Mark Millar lleva una larga temporada produciendo cómics como churros con la esperanza de repetir el éxito (económico) obtenido con la traslación al cine de Wanted y Kick-Ass. Hasta ahora el resultado a nivel creativo, con poquísimas excepciones, ha sido desigual tirando a la mediocridad. Pero a nivel económico le está funcionando de miedo ya que los derechos de muchos de ellos ya han sido comprados para ser llevados a la gran pantalla. Entre estos se encontraba The Secret Service, un comic en el que junto a Dave Gibbons nos contaba las aventuras de un joven agente secreto al servicio del gobierno británico y que empezaba regular para terminar rematadamente mal. Como muchos otros sus derechos fueron adquiridos, se hizo una película… Y aun sigo sin creerme que uno de los trabajos más mediocres de Millar se haya convertido en una de las películas de espías con la que más he disfrutado en los últimos años.
Gary «Eggsy» Unwin (Taron Egerton) es lo que hoy muchos llamarían un “ni-ni” sin oficio ni beneficio que vive con su madre viuda, el novio mafioso de esta y su hermano pequeño y cuya vida consiste en beber en el pub y hacer el gamberro con sus amigos. Pero un día una de esas gamberradas se le va de las manos y acaba detenido y enfrentado a ser condenado a prisión. Es entonces cuando reaparece en su vida Harry Hart (Colin Firth), un viejo amigo de su padre que le saca de su apuro y le revela no solo que tanto su padre y él fueron compañeros en Kingsman, una organización secreta de espionaje que ha protegido a Gran Bretaña desde hace generaciones, sino que quiere que él se una a ellos y se convierta en un agente. Eggsy se siente algo fuera de lugar compitiendo con los hijos de las grandes y ricas familias británicas, pero no tarda en demostrarles a todos que no solo tiene el potencial para ser un agente excepcional, sino un perfecto caballero. Pero Kingsman se enfrenta a una amenaza inminente, el diabólico Richmond Valentine (un histrionico y enajenadisimo Samuel l. Jackson) ha puesto en marcha sus genocidas planes para “limpiar” el mundo y solo ellos se interponen entre él y el exterminio de buena parte de la humanidad, una amenaza que puede que ni ellos sean capaces de detener…
Cuando se anuncio este proyecto yo no me esperaba nada bueno de el, el comic me había parecido bastante mediocre y los dos últimos números los había leído casi por inercia, pero poco a poco la cosa se fue volviendo interesante. Lo primero que me llamo la atención fue el director escogido para la ocasión, Matthew Vaughn, cuyo trabajo en X-Men: First Class me había encantado (rescatar esa franquicia no fue cosa fácil) En Vaughn también cayó la tarea de escribir el guion de la película junto con Jane Goldman, su colaboradora habitual en varios proyectos, por lo que la cosa se iba poniendo cada vez mejor. Y para cuando se fue anunciando el reparto, Colin Firth, Samuel L. Jackson, Michael Caine, Mark Strong, Mark Hammill… ya tenía claro que esto podía ser muchísimo mejor de lo que me hubiese atrevido a imaginar. Poco a poco mis expectativas fueron creciendo y sucedió lo que no me esperaba, la película las superó ampliamente.
Tras años teniendo que soportar que las películas de espionaje cayesen en la moda del “realismo“ y el “dark & gritty” que tanto dolor de cabeza me ha dado en el comic, y que han conseguido que incluso James Bond acabe convertido en un clon de Jason Bourne, Matthew Vaughn ha conseguido lo que parecía imposible, devolver el espectáculo y el humor al género. Ya lo dice el propio Vaughn a través de Harry Hart en una escena cuando charlando comenta que no le gustan nada las modernas películas de espías por ser demasiado serias y que prefiere las de antes, y vaya si Vaughn nos lo ha demostrado aquí.
Y es que Kingsman no es solo una película muy divertida y emocionante con momentos de muchísima mala leche y humor negro. Es que además Vaughn ha recuperado todos esos elementos que el propio James Bond había perdido, que habían hecho grande al personaje y qie yo he echado tantísimo de menos desde que la «modernidad» llego a la franquicia. Tenemos el villano megalómano salido de madre con sus planes de destrucción mundial, un leal y pintoresco secuaz que no tiene nada que envidiar a Tiburón o a Oddjob y su exótica base secreta llena de matones. Y tenemos también como no, a un espía armado solo con su ingenio y sus gadgets imposibles y que se lleva a la chica al final. ¡Incluso han conseguido convertir a Colin Firth en un más que convincente héroe de acción!
Así que si, es una pena que Mark Millar siga desaprovechando su talento sacando comics como churros sin esforzarse en ello y quedando muy por debajo de lo que es capaz de hacer (Aun tengo esperanzas de que Chrononauts termine bien) Pero si de estos trabajos menores y mediocres acaban saliendo más películas como Kignsman, no me quejare lo mas mínimo y le dejare que sea feliz cobrando sus cheques y planificando su propio trabajo a medio gas, que cuantos más publique, más posibilidades habrá de que caiga algo decente de todo ello. Yo por mi parte espero que la próxima película de 007 sea al menos la cuarta parte de divertida y emocionante que Kignsman (aun soy medio optimista, no tengo remedio) y que para la próxima cuenten con Matthew Vaughn, que ya ha demostrado que puede devolverle a Bond todo lo que ha perdido con los años.