que lo que está grabando es basura, mientras que un tal Mark Hamill se pasea por todo el set de rodaje preguntando y tocándolo todo con un entusiasmo que lamentablemente no era muy contagioso, no debió de tranquilizar mucho a Lucas. Afortunadamente esas fueron las primeras escenas que se grabaron de la película, y para cuando la Fox pudo contemplarlas poco pudieron hacer para interferir en el trabajo de George, más allá de darle la razón al director de fotografía Gilbert Taylor y prohíbirle a Lucas que metiera mano en su terreno, además de obligarlo a acelerar el rodaje, con lo que la producción se tuvo que dividir entre Lucas, una segunda unidad dirigida por el productor Gary Kurtz y otra por el supervisor de producción Robert Watts.
Conseguirían así cumplir la fecha límite y terminar la fotografía principal, pero la pesadilla de Lucas se iba a prorrogar con la postproducción: el primer montaje de la película le pareció horrendo a Lucas con lo que, sin tiempo para darselo a un sólo editor, el propio Lucas y otros dos editores y hasta la propia mujer de Lucas -Marcia, una de las mejores del negocio- se pusieron a montar aquello como fuera. Mientras tanto la gente de la recién fundada ILM trataba de crear unos efectos especiales que nadie estaba seguro de poder hacer, y Lucas parecía rechazar absolutamente todo lo que le mostraban (entre otras cosas porque Lucas tampoco sabía muy bien como explicarse). Las cosas iban cada vez a peor y llegaron a un punto crítico cuando Lucas sucumbió a la presión y acabó siendo internado en el hospital por agotamiento e hipertensión.
Los amigos de Lucas tampoco acababan de entender toda esta locura, porque la película no tenía nada que ver con lo que él les había mostrado durante sus estudios en la escuela de cine. Parece ser que DePalma fue especialmente cruel con los cortes preliminares, con lo que Marcia Lucas acabó obligándolo a rectificar y a unirse a Scorsese, Spielberg y demás en un rescate de la película a cualquier precio (él en particular reescribiría todo el texto inicial de la película, reescribiría diálogos y demás). El resultado no le acabó de gustar a ninguno de ellos, pero los directivos de la Fox con Alan Ladd Jr a la cabeza -el hombre que había confiado en Lucas en un principio- quedaron encantados.
El éxito de la película llevó a Lucas a hablar de continuaciones, además de hacer posible su sueño de crear un estudio propio para que ni él ni sus amigos dependieran de los grandes, pero eso ya es otra historia…