Suelo hablar por aquí a menudo de lo de salir de la zona de confort, y aunque a veces lo dejo caer a modo de broma, es algo que cada vez pienso más en serio. Después de todo, si no fuese por esa mentalidad, jamás me habría dejado convencer para ver una película como La Sustancia/The Substance y me hubiese perdido una experiencia cinematográfica como pocas en los últimos tiempos. Una película que combina una mala leche arrolladora, una fortísima carga de crítica social sin contemplaciones y muchísimo humor negro, en la que Demi Moore demuestra con creces que aún tiene muchísimo que ofrecer al mundo del cine y en la que su directora, Coralie Fargeat, y la co protagonista Margaret Qualley dejan claro que habrá que seguir sus carreras muy de cerca.
La exitosa carrera de Elisabeth Sparkle en el cine era un lejano recuerdo, pero aún era la estrella de su propio programa de televisión. O al menos lo fue hasta que, al cumplir cincuenta años, la cadena consideró que ya era hora de reemplazarla por una cara más joven, dándole la patada de la forma más desconsiderada. Fruto de la desesperación y dispuesta a recuperar la gloria que una vez fue suya a cualquier precio, Elisabeth recurre a un suero que circula por el mercado negro, La Sustancia, que promete devolverle la juventud perdida y sacar a la luz una versión mejor de sí misma. Pero sin saberlo, se ha embarcado en un peligrosísimo y autodestructivo viaje del que difícilmente podrá salir indemne…
Decía al comienzo que esta es la clase de película que normalmente no hubiese ido a ver, pero en parte eso se debió también a que prácticamente ni me había enterado de su existencia, más allá de encontrarme algunos memes en redes sociales que parodiaban la premisa de la historia. Pero eso no es de extrañar, teniendo en cuenta que se trata solo de la segunda película de su directora, que contó con un presupuesto modestísimo que no debió dar para mucha publicidad y que la compañía madre de la productora, Universal, no quiso distribuir la película. Una circunstancia esta última provocada por las reticencias de uno de sus ejecutivos, a quien no le gustó nada la película y que exigía un nuevo montaje, algo que por suerte Fargeat, gracias a su contrato, no estaba obligada a aceptar, y por ello los derechos de distribución acabaron en manos de la plataforma de streaming Mubi.
Toda esta serie de circunstancias provocó que acabara viendo la película sin saber prácticamente nada de su argumento y recordando solo muy vagamente el tráiler que había visto unos meses antes. Algo que me ha convencido de que probablemente esa sea la mejor forma de enfrentarse a una nueva obra, del medio que sea, dejándonos sorprender a cada rato. Y vaya si esta película es toda una fuente de sorpresas, aunque no tanto por lo que cuenta, ya que se trata de una historia tristemente muy repetida en el mundo real (el punto de partida al menos) y que más o menos desemboca en un final que difícilmente podía ser otro, sino por cómo nos lo cuenta.
La habilidad de Fargeat, que es no solo la directora sino también la única guionista, para partir de una historia que es casi tan vieja como el mundo —el tratar a la gente como desechos una vez que se considera que ya no poseen utilidad— y hacer con ella algo como La Sustancia, es digno de admiración. Aunque eso es algo que sin duda ella misma ha debido sufrir en primera persona, ya que esta historia, centrada en la industria del entretenimiento, en la que las mujeres suelen ser consideradas mayores cuando llegan a los cuarenta, con todos los problemas que acarrea el ser tratadas así, ha debido tocarle muy de cerca, teniendo en cuenta que ella misma se está acercando a los cincuenta y esta es “solo” su segunda película.
Por ello, esta película nos muestra la caída en desgracia de Elizabeth de una forma tan directa, brutal y visceral, como los hombres en esa industria pueden aferrarse al poder hasta tener un pie en la tumba, mientras que las mujeres son reemplazadas una y otra vez por otras más jóvenes, como si no fuesen más que algo de usar y tirar. Una existencia inhumana que es retratada de una forma crudísima en esta película, mostrándonos cómo Elizabeth va derrumbándose poco a poco, dudando de sí misma, odiándose porque ella misma ha terminado por creer que ya no vale para nada y que su única opción en la vida es esa huida hacia adelante que le ofrece La Sustancia.
Pero, pese a tocar un tema tan dramático como este, no estamos exactamente ante un drama, sino ante una película que combina una sátira muy ácida con el horror y el humor negro en la que su mensaje difícilmente podría ser más directo y que dudo que haya dejado indiferente a nadie. Y aunque es cierto que en ese mensaje la sutileza ni está ni se la espera, Fargeat demuestra aquí que sabe ser sutilísima cuando es necesario, dejando que los actos de los personajes hablen por sí mismos, sin esa necesidad casi patológica de explicarlo todo que nos encontramos en otras obras y tratando al público con un respeto por su inteligencia que en tiempos recientes he echado de menos demasiado a menudo.
Y aunque la película me ha parecido de lo mejor que he visto en mucho tiempo y no me cansaré de recomendarla, es justo advertir también que no es una cinta para todos los públicos y que es mejor tener cierta fortaleza de estómago para verla. Después de todo, a Fargeat le gusta jugar mucho con el gore, la violencia y el humor negro, además de citar entre sus influencias a directores como David Cronenberg, John Carpenter o David Lynch, entre otros. Y, a un nivel personal, me atrevería a decir que en esta película me ha parecido detectar también la influencia de otros directores como Brian Yuzna, Sam Raimi, Stanley Kubrick o incluso el Robert Zemeckis de La Muerte os sienta tan bien, además de unos cuantos ramalazos del Robert Louis Stevenson del Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Presuntas influencias que, aunque no sé si existieron en la mente de Fargeat cuando creó esta película, sí que pueden servir para que quienes lean esto se hagan una idea de lo que van a encontrar aquí.
Una película que, pese al indudable talento de Fargeat, no hubiera sido lo mismo sin sus dos protagonistas principales, entre las que destaca con luz propia una inmensa Demi Moore. Esta, desde luego, ha experimentado de primera mano lo que su personaje, viendo cómo su estrella se apagaba con los años hasta casi desaparecer. Algo tremendamente triste e injusto, ya que con su descarnada, y al mismo tiempo vulnerable, interpretación ha demostrado, o más bien nos ha recordado, que posee un gran talento que merecía haber sido más apreciado. A lo largo de la película, es difícil no sentir una mezcla de compasión y rabia, y también algo de horror, al ver a qué extremos ha llevado la sociedad a su personaje, cómo esta ha terminado sintiendo prácticamente asco de sí misma por compararse con esos estándares imposibles que se le imponen, con una Moore increíble que demasiado a menudo consigue que nos olvidemos que estamos ante una actriz interpretando un papel.
Pero que esto no nos haga olvidar que Margaret Qualley, como el otro yo del personaje de Moore, también se marca otro papelón en esta película. Esta, aunque muy a menudo ambas lo olviden, no deja de ser la misma mujer que buscó a la desesperada una oportunidad para retomar su gloria, y Qualley consigue transmitir eso a la perfección. A lo largo de la película no dejamos de sentir cómo su ambición y egoísmo no paran de crecer, cómo ese asco por sí misma que la llevó a someterse a La Sustancia sigue muy presente en todo momento, guiándola hacia su perdición, y que la actriz consigue hacernos sentir de una forma tan brutal que acaba incomodando.
Por todo esto, espero que esta película sirva para relanzar la carrera de Demi Moore (a Margaret Qualley de momento le va bastante bien) y para que a Coralie Fargeat le den carta blanca para hacer lo que quiera en sus próximos proyectos, porque tras haber visto de lo que es capaz, me muero de ganas por ver qué más tiene que ofrecer esta directora tan original. Una directora de la que, por suerte, aún tengo otra película que ver, su debut en Revenge, de la que ya me han hablado muy bien. Y por lo demás, recomendar no solo el visionado de esta película, sino también el animarse a ver, leer o escuchar cosas a las que normalmente no nos acercaríamos, ya que nunca se sabe dónde podemos encontrar la siguiente obra que nos deje boquiabiertos.