La primera mitad de la última temporada de Mad Men acaba de terminar, y tenemos a todo el mundo preguntándose por el destino final de Don Draper, con algunos hasta especulando si el macaco de los créditos no será el propio Don y si acabará suicidándose al final de la serie. Dejando de lado el hecho de que a algunos el concepto de metáfora les suena sólo de un payaso de la tele, a mi a estas alturas de la película me da igual lo que haga Don Draper. Lo que me importa es lo que haga Roger Sterling.
Porque si el año pasado muchos lloramos la perdida de Walter White y Jesse Pinkman, no perdíamos con ello a un personaje tan grande como Roger Sterling, un tipo que vive la vida y mira con indiferencia los dramas que pasan a su alrededor. Roger es el presidente de la agencia de publicidad Sterling & Cooper (and el que sea, que el nombre de la empresa cambia mucho a lo largo de la serie) pero los problemas diarios de la empresa se la traen muy floja. Un día típico para Roger empieza en la cama rodeado de hippies emporradas, se levanta y se pone su traje con corbata y se llena el bolsillo de montones de fajos de billetes; la cantidad no importa, pero lo menos tiene que ser suficiente como para comprarse un par de coches. Luego, si le apetece, se va su despacho en la oficina, a beber algo, jugar al golf o lo que sea. Seguramente alguien entre llorando por cualquier problema, el lo solucionará dándole alcohol y el que entre con problemas ya los solucionará solo.
Roger es un tipo que nunca ha tenido necesidad de «hacerse mayor». Es cierto que estuvo en la Segunda Guerra Mundial, pero nunca ha dejado de hacer lo que le daba la gana. Se casó porque había que casarse, se puso a trabajar en publicidad porque su padre era el propietario y porque tras la muerte de su padre ya se encargaba de todo el tío Bert Cooper. Hasta su divorcio, Roger le puso los cuernos a su mujer todas las veces que le fue posible, y en su segundo matrimonio acabó pasando lo mismo. Roger se aburre, avanza a tumbos por la vida y mientras tanto la gente empieza a morirse a su alrededor. Llega a tener un infarto (dos) y, aunque le hacen recapacitar y tratar de abandonar unos cuantos vicios, pronto acaba volviendo a las andadas, sin que ello parezca influir mucho en su salud. Y sin embargo, Roger se esta haciendo mayor…
¿Por qué un hombre siente el impulso de hacerse padre a los cincuenta y pico años? ¿Por qué empieza a hacerle caso a la hija a la que nunca prestó la menor atención? Roger descubre el LSD y la muerte, y de pronto le da por hacerse responsable. Por conseguir un cliente importante para su empresa y, una vez lo consigue -y de la manera menos ortodoxa, pero en los negocios y en la guerra todo vale- vuelve a perder completamente el interés por los negocios. Siempre piensa a corto plazo, conseguir algo, hacerlo y luego olvidarse, sin obtener nunca una satisfacción permanente en nada. Sí, por el contrario, es un tipo que padece molestias permanentes. Y estoy hablando de Harry Crane…
Si le preguntáramos a Roger quién es Harry Crane, nos diría que es un idiota y un inútil. Para él es una mosca cojonera que no se molesta en aplastar, y el pobre Harry ni siquiera se da cuenta de ello. Y es cierto que Harry no es nada para él, pese a ser el principal encargado de la rama multimedia de la empresa y haber conseguido que uno de los socios actuales de la empresa, Jim Cutler, se gaste una millonada en un ordenador que no saben para qué usar exactamente. A Roger Jim empieza a fastidiarle cada vez más, y cuando sus tejemanejes empiezan a tocar directamente a la gente que considera sus amigos, y alguien le dice que un jefe ante todo tiene que estar por los suyos, Roger despierta una vez más y se pone a trabajar para la empresa. Pero Roger Sterling es Roger Sterling, y sabemos que no durará. Su personaje ha crecido, ha mutado y se ha desarrollado gracias a la edad, las circunstancias y las drogas, pero él acabará siendo el de siempre, hasta que la muerte deje de llevarse a más gente de su entorno y vaya directamente a por él. Pero Roger se irá feliz, con un cigarrillo en la boca y sólo lamentándose de que su botella este vacía.