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Así da gusto volver a una galaxia muy, muy lejana: Star Wars Rebels

La semana pasada se emitió el último capítulo de la primera temporada de Star Wars Rebels, y llegados a este momento creo que es buen momento para hacer balance de la situación. Porque las cosas han cambiado mucho desde los tiempos en los que George Lucas andaba por ahí promocionando la película de Clone Wars…

¡Vaya mierda de década de Star Wars que hemos pasado, sobreviviendo a base de sucedaneos!

Y es que Rebels le ha dado a la gente  de Dave Filoni lo que tanto ellos mismos como su público estaban demandando: TIE Fighters, AT-ATs, Destructores Imperiales, Tarkin y el Imperio Galáctico en todo su esplendor. Lo que hizo grande a la trilogía original fue la lucha de un pequeño grupo de rebeldes contra un enemigo inmensamente fuerte y aparentemente imbatible, y esa sensación nunca se tuvo en Clone Wars, una serie que cargaba con los lastres de unas precuelas deficientes y unos protagonistas que, en su mayor parte, se basaban en las versiones descafeinadas que se mostraban en las precuelas. Todos menos Ahsoka, por supuesto.

La marcha imperial sonando a tope, TIE Fighters escoltándote a la salida de un destructor… ¡Esto si que es vida!

Y es que Ahsoka Tano era el único de los personajes protagonistas creado específicamente para la nueva serie, y por eso fué el único que fue creciendo a lo largo de la serie. Al anunciarse Rebels y cancelarse la serie anterior, muchos de los fans se quejaron amargamente y, lejos de preocuparse por Anakin u ObiWan (a estos ya les habían visto darse de tortas en La Venganza de los Sith), se pusieron a montar campañas para que les contaran «el destino de Ahsoka». Pero eso no llegó a pasar, y el personaje acabó cayendo en el olvido.

Ay Peter Cushing, cuanto se te echa de menos…

Rebels recuperaba la dinámica maestro-aprendiz de Anakin y Ahsoka en la figura de Kanan Jarrus y Ezra Bridger, acompañándolos además por un trasunto de Halcón Milenario (el Ghost) con una tripulación que se completaba con Chopper (un droide a lo R2D2), Sabine Wren (una mandaloriana grafitera), Zeb (un Ben Grimm basado en uno de los diseños rechazados de McQuarrie para Chewbacca) y finalmente Hera Syndulla, la capitán del Ghost y la única persona más o menos cuerda del entrañable grupo de rebeldes. Juntos forman un comando rebelde muy poco ortodoxo y dado a los conflictos entre ellos mismos, provocando situaciones disparatadas que recuerdan mucho a los alegres rebeldes que protagonizaron aquella película de George Lucas hace ya casi 40 añazos…

Pero el mejor personaje de la serie sigue siendo Chopper, menuda mala leche tiene el jodío.

Durante la primera temporada se fueron enfrentando al Imperio en operaciones de guerrilla, durante las que Ezra fue pasando de ser un niñato listillo e insufrible a ser un aprendiz más o menos tolerable mientras el Imperio poco a poco empezaba a notar la presencia de estos rebeldes y empezaba a redoblar sus esfuerzos por darles caza, hasta llegar al clímax del final de temporada con la aparición del mismísimo Gran Moff Tarkin, uno de los villanos más desaprovechados de todo Star Wars y uno de los más interesantes. Sin embargo, el principal antagonista a lo largo de toda la temporada ha sido el Inquisidor, una versión descafeinada de Sith cuya ocupación principal era la de echarle una mano a Darth Vader en su misión de dar caza a todos los jedis supervivientes que no merecieran su atención directa.

A mí me vas a venir con que la arena es tosca y se mete por doquier… ¡Ja!

El duelo final entre Kanan y el Inquisidor, basado descaradamente en el de QuiGon y Darth Maul al final de La Amenaza Fantasma, ha conseguido devolverme la fé en que las peleas a golpe de sáble de luz pueden ser divertidas. El equipo de Dave Filoni ha conseguido repetir esa batalla y hacerla bien, hacerla interesante, dejando claro lo mucho que se equivocaban todos los papanatas que hace 15 me decían que «aquellos duelos estan pasados de moda y ya no son posibles». Así que sí, Star Wars Rebels es uno de esos pequeños milagros que me ha devuelto el interés por la Guerra de las Galaxias, y una de las pocas razones por las que me puedo alegrar de que Disney haya comprado Lucasfilm. Aunque la pérdida de LucasArts sea algo imposible de compensar…

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