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Me cago y me meo en la «literatura infantil»

Si, me gusta usar este tipo de títulos para llamar la atención, pero es que es la pura verdad. Aunque ya me queda algo lejos la época en la que se suponía que tenía que dedicarme a leer esa llamada “literatura infantil” aun guardo un mal recuerdo de aquellos años, ya que en la mayoría de los casos aborrecía esos libros por su simplismo y ñoñerías. Así que hoy voy a aprovechar que me han vuelto a la memoria aquellos frustrantes años para desahogarme un poco y comentar lo que en mi opinión deberían leer realmente los niños.

Así es como se imaginan muchos autores, editores y profesores  la literatura infantil

Fueron muchos los libros que me obligaron a leer en el colegio y que aborrecí. Parecía que los profesores se esforzaban siempre en escoger los libros mas ridiculos y absurdos de los catalogos de las editoriales, o mas bien que escogian los de una franja de edad inferior a la que teniamos… Pero de entre todos ellos el que recuerdo con mas desagrado es uno titulado “Filo entra en acción” que me hicieron leer cuando tenía unos doce años y cuya trama era la siguiente:

Filo, apócope de filósofo, es el apodo de Daniel, un chico de trece años admirado por compañeros y profesores. Todos ellos se enfrentan a un difícil problema: averiguar quién es la persona que roba en la clase de 2º de la ESO. Cuando las culpas recaen sobre Michael, amigo y compañero de Filo, la pandilla -integrada por Filo, el Picas y Lilibeth- se pone manos a la obra para demostrar la inocencia del amigo y descubrir al verdadero culpable. Gracias a la lógica de Filo, a su memoria y a su capacidad para razonar, el problema se acaba solucionando.

Como odiaba a estos niños…

¿Se suponía que el misterio del ladrón del instituto debía provocarme el más mínimo interés? ¡Yo ya había visto al Napoleón del Crimen poner en jaque a todo Scotland Yard y había visto los asesinatos atribuidos a un sabueso fantasma! Ese Filo no valdría ni para pertenecer a los Irregulares, como mucho se lo vendería a Fagin para que sacase provecho de el… ¿Y qué emociones podía provocarme esta “aventura” que no me hubiesen ofrecido ya los forajidos del Bosque de Sherwood? ¿Qué lecciones podía aprender? Que si para este libro amistad es defender la inocencia de su amigo, para mí lo es el unirse, todos para uno y uno para todos,  para recuperar el collar de la reina de Francia y así impedir una guerra entre su país e Inglaterra. Yo los leía porque no me quedaba más remedio, pero una vez terminados, se quedaron por ahí acumulando polvo y jamás volví a ponerles la mano encima.

Seguro que Moriarty no robaba relojes en el instituto…

Pero no queda ahí la cosa, Diógenes me hablo de otro libro, uno que para su desgracia le toco leer a él y que leyendo su sinopsis me alegro infinitamente de haber tenido la suerte de desconocer su existencia hasta ahora, «la Cazadora de Indiana Jones». Cuando leí de qué iba este libro no podía creérmelo…

Christie es la pequeña de cuatro hermanos. En su casa las cosas no marchan bien económicamente y, por consiguiente, ella hereda la ropa de todos sus hermanos. Lo último que ha heredado es una cazadora que le queda enorme. En clase se burlan de la cazadora y Christie sale del embrollo afirmando que fue la que Harrison Ford utilizó en su papel de Indiana Jones. Tal afirmación causa gran revuelo y todos sus compañeros desean probársela. Christie comienza a alquilar su cazadora por horas. Pero pronto se descubre la verdad y la joven tiene que pasar por una experiencia no demasiado agradable.

La sinopsis de este libro me ha provocado arcadas…

Lo que más me sorprendió de este libro es descubrir que está recomendado para niños de entre diez y catorce años. No se los editores, pero yo recuerdo que cuando tenía esas edades encontraba una diferencia bastante abismal entre tener una edad u otra. Y del argumento prefiero no hablar porque me da vergüenza ajena. ¿Se supone que los críos deben aprender a no mentir, a no aparentar lo que no son? ¿Qué debemos solidarizarnos con el sufrimiento y la vergüenza de Christie? ¡Yo he visto a un chico de esa misma edad robar un barco de manos de unos piratas, como uno de ellos le clavaba al mástil del barco de una puñalada y como el chico se libraba de su agresor disparándole en la cara con sus pistolas! Eso sí que es saber afrontar las cosas y lo demás son tonterías.

Jim Hawkins no era la clase de crío al que debias tocarle las pelotas

Yo tengo que admitir que en parte este problema que tengo con la literatura infantil es culpa mía, más o menos… Siempre fui un lector muy precoz, me compraban comics antes de saber leer y las ganas de leerlos hicieron que con poco más de tres años fuese capaz de leer y para cuando mis compañeros de colegio aun andaban con su “1º cartilla” yo empezaba a leer libros. Eso sumado a que mi casa parecía una biblioteca y que nadie en mi familia me dijo nunca lo que podía leer o lo que no, hicieron que para cuando llegue a la edad en la que en el colegio deciden que ya debes empezar a leer libros yo ya llevaba años haciéndolo.

Mi casa no era así precisamente pero a esa edad me lo parecía

Así que mientras en el colegio empezaban a mandarnos esos “maravillosos” libros recomendados para niños yo ya me había leído todo el Sherlock Holmes de Conan Doyle, casi toda la bibliografía de Julio Verne. Había “viajado” al Mundo Perdido con el Profesor Challenger, al centro de la Tierra con el profesor Lidenbrock y a las profundidades marinas con el Profesor Maracot. Me había perdidos en islas lejanas con Robinson Crusoe y con la tripulación del Sloughi y había visto como un grupo de piratas se mataban para encontrar el tesoro que había escondido el Capitán Flint… Para cuando tenía unos doce años mis escritores favoritos eran Verne, Pyle, Stevenson, Defoe, Dumas, Conan Doyle, Twain, Swift… Si, no son en su mayoría  libros que se escribiesen pensando en que los leyesen niños, pero ofrecían todo lo que un niño podía desear. Por lo que tras su lectura poco interés podía encontrar yo en esos libros que se suponía que tenía que leerme…

Perderse en una isla desierta y sobrevivir en ella, eso no lo encontrabas en los libros para niños

Pero no era yo el único culpable de que esos libros me pareciesen horribles. La otra parte de culpa hay que dividirlas casi a partes iguales entre autores y profesores. Los primeros en su mayoría no escribían libros para niños, escribían los libros que ellos creían que tenían que leer los libros. Estos estaban llenos de tramas simplonas e inocentonas que se suponían que debían “educar” a los niños. Es verdad que había excepciones, pero por cada Michael Ende o Roald Dahl había decenas de los otros. La otra parte de culpa la tenían esos profesores que parecían creer que la literatura infantil era un todo y que para cuando tenías diez o doce años seguían obligándote a leer esos libros recomendados para niños de seis. Que aunque desde su punto de vista les pareciese que era lo mismo, había una diferencia bastante grande entre ambas franjas de edad. Y eso por no mencionar que incluso cuando eran recomendados para tu edad seguían siendo bastante simplones…

Y este jamas me hicieron leerlo y para cuando puse mis manos en el ya tenia veintitantos, que lastima

Y podría pasarme el día tratando de recordar el resto de libros que sufrí, pero prefiero dejarlos acumulando polvo en mi memoria. Que puedo entender que aquellos niños para quienes sus primeros libros fueron estos recomendados para niños puedan tenerles cariño y sentir nostalgia, pero cualquiera cuyos primeros libros fuesen libros de verdad no puede sentir mas que pena por los otros. Porque al final si algo aprendí de estas lecturas obligatorias es que si algún día tengo hijos en mi casa no entrara un solo libro perteneciente a esas colecciones que pedagogos y editores consideran adecuadas para niños, a no ser que sea una lectura obligada. Lo que si habrá en abundancia y podrán leer cuando quieran son todos esos clásicos universales que tan buenos ratos me hicieron pasar en la infancia y que si que deberían ser lectura obligatoria en los colegios.

Snifs, la ultima flecha de Robin Hood, uno de los momentos mas tristes de mi infancia…

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