Lo que pasa con Skyrim es que es un RPG de Bethesda, y ese es su mayor valor y su mayor defecto. Porque sí, hace años yo jugué a una cosa llamada Daggerfall (que en realidad era la segunda parte de algo llamado Elder Scrolls) y me pareció un coñazo infame. Pero empecemos por el principio…
Bethesda crea la saga Elder Scrolls (y la llama Elder Scrolls porque le parece chulo el nombre, porque poco o más bien nada aparecen los rollos esos en la propia historia de los juegos) en un momento en el que lo que lo peta es Lands of Lore, Ishar y demás juegos de rol en perspectiva subjetiva en los que se tortura al jugador haciéndole reempezar la partida en la batalla final por dejarse un item a las dos primeras horas de juego. Los RPG subjetivos aquellos tenían unos defectos muy gordos; la historia no se contaba de una forma muy relajada (o más bien ni se contaba porque acababan siendo pateamazmorras, no nos engañemos) y el combate acababa siendo un coñazo insufrible en la que veías a tu personaje darle palos al aire o simplemente numeritos y explosiones rojas de sangre. Elder Scrolls I: Arena era uno de ellos, pero no lo llegué a jugar en su día. Asi que me callo.
Sin embargo su segunda parte, Daggerfall, si que lo jugué. Daggerfall era todo más grande y más bonito. Mejor motor gráfico, más misiones, más todo… Pero sobre todo, más escenario. El mapeado del juego ocupaba lo que Alemania y Francia juntas, y para colmo se recorría a pie. El problema de todo esto estaba en que para ser tan grande y caber en los discos duros de la época, Daggerfall generaba casi todo aleatoriamente, con lo que Daggerfall era un montón de misiones genéricas y un coñazo insufrible. No, no.
Morrowind y Oblivion, los dos primeros juegos de la serie en salir en consolas y hacer «mainstream» a la serie (más que nada por cabezonería de Microsoft) seguían usando la idea del terreno aleatorio pero esta vez sólo como «relleno» entre algunos pueblos y ciudades, y el combate había mejorado,pero seguía siendo un tanto coñazo pese a que la magia y el sigilo tuviera su encanto. Y entonces, llegamos a Skyrim…
Sí, el combate es más divertido, pero sigues pegándole palos «al aire» y sigue sin ser sin ser un RPG «como dios manda». Se sigue sacrificando la libertad por la historia, y aunque el juego ha intentado desarrollar las misiones del juego (no solo la principal, también las secundarias) para contarte algo que te interese, nuestro personaje no podemos interpretarlo y acaba siendo un tio cuyas opciones de conversación se limitan a preguntar detalles sobre lo que esta pasando y poco más. Puedes decidir si matar o no a alguien, pero eso acaba siendo un hecho aislado dentro de la historia, sin muchas ramificaciones. Nuestro Dovahkiin no tiene el carisma de un Nameless One o un Geralt de Rivia, y tal vez no le haga falta, pero necesitamos sentirnos parte de ese mundo.
La conclusión es que Skyrim sigue siendo un MMORPG de un solo jugador, te sueltan por el mundo cual vaca en el prado, puedes hacer las misiones que quieras y llegado un momento te aburres y lo dejas. Igualito que World of Warcraft, pero sin patearse mil y una veces la misma mazmorra porque la gente de Bethesda esta vez se ha currado casi todas las mazmorras del juego para no repetirlas, cosa que se agradece una burrada. Vamos, que la serie va por el buen camino, pero un juego de 10 no es…
BONUS! LO MEJOR DE SKYRIM VIENE DE MÉXICO!