Yo iba a hacer una lista de los mejores juegos del año, lo prometo. Iba a ponerlos en orden y todo eso, pero cuando estaba haciendo la lista y todo eso me di cuenta de que… Pues de que era una tontería, porque es imposible comparar un Rogue Legacy con un Saints Row, así de simple. Así que vamos a repasar un poco el año y ya sacais vosotros vuestras propias conclusiones…
Si hay dos juegos que parecía que iba a odiar y que me han sorprendido, esos son Gone Home y Stanley Parable. Los dos nacen de la idea de subordinar el juego al guión, de poner toda la carne en la historia que te estan contando. Eso, que en el caso de Heavy Rain o Beyond suele llevar al desastre, en el caso de estos dos juegos no ocurre así; aquí el guión es inteligente, la historia tiene sentido y la puesta en escena jugable esta muchísimo más detallada. Con esto último no quiero decir que gráficamente sean mejores que la abominable recreación de Ellen Page que se curró David Cage, a lo que me refiero es a que, por ejemplo, Gone Home te cuenta gran parte de la historia en los objetos que hay desperdigados por toda la casa en la que se desarrolla el juego. Que misterios y personajes de la trama principal que en apariencia quedan no resueltos al final del juego, pueden ser resueltos si nos fijamos en los detalles, sin necesidad de completar un puzzle al estilo del Profesor Layton. Luego tenemos lo que hace Stanley Parable, que en mitad de toda la locura y cachondeo que lo forman, no deja de hacer que te preguntes por qué los videojuegos de hoy en día se basan en todas esas mecánicas, en por qué en nuestro día a día obedecemos tantas reglas y normas casi sin darnos cuenta. Hace que te preguntes cosas, y eso siempre es bueno…
Luego hay buenas sorpresas como el milagro de Assassin’s Creed IV, una serie ordeñada de mala manera cada año y que ya parecía hundirse en un océano de mediocridad, y que de repente ha descubierto que lo mejor que puede hacer es reirse de si misma, poner de lado sus tramas de asesinos y templarios y contarnos una historia de piratas. Sigue siendo un Assassin’s Creed, sigue teniendo sus tonterías de siempre, pero empieza a ser más consciente de que lo que le interesa al jugador es salirse de las ambientaciones tópicas de los videojuegos y pasárselo pirata. Tampoco nos podemos olvidar de otro milagro, el que ha obrado Ninja Theory después de Heavenly Sword y Enslaved a pesar de las exigencias de su editora, DmC. Capcom quería un lavado de cara para la saga Devil May Cry, y así es como la serie sufrió un reboot y el protagonista pasó a ser un pelín emo. Durante meses hemos padecido las campañas de fans ultrajados por el asunto, pero Ninja Theory ha llevado a cabo un juegazo que ha acabado cerrando bastantes bocas, permitiéndose el lujo de hasta de hacer un poco de crítica social y identificar a los poderes financieros con los demonios que luchan contra Dante. Un juego excelente, que no ha tenido el éxito que merecía por el recelo de los fans tradicionales de la serie.
Otro reboot (precuela) pero que en esta ocasión no ha tenido ningún problema ha sido Tomb Raider, una serie a la que tampoco solía hacerle mucho caso -me habré acabado un par de juegos, siempre acababan aburriéndome- pero que en este caso ha conseguido un producto a la altura de las circunstancias. Las aventuras de la joven Lara Croft nos presentan a un personaje mucho más humanizado, con un camino mucho más predefinido -a lo Uncharted, dicen muchos- y sin tanto saquear tumbas; Lara lo que hace aquí es escurrirse como puede, resolver los puzzles -facilones- según le llegan y tratar de que no la frían los mercenarios malasombra esos. Hay que reconocerlo, le pasa un poco lo que le ha pasado a Bioshock Infinite, son dos juegos que han sacrificado su propia esencia por una espectacularidad y un tono peliculero que, si bien han tenido unos resultados espectaculares y excelentes, no dejan de darnos la sensación de que hemos perdido algo por el camino. Claro que en el caso de Tomb Raider, aun siendo lineal, te permite pasearte por toda la isla para buscar secretos e items, cosa que Infinite no te deja. Asi que no se yo si eso deja en buen lugar al juego de Ken Levine…
Y se dió el gran milagro, un juego de Sonic realmente bueno. Uno que ha dejado satisfecho a todo el mundo, Sonic & All Stars Transformed, la continuación del Sonic & Sega All Stars Racing e hijo bastardo de Mario Kart que tiene uno de los multijugadores de carreras más divertidos de este año. Sí, es un Mario Kart y sí, es más de lo mismo, pero la nostalgia de una desarrolladora que fue muy grande puede con todo, y darse paseos por el circuito de Sonic, el de After Burner o el de Out Run dan un valor añadido a un juego que de por sí es el mejor juego de karts en PC desde el legendario Whacky Wheels.
No quiero que se me quede en el tintero Remember Me, un juego fallido -porque su sistema de combate es un coñazo y sus escenas de «recuerdo» no explotan todo el potencial que parecían tener- pero que en su diseño artístico ha resultado ser una maravilla, aportando algo distinto. En el campo del gamberrismo profesional no nos podemos olvidar de Deadpool -que sí, que vale, que el juego podía haber sido mucho mejor, pero no deja de ser divertidísimo- o del mismísimo Saints Row IV, que tecnicamente no es mucho mejor que la tercera parte pero que es, con diferencia, el juego con el que más me he reido este año. Y eso es algo de lo que no puede presumir GTA V, que necesita soltarse la melena muchísimo más y ofrecernos algo totalmente distinto a lo que ya se vió en Vice City o San Andreas -juego este último completamente sobrevalorado y que demostraba que más a veces es menos.
En el campo de los indys -y dejando de lado Outlast o el nuevo Amnesia, que aquí somos unos cagaos- este ha sido el año de los roguelike y los metroidvania. Spelunky, Rogue Legacy y -sin ser un rogue- La Mulana, nos han recordado un año más que Dark Souls no ha inventado nada, y que los videojuegos pueden seguir torturándote si tu les dejas. Mención especial para «Papers, Please», que empieza como la cosa más aburrida del mundo para acabar convirtiendose en un retrato bastante cabrón de los aeropuertos actuales; 1984 nunca estuvo tan cerca… Pero siguiendo con lo nuestro, aventuras gráficas como Wolf Among Us o Larry Reloaded son polos opuestos que han venido a demostrar que a veces la nostalgia no es el mejor camino, y que lo que hacen falta son juegos buenos con ideas nuevas (y no remakes que huelen a vino). No me quiero olvidar de otra aventura gráfica que llegó vía Kickstarter, Kentucky Route Zero, que quiere ser Carretera Perdida pero que se me queda un tanto vacía, hueca. Seguramente si jugara al juego entero las piezas empezarían a encajar, pero tal y como está ahora me parece un tanto arriesgado entronizarla como lo mejor del año como ha hecho la gente de Rock Paper Shotgun -extraoficialmente llamados «vosotros antes molabais»-.
Y poco más que decir, Xcom sigue siendo uno de mis juegos favoritos y más jugados -pero ya lo era antes del remake- y el 2013 pasará a la historia como el año de las promesas, con consolas de nueva generación que van a ser maravillosas y no lo son y simuladores de naves espaciales que van a ser maravillosos y lo único que sale es ese saco de bugs y mal gusto que es X: Rebirth. Y sí, es el año en que murió LucasArts oficialmente, pero todos sabemos que el último juego minimamente decente desarrollado por ellos es Republic Commando, y de eso hace la friolera de ocho años…