Seguimos con las aventuras y desventuras de Salvador Larroca en su lucha por hacer las américas, y lo habíamos dejado justo en el momento en el que el hombre cumplía uno de los grandes sueños de cualquier dibujante criado en los 70-80 dibujando los X-men de Claremont. Pero todo lo bueno se acaba y la perversa sombra de Bill Jemas lo reclama para su uso y disfrute personal en un proyecto que parece destinado al fracaso.
Así que Larroca se ve obligado a dejar X-treme (no volvería a colaborar con Claremont) y hacer a regañadientes Namor, mientras Marvel también lo usa de apagafuegos con el Uncanny X-Men de Chuck Austen, un autor que estaba dejando muy mal sabor de boca y que había empeorado el trabajo de Joe Casey, que ya de por sí era nefasto. La etapa de Larroca en Namor le sirve para aprender a librarse de su horror vacui, haciendo que sus composiciones respiren más. Es triste que la razón más probable de que el pobre Salvador aprendiera esto se debiera a que los guiones de Jemas fueran paupérrimos y carentes de acotaciones, con lo que al dibujante le tocaba inventarse casi todo, pero el dibujar montones de océano le acabo viniendo bastante bien.
Tras estas funestas experiencias Larroca acaba en el X-Men de Peter Milligan, y durante tres años parece que su estilo ya ha madurado del todo y no parece que vaya a crecer mucho más. Debió de darse cuenta de que llegaba a un punto muerto, porque para cuando le llega el encargo del NewUniversal de Warren Ellis Larroca decide cortar por lo sano y empezar a tirar de fotorreferencias, comenzando a entintarse a si mismo y a recuperar el uso intensivo de negros que ya se había visto en su trabajo en X-treme X-Men. Esa inclinación hacia la mancha de tinta la mantendría en su siguiente trabajo en Amazing Spider-man, para los que Larroca estará «tan raro» que muchos ya ni lo reconocerían.
Y así es como llega a Iron Man, entintándose a si mismo y abandonando por fín el lastre de la influencia «madureiriana» que durante tantos años le había hecho incapaz de dibujar pies y pechos de mujer. Sus personajes parecen cada vez más relajados, y durante los cuatro años que dura esta etapa empieza poco a poco a tirar menos de las referencias fotográficas. Dejamos de tener a actrices como Nicole Kidman por todos lados y cada vez es más difícil de ver aquellas caras y expresiones que siempre repetía constantemente. Salvador se había reinventado a si mismo, y así le acabó llegando el Eisner.
Y espués de esa etapa la cosa se vuelve un poco caótica. Hay que tener en cuenta es el momento en el que Marvel pierde la cabeza y vuelve de lleno a la locura de las variant covers, con lo que muchos dibujantes se pasan meses enteros sólo haciendo portadas. La serie de referencia para Larroca durante esta etapa es Cable & X-Force, pero tampoco se puede decir nada especial sobre ella, ya que artísticamente no hay una gran evolución en su trabajo. Si acaso se podría decir que hay hasta cierta involución, porque da la impresión de que el proyecto no acababa de llegarle tanto como lo había hecho el Iron Man de Fraction. Lo cierto es que el guión es de Dennis Hopeless y el hombre no daba mucho de sí, con lo que mejor corremos un tupido velo y vamos a por lo que realmente importa: Darth Vader.
Porque en 2015 Salvador Larroca empezará a dibujar el proyecto que le venía como anillo al dedo, la serie del Señor Oscuro de los Sith guionizada por Kieron Gillen. Durante toda la trayectoria profesional del dibujante habíamos visto múltiples referencias a la saga de George Lucas escondidas entre los juguetes de Franklin Richards, en cameos de personajes de la serie escondidos en alguna que otra viñeta… Y si a eso le sumamos todos los años de experiencia en Iron Man, los editores de Marvel tuvieron claro que Larroca era la decisión correcta para plasmar las desventuras del villano en armadura más famoso de la historia del cine (que no la del cómic).
Con Vader -como no puede ser de otra forma- se vuelve otra vez a echar mano de los fotogramas de la película, pero Larroca está muchísimo más desacomplejado y a medida que avanza la serie va cogiéndole el tranquillo a los personajes. Su uso de las texturas ha mejorado bastante y se hace patente en este cómic, aunque a ratos se le va la olla con el horror vacui y vuelve a viejas y malas costumbres. Lo cierto es que a día de hoy Salvador Larroca es un dibujante que lleva veinte años aprendiendo, un dibujante que nunca ha dejado de experimentar y que con el tiempo ha dejado claro que todo ese trabajo ha dado sus frutos, haciendo que su trabajo desde Ghost Rider a Darth Vader pasando por Fantastic Four parezca realizado por dibujantes totalmente distintos. Y eso es algo digno de celebrar, porque Salvador no dejaba de ser aquel profesional que estaba a la sombra de otros y que se quejaba de no ser profeta en su tierra, pero que trabajando día a día ha conseguido llegar a superar a muchos de su generación.