Batman. DC. Warner. La historia se repite, la corporación vuelve a pasarle la mano por la cara a los autores y da por hecho que cualquiera puede sustituirles. Durante años Batman se arrastró por el mundo del videojuego con productos que iban de lo malo a lo penoso, hasta que la desarrolladora Rocksteady se sacó de la manga Arkham Asylum, el primer juego que realmente le hacía justicia al personaje y no era una simple adaptación del personaje a las plataformas, al beat’em’up o cualquier otro género.
Y, tras dos juegos excelentes, a Warner se le activa el síndrome de Assassin’s Creed y deciden que tienen que sacar más juegos del personaje, por lo que bastardizan la serie y le encargan a su nuevo estudio de Montreal la realización de un nuevo juego mientras Rocksteady lleva a cabo su gran proyecto de «nueva generación». El nuevo juego, Batman: Arkham Origins, no cuenta con el guión de Paul Dini ni tampoco con las voces de Kevin Conroy y Mark Hamill, optando por actores de doblaje habituales de los videojuegos como Troy Baker o Nolan North mientras el guión del juego es llevado a cabo por… El guionista de Assassin’s Creed. Oh, tío…
Arkham Origins no es un mal juego, pero sí que es un claro ejemplo de producto derivativo. No es una papeleta agradable para una desarrolladora el tener que hacerse pasar por otra, creando un producto continuista que de el pego como hecho por los creadores originales. Le pasó a 2K Marin con aquel Bioshock 2, un juego que no tenía la frescura de su primera parte y la suplía con un multijugador lamentable metido con calzador. En el caso que nos ocupa, este Batman tiene un multijugador pegote a cargo de otra desarrolladora, Splash Damage, y la cosa ha acabado en jugadores haciendo de Batman y Robin destrozando a sus oponentes mientras los jugadores que hacen de criminales intentan disparar en un motor de juego que no fue diseñado para disparar. Por no hablar de que nadie quiere hacer de un matón perseguido por Batman cuando puede ser Batman.
Pero vamos a la chicha del asunto, Gotham City… Y es ahí donde los que leemos cómics de Batman desde tiempos inmemoriales tenemos la primera decepción, porque si los juegos de Rocksteady estaban repletos de guiños y referencias a personajes y situaciones de los cómics, en este Origins no se ve apenas nada. Sí, Batman se pega con Deathstroke y un porrón de villanos de segunda de la Batfamilia, pero en Arkham Origins se supone que por fín nos muestran Gotham entera, y lo que nos encontramos es… Que no. Que no está la torre de Industrias Wayne, que no está la clínica de la Doctora Tompkins, que la recreación de las zonas inundadas o destruidas en Arkham City en Origins es totalmente sosa e innavegable… Y es que la parte de la ciudad que ya aparecía en entregas anteriores está bien diseñada y es agradable a la hora de moverse de un punto a otro, pero lo que es el «nuevo Gotham»… En fín, que si se han inventado lo del fast travel con el Batplano es por lo insufrible que cruzar el Puente de los Pioneros o enlazar dos golpes de grapple gun.
Y si ya nos vamos a la historia del juego, pues tenemos a un Batman novato pegándose con la policía corrupta de Gotham y con el amo del mundo criminal de la ciudad, Black Mask, el cual pone precio a su cabeza. Ésto acaba atrayendo a ocho asesinos de todo el mundo, con lo que Deathstroke, Deadshot, Lady Shiva, Electrocutioner, Copperhead -versión new52-, Firefly y alguno más del que me olvido salen a la calle a cazar a Batman. Y entonces te das cuenta de que Rocksteady debe de seguir teniendo algo de poder de decisión en todo esto, y que a Waner Montreal sólo le han dejado usar personajes de segunda o que ya habían aparecido en otros Arkham, porque Black Mask no deja de ser un personaje que sólo ha tenido algo de interés en Catwoman y Electrocutioner… Bueno, de ése se ríen hasta dentro del propio juego, mejor no hablar.
A medida que avanza el juego y te vas topando con unos cuantos bugs -que digo yo que ya irán arreglando en los siguientes parches-, te das cuenta de que no es un juego tan redondo como sus antecesores, que no todo es tan «fluido». Que el combate lo han dejado prácticamente intacto, pero que como decía hace un rato, no te puedes mover con tanta comodidad como en Arkham City, habiendo montones de sitios en los que me he encontrado con el personaje bloqueado o glitcheado y pegando montones de saltitos en una pose estática. Que hay que reconocerle al juego que tiene sus momentos, pero el diseño de los jefes finales es bastante inferior -hay poquísimos, y son refritos de otros jefes o QTEs glorificados como la pelea con Deathstroke- y acabas teniendo la sensación de que tienes muchas menos cosas que hacer que en el juego original, que estaba plagado de pequeñas historias secundarias. En Origins intentan suplir eso con la investigación de asesinatos, pero la cosa se reduce a buscar pistas a golpe de rebobinar la escena en plan «Remember Me», obteniendo un resultado jugable igual de decepcionante.
Y ya para los puristas y fans de la serie de animación de los 90, esos que quieren que el juego se hunda en la miseria por no contar con Paul Dini y Kevin Conroy, diré que este Batman es un cruce entre Conroy y Bale, pero es un Conroy soso y el Bale le sale sólo a la hora de interrogar. Le faltan matices, que supongo que sólo se pueden obtener a golpe de interpretar el personaje durante años, igual que le pasa a Troy Baker con el Joker… Sin embargo, hay que reconocer que este Arkham Origins parece nacer con la intención de crear sus propios juegos aparte de la franquicia iniciada por Rocksteady, y que en el siguiente juego de Warner Montreal puede que ni siquiera aparezca Batman…