«Y allí estaba yo, frente a aquella bestia. Un monitor de 600 euros, 4k y conectado por displayport. 60 Hz de pantalla, capaz de meterme 3840×2160 píxeles en vena. Todo ello conectado a una Titan Z -Z, porque este titán es como la versión supersaiyan de la titán normal- que debería ser capaz de teletransportarme al futuro, de hacerme surcar los cielos cagando un arco íris. Ahí estaba yo por fín en el futuro… Y estaba jugando al Peggle.»
Se nos ha ido la olla un poco, ¿no? Quiero decir, hace veinte años, en los tiempos en los que Intel nombraba a sus procesadores de forma más o menos normal -un 286 era seguido por un 386 y a este le seguía un 486- lo único que le preocupaba a la gente era tener más espacio en disco duro, tener más megas de ram y que la memoria XMS no le diera por el saco. Hoy en día tienes procesadores de gama i3, i5 e i7 por el lado de Intel y por el lado de AMD tienes los Athlon, Phenom, Turion, Bulldozer, Bobcat… Todo cosas que los entendidos entienden muy bien, pero tu solo sabes que ninguno de ellos te parece barato o comprensible. Si en el 96 uno iba a la tienda de informática y el trilero del dependiente trataba de colarte un procesador del copón sobre una placa lamentable, hoy en día cada vez que vas a actualizar un cacharro de estos tienes que hacerte un doctorado o directamente preguntar a un gurú de esos del internet, de esos que siempre te hablan de que te puedes hacer un ordenador «pa jugar» por 500 euros pero luego ellos en su equipo tienen dos Titan z en SLI -a todo esto, una sola Titan Z vale cosa de 3000 dólares-.
Porque esto es como cualquier «campo especializado», tu te compras una cámara de fotos y en cuanto vas a un foro de foto todo el mundo te dice que a) Tu cámara es una mierda y que b)Tu objetivo es una mierda. Y de repente te ves inmerso en una espiral de necesitar un objetivo mejor que el que tienes, cuando en realidad a la hora de sacar fotos siempre las sacas en automático y como si fuera la cámara del móvil. Con los videojuegos lo mismo, un monitor 4k te da una resolución maravillosa, pero eso sólo lo vas a disfrutar realmente si juegas a cosas que les merezca la pena tanta resolución. Y con esto no estoy hablando del Battlefield de turno, porque todo el mundo sabe que los pros de estos juegos siempre bajan las opciones gráficas para tener más claro a dónde y como disparan. Esa gente cuenta hasta los píxeles, y el que no se vean los píxeles no les viene nada bien…
Pero otra cosa que sí que les interesa a los hardcoretas -en mis tiempos eran llamados viciados- de estos juegos son los frames por segundo. Los frames por segundo, que algunos van diciendo por ahí que más allá de 30 frames no se ven, son una cosa maravillosa. Hay gente que juega a sus juegos con el contador de frames por segundo puesto, y mientras va salvando a Elizabeth de las garras del Songbird se dedica a echar miraditas hacia el contador, sonriendo satisfecho cada vez que el contador supera los 60 o resoplando enfadados cada vez que su gráfica de sopotocientos euros ha sido incapaz de conseguir más de 46 frames en una escena en la que cincuenta naves espaciales chocaban sobre una ciudad en llamas de la que millones de marines espaciales salían corriendo despavoridos. Y no hablemos ya de cuando estos adalides del exceso de frames se enfrentan a las escenas pregeneradas del juego, lo que coloquialmente llamamos videos del juego y que suelen estar fijados a unos míseros 30 frames por segundo, ¿pero es que quieren dejarnos ciegos? ¡Degenerados!
Y llegados a este punto, alguno me hablará sobre lo maravilloso que es gastarse 400 o 500 euros en una consola y pagar religiosamente el online. De los problemas que te quitas, porque tu pones el juego y funciona. O funcionaba, porque ahora lo de las consolas es un putiferio que no te menees; mientras que en Sony se han convertido en los adalides de los 1080p y los 30 fps -¡el ojo humano no distingue más de 30, se lo digo yo!-, en Microsoft son los adalides de los 720p a unos fluídisimos 60fps -porque Microsoft no vende teles de altísima resolución pero Sony sí. Para colmo, hoy en día todas las consolas te piden instalar los juegos y actualizarlos a través de internet, con lo que la línea que separaba la facilidad de usar consolas de los supuestamente complicadísimos ordenadores hace mucho que ha desaparecido; una consola se parece mucho a un Mac, que te quita problemas de configuración a costa de arrebatarte el control de gran parte de tu ordenador.
Y es aquí cuando volvemos al principio, al enajenado que se gasta 8000 euros en un ordenador. Cuando el hombre este se ponga a cruzar Rapture, Azeroth, Iraq o el sitio que sea, tarde o temprano se dará cuenta de que no merecía la pena, que con unos componentes con un cero menos las cosas se ven igual. Que lo de subirse a la revolución del 4k suena muy bien, pero que el Wolfenstein sigue mezclando texturas HD con texturas de chichinabo guarrísimas que no notarías a 720p… Vamos, que la sensación de surcar el cielo cagando un arco íris como mucho la sentirás mientras juegas al Peggle, ¡y todos sabemos que el Peggle hace cosas raras con el cerebro de la gente!
¡Ni el LSD te hace esto, oiga!