Esta semana Hugo Pratt hubiese celebrado su ochenta y ocho cumpleaños, pero por desgracia nos dejo poco después de cumplir los sesenta y ocho hace ya veinte largos años. En todo este tiempo, y más aun este año con motivo del redondo aniversario de su muerte, es mucho lo que se ha escrito sobre Hugo Pratt y su obra y buena parte de ello por parte de gente más preparada y mejor documentada que yo. Así que en lugar de intentar hacer un análisis de su obra o un repaso biográfico detallado de su vida y trabajos basándome en datos de la wikipedia, voy a hacer eso que tan poco le gusta a Diógenes y que a él le gusta llamar “pornografía emocional”. Compartir mis recuerdos sobre lo que significo para mi descubrir a Hugo Pratt.
Antes de continuar convendría aclarar que yo en los años noventa era un tanto ignorante en todo lo que tuviese que ver con el comic europeo. Conocía a los clásicos infantiles/juveniles que se publicaron en las revistas de los ochenta y que consideraba cosas de niños y poco más. Esto provoco que mi descubrimiento de la existencia de Hugo Pratt fuese un poco casual y algo triste, porque fue con la noticia de su muerte cuando supe quien era, o para ser más exacto con la noticia del primer aniversario de esta (algo que se porque aún conservo el artículo, Diógenes es el otro pero el síndrome lo tengo yo) Sin saber nada de aquel autor que había fallecido o de los comics que había creado, aquel artículo a doble página firmado por Guillermo Altares, con algunos apuntes sobre la vida de Pratt e ilustrado con viñetas de su personaje más famoso me impacto tan intensamente que me encontré con que necesitaba leer esos comics.
Lo poco que se veía del trazo de Pratt en aquellas viñetas sueltas no se parecía a nada de lo que había leído hasta la fecha, no tenía nada que ver con la línea clara, los superhéroes clásicos (o los horrores noventeros) o el manga, era completamente distinto y muy atrayente. Pero lo que me engancho fue la descripción de la vida y obra de Pratt y las aventuras de Corto, ese amor por la aventura clásica, los escenarios por los que ambos se movieron y que hacían que autor y personaje no solo se confundían, sino que no tenían demasiado que envidiar el uno del otro. Estaba claro que necesitaba leer esos comics. Pero en aquellos tiempos las únicas ediciones disponibles de la obra de Pratt eran las de Norma y aquello se escapaba mucho de mi presupuesto, así que tuve que conformarme con seguir imaginando de vez en cuando como serian realmente esos comics. Y así fue hasta que unos pocos años después (navidad de 1999, fácil de recordar por la emoción de llegar al famoso año 2000), de nuevo casi por casualidad, conseguí de segunda mano y tirado de precio un ejemplar de la edición de tótem de “La Casa Dorada de Samarkanda”, por fin podría comprobar si la realidad estaba a la altura de las expectativas.
Decir que las supero ampliamente es quedarme corto (si, es un juego de palabras horrible, pero tenía que hacerlo) Aquello no tenía nada que ver con los comics que había leído hasta la fecha, pero sí bastante con las novelas de aventuras que había devorado desde que fui capaz de leer. Si, aquello era la aventura clásica que tanto me gustaba pero con un toque de fantasía, casi de sueño, que lo hacía destacar sobre otras obras del género y Corto era el protagonista perfecto para ese tipo de historias. Mucho se ha escrito y teorizado sobre Corto, pero para mí lo más importante del personaje fue esa sensación de libertad que transmitía, ese ir y venir a su antojo por todo el mundo cuando y como él quería que me afecto profundamente y que le convirtió casi al instante en uno de mis personajes de ficción favoritos. Y todo gracias a la casualidad de haber comprado en casa el periódico precisamente aquel día.
Desde entonces me dedique a buscar con ansia toda la obra de Pratt, algo que aun sigue siendo una labor inacabada, encariñándome cada vez más con cada una de ellas y con la forma de contar historias de este autor veneciano de adopción cuyo cumpleaños se hubiese celebrado hace unos días. (Y ahora es cuando Diógenes me llama de todo en los comentarios por haber compartido este pequeño trocito de mi vida) Y es que aunque hace ya tiempo que Hugo Pratt nos dejo, gracias a Corto y a sus demás creaciones será recordado, no sé si para siempre, pero si durante muchísimo tiempo. Aunque hay quien dice, poniéndome en plan poeta de baratillo, que Corto Maltes no vive solo en el recuerdo sino que volverá a navegar este año, pero eso es solo debido a que hay personas que no tienen la sensibilidad y el respeto de Rhianna Pratchett sino mas bien las ganas de hacer caja de un Christopher Tolkien, y que independientemente de la calidad de este “nuevo” Corto, no dejara de ser una simple copia del autentico.