La cosa empezó allá por 1992. Resulta que el año anterior había salido en los recreativos un juego llamado Street Fighter II, una orgía de guantazos en la que luchadores de todo el mundo se enfrentaban uno contra uno y, cosas que tiene la vida, el juego a la gente le encantó. En Midway, visto el éxito, decidieron hacer otro juego de mamporros pero esta vez con el valor añadido de introducir en él a la estrella de moda en aquello de las toñejas, Jean-Claude VanDamme (no confundir con el supervillano de la linea Ultimate de Marvel, mamones).
Sin embargo, el juego acabó siendo «el juego de lucha de VanDamme… sin VanDamme» (el actor belga se descolgó a última hora del proyecto y no aparecería en un juego del ramo hasta «Street Fighter The Movie: The Arcade Game») y la gente de Midway decidió compensar la falta de su estrella con una buena dosis de casquería. Sangre, visceras, declaraciones a devolver, discos de Los Pecos y demás horrores se mezclaban en Mortal Kombat, juego que aunque no era gran cosa lo petó cosa mala por aquellos tiempos. Y es que aquellos principios de los 90 eran los tiempos de casquería sin complejos como «Reservoir Dogs» o cosas más intensivas como «Tu Madre se ha comido a mi Perro», asi que no era sorprendente que al público le atrayera lo que ofrecía Mortal Kombat con sus señores disfrazados de ninja que le sacaban el espinazo al vecino y se lo enseñaban al respetable cual torero haciendo el paseillo.
Tendría una segunda parte con más luchadores digitalizados y mejor pinta llamada Mortal Kombat II, un nombre poco original y pero efectivo. Se repetía el mismo esquema de jefes tramposos, luchadores de saltos extraños, combos absurdos y demás, pero se cuidaba un poco más la base jugable y MK empezaba a parecer más un juego que una maniobra publicitaria con muy mal gusto. Eso sí, no os creais que aquello fue el principio de una gran saga que aspiraría a lo más alto, porque esta segunda parte es todo lo alto que llegó a estar la serie. Poco después saldría el Mortal Kombat III desequilibrando aún más las diferencias entre luchadores, aportando pocas novedades y siendo el último gran éxito de la serie, que no remontó mucho más con las iteraciones (¡que palabro más bonito!) de Ultimate Mortal Kombat III y Mortal Kombat Trilogy. Y se acabó.
Porque con los años acabarían apareciendo hasta 7 juegos más de Mortal Kombat (y alguna cosa rara en forma de juego de rol extraño o beat’em up hortera) que abandonaban totalmente los luchadores digitalizados y hasta se pasaban a la moda 3D de los Virtua Fighter o Tekken. Iban de lo malo a lo peor, y el personal acabaría tirándose de los pelos al ver cosas tan raras como Mortal Kombat VS DC Universe. Pero eso, como se suele decir, ya es otra historia…
Sin embargo, el mundo de los luchadores digitalizados no acaba en Mortal Kombat. Es cierto que poca cosa hay más allá de algún que otro juego semiolvidado como Pit Fighter (el verdadero precursor de la lucha digitalizada, es de 1990), Clayfighter (plastilina en stopmotion), los Jackie Chan Kung Fu Master (un horror de Kaneko del que tengo que hablar por aquí algún día, toda una joya a descubrir) o el ya mencionado juego basado en Street Fighter The Movie (que sí, era horriblemente malo y dejaba en evidencia lo pobre que era el planteamiento jugable de Mortal Kombat comparado con Street Fighter), pero algo si que se hizo, y el potencial de los juegos digitalizados nunca fue del todo explotado… O no.
Porque no nos vamos a engañar, los juegos con luchadores digitalizados eran cutres y horteras a matar. Sí, llamaban la atención esos gráficos «tan reales», y hasta por un momento parecieron ser el futuro antes que un universo de polígonos y texturas cayera sobre nosotros, pero no dejaba de dar un poco de vergüenza ajena ver como se mataban esos ninjas vestidos de papel maché o un chino en deportivas blancas intentaba emular a Bruce Lee. El mundo de la digitalización era una via muerta aún cuando todavía no había explorado las otras dos pasiones de la humanidad que no son la violencia: el humor, y el sexo.
Juegos de lucha con sexo hay pocos (y no me extraña), pero ya por entonces los había. Digitalizados no, pero en aquellos primeros 90 en PC había una cosa llamada «Metal & Lace: Battle of the RoboBabes» en la que unos mechas de esos que tanto les gustan a los japoneses se pegaban entre ellos y, en vez de sacarte la jeta del perdedor hecha un cristo, te sacaban a la moza que lo pilotaba en paños menores. Nada que nos sorprendiera, teniendo en cuenta que su distribuidora no era otra que Megatech Software, los que trajeron el primer RPG hentai que llegó a occidente, Cobra Mission.
También por la época, y para esa gran desconocida (y casi única) consola de NEC, la Turbografx, aparecería Strip Fighter II, que es lo que uno se puede imaginar; un Street Fighter de tipas zurrandose y desnudándose al final de cada combate. Era peor que Metal&Lace -cosa que os aseguro que es todo un logro- a pesar de que el juego de Turbografx incluía golpes especiales tan originales como el «tit-tornado».
Años después, en 1996, comenzaría el gran mito: Catfight, un Mortal Kombat realizado por la productora de cine porno Vivid. El juego es la catástrofe que os podéis imaginar, unas cuantas tipas digitalizadas (alguna de ellas veterana de los Mortal Kombat, oiga) embutidas en cuero pegándose entre ellas, luciendo implantes y horribles efectos de sonido. Eso sí, como los yanquis son absurdos, no se veía ni una triste teta. Ya sólo por el detalle de ser un juego guarro sin guarrería, varias revistas lo declararon el peor juego de la historia. Y también porque malo, lo que es malo, lo es con premeditación y alevosía:
Una maravilla, tanto visual como sonoramente.
Ah, pero todo esto no son mas que locuras de los 90. Una vez llegados al siglo XXI, estas cosas ya no pueden pasar; tenemos ministerios de igualdad, ciudadanas y ciudadanos, Dora la Exploradora… Pues oye no, que en 2002 llegó el juego que es la madre del cordero. Si alguna asociación de padres se había escandalizado con los surrealistas delirios masturbatorios de Itagaki en «Dead or Alive Extreme Volleyball», lo que en 2001 sacó a la venta una pequeña desarrolladora llamada Creative Edge Studios os va a dejar patidifusos: Bikini Karate Babes, cuyo título no miente ni engaña, es un juego de señoritas digitalizadas dándose de mamporros y en bikini. Eso sí, sigue sin haber despelote…
La desarrolladora justificó la existencia del juego diciendo que era «una parodia de la sobrexplotación de la mujer en los juegos de lucha» y lo mismo era verdad, pero el juego no dejaba de ser un juego de lucha que requetexplotaba aún más todavía al sexo femenino. Teníamos a señoras disparándose rayos por las tetas, haciéndose cosquillas unas a otras, con instantfatalities basados en robar la parte de arriba del bikini… Era un esperpento, pero un esperpento que sólo podías tomártelo a risa de lo malo que era. Una curiosidad que se quedaría en eso, una curiosidad, de no ser porque la pesadilla se repetiría nueve años después, en este mismo año, ahora mismo, con una secuela de Bikini Karate Babes. En (más) alta definición. Con escenarios en 3D. Y que ya no es una parodia. La bestia se llama Bikini Karate Babes 2: Warriors of Elysia.
¡Pues por lo visto el jodío juego hizo un pastón!
Pero eso mejor os lo cuento mañana, que ya habéis tenido demasiadas emociones (y silicona pixelada) por hoy.