Con motivo de la salida del Ocarina of Time para Nintendo 3DS, hoy tenemos una colaboración de Lucía Supernintendo, la que probablemente sea la mayor experta en la segunda consola de sobremesa de Nintendo y personaje habitual de nuestra tira «El Reflux»:
Si escribo esto no es por gusto, pero he perdido una apuesta y pienso cumplir mi parte por poco que me apetezca. Nunca he jugado a Nintendo 64 más que lo justo y eso ya me resultó bastante, porque poco me interesan las consolas de Nintendo después de la Gran Traición de 1996, cuando Miyamoto apuñaló de forma trapera a la Supernintendo y pergeñó esa monstruosidad destinada al fracaso llamada «Ultra» 64. Se habían vuelto locos y traicionaban todo lo que había sido Nintendo hasta entonces, ahora lo importante era la espectacularidad, los gráficos, el «Proyecto Realidad». Como si la realidad fuera sólo un puñado de polígonos mal puestos y un montón de texturas borrosas, ¡ja!
Pero hablamos del Zelda 64, un juego que tendría que haber salido en Supernintendo. En justicia, debería haberlo hecho, porque Supernintendo es la única consola que no tuvo dos Zeldas. ¿NES? Zelda I y II, aunque el II fuera muy malo. ¿Nintendo 64? El puto Ocarina y el Majora, que da miedo hasta por lo malo que es. ¡Si hasta la mierda de la Gamecube tuvo el Windwaker y el Twilight Princess! Y Wii, aunque ya ni pueda llamarse videoconsola, tuvo el Twilight y tendrá el Skynosequé. Y de las portátiles mejor ya ni hablar, Miyamoto nos traicionó a los usuarios de Supernintendo de mala manera y menos mal que estuvo Square para sacar el Chrono y compañía, porque si no hunden la consola.
Pero me dicen que tengo que hablar del Zelda de la 64. Pues, a ver como lo explico… Primero que la consola es fea de cojones, ¿vale? No creo que haya una consola más fea, porque si algunos dicen que la Supernintendo ha envejecido mal, la 64 es la cosa más plasticosa que te puedas echar a la cara, ¡les pasa por copiar los diseños de Sega! (ni que Sega hubiera sabido hacer su trabajo mejor que Nintendo alguna vez, lo de Megadrive fue suerte y lo de Dreamcast justicia) Y luego viene la «revolución del mando de la 64. Que es solo ponertelo en la mano y no saber ni como cogerlo, no hay manera de poder jugar a gusto, leche. Parece como si Nintendo después de crear esa maravilla que es el mando de la SuperNES, decidiera que tenía que hacer un mando aún más retorcido que el ASCII Stick L5 (para luego copiar el BatterUp cuando sacó la Wii, pero mejor no sigo que me caliento).
Pero para tratar con justicia a Zelda: Ocarina of Time, tengo que hablar ante todo de que juegos habían salido antes que él. El primero de todos es su antecesor directo, «Zelda: A Link to the Past» y su copia de GameBoy, «Zelda: Link’s Awakening». El primero es una obra maestra capaz de ampliar lo que ya se vió en el Zelda original de la NES y elevarlo a la máxima potencia, mientras que el segundo adapto de forma muy ingeniosa algunas de sus virtudes. A Link to the Past es una obra densa e inteligente, que es capaz de trasladar al jugador por la historia sin insultarlo o abofetearlo con pistas demasiado obvias y aún así no lo obliga irremisiblemente a recurrir a la linea directa del Club Nintendo (cuando todavía existía y no como ahora que ni eso). Link to the Past pedía a gritos una secuela con mayor espacio para la narración y una historia más rica, pero nunca ocurrió. Tuvimos que conformarnos con joyas como Secret Of Mana, los Dragon Quest y Final Fantasy , Chrono Trigger, Tales of Phantasia… Que nos colmaron profundamente, pero a la vez nos recordaron que nos faltaba algo, que nos habían robado un Super Zelda II; ¿que podría haber sido un juego así?
Pero Ocarina of Time empieza bien, evocando en su título a la ocarina del tiempo de A Link to the Past, pese a que en Supernintendo el instrumento no deje de ser un item de una quest totalmente secundaria. Pero sólo empezaba bien, porque ahí terminaba lo bueno…