Si a mediados de los 80 Marvel había llegado a tener tanta cuota de mercado que hasta se le había llegado a denunciar por monopolio, a mediados de 1993 Marvel vendía menos que DC e Image. El mercado de la especulación estaba reventando, y las acciones de la compañía empezaban a bajar. Ron Perelman y los ejecutivos que estaban por encima del Editor-in-Chief Tom DeFalco (y Bob Harras) empezaban a estar preocupados: su imperio a lo Disney peligraba.
Harras seguía a su rollo, editando X-Men y manteniendo a Lobdell y Nicieza en su puesto, a pesar de que el primero tuvo que reescribir cuatro veces algún número y el segundo cada vez se quejaba más de las interferencias editoriales. Todas las series de mutantes habían pasado por varios crossovers que se continuaban de número a número, empezando por «La Canción del Verdugo» en 1992. El regreso de Magneto menos de un año después, un crossover con los Vengadores en pocos meses o eventos como la boda de Cíclope y Jean Grey habían intentado, con sus portadas holográficas y metalizadas, atraer al público especulador. Pero ya no había remedio, las ventas seguían bajando en caída libre. Harras sabía que aquello era generalizado, pero eso no traquilizaba a nadie.
Mientras tanto, el Imperio Marvel se expandía a golpe de talonario, y así es como en poco tiempo Marvel pasó a comprar Malibú Comics, Panini y las editoras de cromos Fleer y Skybox. La orden clara que venía desde arriba estaba clara; X-Men tenía que seguir siendo una serie con los personajes de la serie de dibujos animados, que era lo que conocían los niños. Y también tenía que generar contenidos nuevos que convertir en juguetes, porque Marvel también había comprado ToyBiz. Harras se encontró en una situación curiosa, la de mantener el status quo pero a la vez crear personajes nuevos, asi que la solución no tardó en llegar en forma de maniobra publicitaria: La Era de Apocalipsis, el crossover de una realidad alternativa en la que la Patrulla X no había llegado a existir.
La idea era sustituir todas las series de mutantes por series limitadas de 4 números que existieran en ese universo alternativo, y de paso producir juguetes y cartas de las versiones alternativas de Cíclope y familia. La cosa se vendió como rosquillas y, aunque no llegó a alcanzar ni por asomo las cifras millonarias de principios de los 90, Harras si consiguió unos números suficientemente buenos como para mantener arriba la franquicia mutante unos años más. Además, Uncanny por fín había conseguido un dibujante permanente que hiciera olvidar a Lee y Portaccio: Joe Madureira, al cual había colocado en la serie a pesar de haberle prometido el mismo puesto a un clásico de la editorial, John Romita Jr. Pero Madureira era ya una superestrella…
Aun así, Marvel seguía teniendo problemas por un quítame esa burbuja, y entre el 93 y el 94 se hundía en la bolsa. La gente de Perelman se puso nerviosa al ver las cifras y, tras mucho pelearse con el EiC de Marvel Tom DeFalco, decidieron cargárselo con un «ascenso» a un puesto decorativo, en un movimiento al que bautizaron como «Marvelution»: Uno de los ejecutivos de Perelman, Terry Stewart, llevaría una Marvel reorganizada en cinco «familias» distintas. Cada una de ellas estaría llevada por un EiC distinto, siendo Bob Harras el nuevo EiC de la familia mutante; en esencia el trabajo de Bob era el mismo pero con la diferencia de que ahora respondía a un jefe que jamás se pasaba por la oficina.
La Marvelution fue un sonado fracaso, no solo por la ineptitud y la desgana de Stewart, si no porque el mero hecho de colocar a los Vengadores bajo un EiC distinto de Spiderman o X-Men provocó que hacer un crossover entre ellos fuera un dolor de muelas tan grande que nadie se molestase en llevarlo a cabo. Literalmente era más fácil hacer en aquel momento un crossover con DC, como dejaron claro las dos series limitadas que se realizaron entre las dos editoriales. Terry Stewart recibió otro «ascenso» y su sustituto, Jerry Calabrese, se llevó las manos a la cabeza. Marvel estaba hecha unos zorros, el barco estaba haciendo aguas y para colmo todo estaba organizado fatal; la gota que había colmado el vaso era la última chifladura de Stewart, distribuir todos los cómics de Marvel exclusivamente a través de una pequeña distribuidora local que acababan de comprar, Heroes World; la cosa llegó a tal punto que muchas librerías se arruinaron por la falta de abastecimiento. Calabrese intentó arreglar el desaguisado como pudo, estando entre sus primeras gestiones -además de intentar recuperar a Claremont y Lee para recapturar algo del éxito del 91- el abandonar lo de autodistribuirse, desmantelar la Marvelution y reinstaurar la figura de editor jefazo. Siendo como era la oficina mutante la que llevaba más del 30% de la facturación de la editorial, Bob Harras fue el elegido para llevar el timón de la editorial a partir de la primavera de 1996.
Uno pensaría que Harras con su nuevo puesto no tendría tiempo para seguir editando los mutantes, pero nada más lejos de la realidad. Aunque Bob dejó de editar las series de mutantes «accesorias», mantuvo para sí tanto Uncanny como X-Men, y no cedería el control de ellas hasta finales de 1997. Y no es que mientras tanto no estuviera ocupado, no… El puesto de EiC no dejaba de ser un regalo envenenado ya que Jerry Calabrese si que había conseguido que Jim Lee volviera a Marvel, en un trato vergonzoso que cedía las series de Fantastic Four e Iron Man a Lee y Captain America y Avengers a Rob Liefeld, siendo ambas editadas por sus respectivos estudios de Image Comics. Los autores y editores de las series «alquiladas» se sentían traicionados y hasta menospreciados profesionalmente, destacando sobre todo el caso de Mark Waid y Ron Garney en Captain America, una serie que había conseguido brillar con luz propia en lo más oscuro de la Marvelution y que se veía truncada para ser sustituida por las abominaciones de Liefeld. Y fue a Harras al que le tocó calmar los ánimos de unos y de otros, dar trabajo a los que se quedaban sin nada que hacer y, en general, recibir el chaparrón de quejas por algo que -esta vez sí- no era culpa suya. Pero lo peor estaba por llegar…
Porque, si bien Harras había conseguido pacificar la editorial en los tensos meses antes del desembarco de Lee/Liefeld en lo que se llamó «Heroes Reborn», si también había conseguido dar trabajo a muchos de los autores sin que se largaran echando pestes a la competencia y hasta había conseguido ligar el crossover mutante de Onslaught con el asunto Reborn y darle un sentido narrativo a aquel «softreboot» que estaban llevando a cabo, Harras tuvo que ejercer el papel de verdugo y despedir a gran parte de la plantilla de Marvel, cerrar líneas editoriales enteras y echar de la Casa de las Ideas a profesionales que contaban con décadas de experiencia en la editorial. Tras tantos años de excesos por parte de los ejecutivos, tras tantos años de portadas holográficas y demás tonterías que sólo espantaban lectores, era a los currelas de Marvel a los que les tocaba pagar la cuenta. Y todo para nada, porque mientras las acciones de Marvel iban de mano en mano y Perelman se enfrentaba al resto de los accionistas por el control de Marvel, en el mes de diciembre de 1996 Marvel Comics entró en bancarrota: Era el principio del fín de la era Perelman, y el ascenso de Bob Harras cada vez tenía peor pinta…